Esta casa de campo, construida en 2014, había dado grandes satisfacciones a Mario Lara, pero no había sido publicada hasta ahora. Se trata de una obra tan típica como singular en su trayectoria como arquitecto, con un llamativo techo inclinado que aprovecha al máximo la hermosa luz de Sierra Morena, en Cieneguilla.
Por Laura Alzubide / Fotos de Alex Kornhuber
El emplazamiento, en Sierra Morena, era extraordinario. Mario Lara había ayudado al propietario a escoger el terreno. Era un lienzo en blanco, listo para ser intervenido. No había nada. Tan solo una reconfortante sensación de calma. “Los vecinos eran el río, las vacas, y un silencio y un clima excepcionales”, explica el arquitecto, quien recuerda, como si fuera ayer, los detalles del proyecto. Al fin y al cabo, se trata de una de sus obras más queridas, a pesar de que nunca ha sido difundida en una publicación impresa. Las pocas fotos que se tomaron llegaron tarde, y no pudieron ser incluidas en su último libro, que se lanzó a finales del año 2016.
“La casa quedó muy bonita. Encaramada sobre una gradería, para evitar cualquier problema con una crecida del río, con una vista estupenda desde el jardín”, recuerda Lara. Los ambientes se distribuyeron en dos pisos. Los dormitorios, en el nivel superior, miran al río, que también se puede ver desde la suerte de balconada que hay en el área social a doble altura, a través de los grandes ventanales, que se abren y se integran con la naturaleza. En el exterior, se incluyó un espacio para que el cliente hiciera sus parrillas y cocinara, por ejemplo, una pierna de cordero para evadirse de los avatares de la vida cotidiana de la ciudad. Una terraza donde el tiempo parece detenerse.
El proyecto incluye algunas de las características habituales de la arquitectura de Mario Lara, como los espacios amplios y las teatinas que, ligeramente inclinadas, dirigen la luz a la sala de doble altura. Pero, por otro lado, se trata de una obra atípica en su portafolio. “Pocas veces he hecho casas a dos aguas. Muy pocas. En Sierra Morena llueve. Por eso tomé la decisión de tener un techo inclinado y dejar este espacio de doble altura con la balconada. Así podías salir del dormitorio y ver y sentir el calor de la chimenea humeante y caliente”, describe el arquitecto. Para él, la chimenea es otro elemento fundamental del diseño. Tiene que funcionar de una manera perfecta para templar todos los ambientes.
Cada elemento está pensado. Hasta el último detalle. La manera en que la luz penetra en el área social, tan directa como delicada, es una buena prueba de ello. El aprovechamiento de una locación como esta, singular en su aislamiento, es otro. Sin embargo, para un arquitecto, el ingrediente de mayor valor quizá sea la libertad a la hora de diseñar. Y en este caso se cumplió con creces. “Hay que ser honestos: las casas buenas son aquellas en las que el cliente te deja hacer”, asegura Lara.
Artículo publicado en la revista CASAS #292