Jennifer Junek y Marilú Salcedo rediseñaron una terraza que había quedado en desuso. Para recuperarla, la integraron al penthouse con materiales y texturas neutras. La altura del techo, revestido en madera, y las paredes, enchapadas con distintos tipos de piedra, aligeran el espacio, pero también le imprimen calidez.
Por Gonzalo Galarza Cerf / Fotos de Renzo Rebagliati
La piscina del penthouse había pasado a ser un elemento en desuso. Estaba presente, pero no formaba parte de la vida de la familia. Era un ambiente perdido con una vista privilegiada a los campos de golf. Había que optimizar y aprovechar ese espacio. Integrarlo a la casa. Ese fue el requerimiento que los clientes hicieron a las diseñadoras de interiores Jennifer Junek y Marilú Salcedo. Sin embargo, ante ellas, tenían más de un desafío. Primero, para eliminar la piscina que formaba parte de la estructura, necesitaban involucrar a ingenieros. Segundo, la llegada de la pandemia retrasó las tareas. Aún así, después de un año, terminaron de dar vida a esta terraza que encuentra la liviandad en la altura y la calidez en sus acabados.
“La terraza tiene una paleta neutra con elementos alegres y de color, como los cojines, o piezas de mobiliario desestructuradas, como la mesa del comedor, para nueve personas. No la queríamos ni cuadrada ni rectangular, así que la esbozamos como un triángulo ovalado. También diseñamos un sofá algo inclinado, para que no tapara la vista de los campos de golf que se aprecian desde allí”, explican Junek y Salcedo.
Entre la sala de la terraza y el comedor, destaca una chimenea escultural revestida en porcelanato italiano, que acompaña ambos ambientes con naturalidad. Ambientes que se encuentran, por un lado, bajo un techo revestido de madera, y por el otro, cruzado con vigas del mismo material, que le aportan continuidad, respiro y movimiento.
“Había mucho viento, así que cerramos la terraza y renovamos el balcón, al cual se accede abriendo las mamparas. Además, instalamos un sistema de aire acondicionado centralizado, algo que, dada la altura del espacio, resultó un desafío. También lo fue la iluminación: los dicroicos empotrados en el techo de madera, las lámparas colgantes y las cintas de led del techo permiten ir graduando la luz para alcanzar una calidez controlada”, señalan Junek y Salcedo.
Lugar de encuentro
Los clientes, una pareja de esposos a la que le gusta recibir visitas y disfrutar de los placeres gastronómicos, había pedido una parrilla, fogones para wok y una cava. Allí, donde se encuentran dos piedras –el sillar arequipeño y el Neolith–, resaltan los dos electrodomésticos de la cocina, integrados al mobiliario. Al fondo se encuentra la cava, que tiene una iluminación led que la destaca en el marco de madera. Una pieza destinada a lo que es obvio, lucir las botellas de vino, pero que también sirve para cubrir el espacio que hay detrás de la puerta que está al costado, donde se almacenan el menaje y el hielo para los eventos mayores.
Así, la terraza se vuelve un espacio diáfano y transparente, con las pocas paredes revestidas de distintas piedras que unifican el espacio, con detalles en las piezas decorativas que le imprimen color. Una paleta de materiales nobles para revivir un lugar que pedía otra oportunidad para ser habitado.
Artículo publicado en la revista CASAS #295