Un área extensa no requiere de un amontonamiento de piezas para sentirse cálida y acogedora. La visión de Mariana Valdez y Melissa Delgado, de MM Studio, así lo demuestra. En esta amplia y luminosa sala-comedor, las diseñadoras enriquecieron el espacio con texturas y colores suaves en busca de un conjunto armonioso y bien balanceado.

Por Jimena Salas Pomarino       Fotos: Renzo Rebagliati

De los doscientos ochenta metros cuadrados que recibieron para desarrollar una propuesta de diseño, solo una “pequeña” porción les significó la mayor parte del tiempo y recursos. Las socias de MM Studio, Mariana Valdez y Melissa Delgado, intervinieron la sala-comedor con un trabajo particularmente profundo, algo que ellas identifican como un proyecto individual en sí mismo.

“Encontramos el espacio vacío. Nos llevaron al departamento cuando los clientes aún no se habían mudado”, relata Valdez. “La primera impresión que Mariana y yo tuvimos fue la de la amplitud, las dimensiones. Y también notamos que el ambiente tenía una linda vista al parque”, añade Delgado. Todo era níveo, incluso, quizá un poco abrumador: la luz del día rebotaba en las paredes de forma contundente, así que había mucho por hacer.

Dado que los clientes venían de un departamento más pequeño, era imprescindible incorporar piezas de mobiliario a las ya existentes. En la sala, el primer hito fue el sofá amplio y cómodo de líneas limpias, simples y modernas. Sobre esta base, se empezó a generar contraste con los demás muebles; como, por ejemplo, el segundo sofá verde curvo, ubicado justo al terminar el hall de ingreso. “La curva ayuda a que no se cierre el espacio. Por el contrario, te invita a entrar en él”, detalla Melissa Delgado. Luego están dos butacas y dos mesas de centro; una pequeña mesa auxiliar y el librero rematan el conjunto.

¿Cómo con tan contados elementos se logra llenar el espacio y, al mismo tiempo, mantener la sensación de libertad de circulación y amplitud? Las socias de MM Studio encontraron la alternativa ideal en el juego de texturas.

“En la pared de la sala tenemos el wall panel, que crea una textura que evoca calidez. Luego, dos butacas de ratán que elevan un poco el espacio porque tienen las patas y la estructura negra, por lo que no se ven tan rústicas; una mezcla de textiles con la alfombra, que no tiene ningún print; la mesa de mármol travertino y la de madera, que pegan juntas muy lindo; y toda la textilería de los cojines y la piel que va encima del sofá. Es un proyecto rico en materialidad”, afirma Melissa Delgado.

La abundancia sensorial que se manifiesta en los materiales va de la mano con la disposición misma de los muebles. El efecto es el de un entorno orgánico, que tiende más hacia las formas circulares que a las cuadradas. “Teníamos que calar el espacio para que se sintiera que este te abraza, por eso hay tanto material y tanta mezcla”, apunta Valdez.

Entorno en armonía

En el comedor, el espíritu arriesgado y moderno de la clienta se deja sentir en elementos como la mesa, idéntica a una que tenía en su anterior vivienda, solo que con más puestos. Las curvas de la madera en las junturas del tablero y las patas evocan naturaleza y espontaneidad, cualidades que las diseñadoras supieron explotar al máximo gracias a la elección del arte: un cuadro de Miguel Luján sobre la pared azul que continúa las líneas demarcadas por el patrón de la alfombra.

“Queríamos que el espacio, al ser tan grande, tuviera carácter y fuera acogedor a la vez; entonces, buscamos contrastar el azul de la pared, para que tuviera más personalidad. El arte elegido permite que haya ese contraste y también profundidad”, señala Mariana Valdez, a lo que su socia complementa: “Este cuadro es una ventana a la naturaleza que conversa con el muro azul. Te da fondo, te da luz”.

Aquí también las dos luminarias cumplen, más allá de su función habitual, el rol de piezas escultóricas. Las líneas suaves de la lámpara colgante rompen, paradójicamente, la linealidad del entorno, haciéndolo más delicado y relajado. La luminaria de mesa colocada sobre la consola, por su parte, otorga el toque femenino con su silueta redondeada y pantalla de fibra, expresando la personalidad de la propietaria.

Un espacio extenso puede sentirse agobiante, así como una pared blanca puede jugar en contra de la calidez. Por eso, en estos ambientes se ha apostado por el azul, un tono tradicionalmente etiquetado como “frío”, para generar un aura acogedora y que abraza, al combinarse acertadamente con paneles de madera, textiles y un juego de líneas planteado con inteligencia y acierto. Proporción y simpleza han sido clave para lograr balance en un espacio que está pensado para morar y disfrutar.

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