La reconocida arquitecta y diseñadora –quien acaba de consolidarse como cantante con el lanzamiento de un single– nos abrió las puertas de su amplio departamento frente al mar, donde ha creado el nido perfecto para su creatividad y para su familia. Deseos, afectos y flamantes ilusiones configuraron un espacio irrepetible, acaso su obra más personal.

Por Giacomo Roncagliolo

Fotos de Jaime Gianella

La historia del departamento de Karím Chaman es también la de su matrimonio, de la conformación de una nueva familia, de su pasado musical y también de un proyecto que, en gran parte, debió realizarse durante los años de la pandemia. Ella llevaba largo tiempo anhelando vivir frente al mar, mirando la gran cruz que se eleva sobre el morro solar de Chorrillos, cuando su esposo la sorprendió con la noticia de haber encontrado el lugar perfecto: un espacio de casi setecientos metros cuadrados, ubicado en el malecón de Miraflores, cuya orientación permitía ver completa la bahía de Lima. Allí, Karím, con la energía vital que la caracteriza, puso manos a la obra e inició un proceso de remodelación con el que diseñó un hogar a la medida de sus nuevos integrantes, donde cada uno pudiera verse reflejado.

Para Karím, la Sala
de Usos Múltiples (SUM) fue
el espacio de mayor innovación
y atrevimiento. Allí, dio rienda
suelta a ciertas apuestas que
hoy demuestran su precisión y
proyección visual.

Confluencia de recuerdos

Acabados ciertos cambios estructurales y de distribución –apenas los dormitorios, los baños y la cocina estuvieron listos–, Karím decidió mudarse junto con su familia. Tan solo dos semanas después, empezó la cuarentena. “Fue lo mejor que nos sucedió”, recuerda la diseñadora. “Ayudó mucho a que nos conociéramos todos, conviviendo mañana, tarde y noche”. Fue así, desde el encierro, que el departamento comenzó a poblarse de muebles, alfombras, plantas, todo tipo de piezas de diseño y más, hasta alcanzar el punto de calidez que la familia estaba buscando. Ese efecto de bienestar es el que se logra al ver la personalidad de los integrantes de un hogar plasmada en cada rincón.

En el hall de
ingreso, una pintura de Toto
Fernández Ampuero y una
alfombra diseñada por ella
misma reciben al visitante con
dos de los colores centrales de
la paleta elegida.

Algunos de los elementos de la decoración vinieron de sus antiguos hogares, como ciertos muebles que fueron reformados y retapizados; obras de arte como la escultura de Nani Cárdenas, comprada por Karím hace dieciocho años; u objetos de gran valor sentimental para el matrimonio, que hoy conviven en la sala principal, sobre una mesa de centro de gran formato que simboliza un punto de encuentro entre dos mundos. En esa misma línea, elementos de reciente factura también dan cuenta de su historia de amor. Un ejemplo son las alfombras del dormitorio principal, diseñadas por la propia Karím. Estas son una reinterpretación de una pieza que encontraron durante su primer viaje juntos: es un recuerdo maravilloso que convive con ellos en su espacio más íntimo.

En el SUM, un óleo del peruano Alessandro Botto es la pieza clave que funciona como guía de tonalidades, dentro de un espacio muy lúdico y multifacético.

Reina de la osadía

Quizá el espacio más radical del departamento sea lo que la diseñadora llama el SUM (o Salón de Usos Múltiples), un ambiente lúdico y potenciado por el color verde donde reciben a los amigos para ver televisión, hacer karaoke o compartir unos cocteles. La gran protagonista de este espacio es la barra diseñada por Karím, quien dejó que su deseo de lograr algo verdaderamente novedoso guiara su proceso. El resultado fue un mueble estructurado a partir de planchas construidas con piedras ágata que, unidas con resina e iluminadas desde el interior, adquieren un efecto galáctico, que remata con una magnífica escultura de Aldo Chaparro, otro audaz creador.

Una pintura del inconfundible José Tola gobierna el comedor principal, mientras que sus colores se replican en el mobiliario y la decoración del ambiente.

Atravesar el extenso departamento de Karím convierte a cualquiera en testigo de una curada selección de piezas, colores, estilos y moods, una impronta ecléctica y atrevida que muchas veces parece subvertir ciertos paradigmas del interiorismo contemporáneo. Al respecto, la diseñadora es muy clara: “Mientras una puerta cerrada separe un ambiente de otro, uno puede hacer lo que le dé la gana. Que tu sala-comedor sea sobria y monocromática no significa que debas estructurar tu dormitorio bajo esos mismos colores. Son mundos diferentes”. Y sobre aquel principio estético, añade una estrategia fundamental: “Prefiero no poner los acentos de color sobre paredes o mobiliario fijo, sino en alfombras, en el tapiz de algún mueble, en los paños de las cortinas. ¿Por qué? Pues porque los puedes cambiar cuando lo desees. Pero la esencia del diseño queda”.

r La imponente vegetación que
acompaña el recorrido de la sala al comedor
parece sumergirse en dos cuadros del siglo
XIX, cuyas dimensiones verticales, además,
ayudan a dar mayor altura al espacio.

Una consola original de la firma
de Karím Chaman convive en el baño de
visitas con diversos elementos de diseño que
proyectan gran lujo; entre ellos, un “espejo de
pétalos” de Jonathan Adler.

Si uno le pregunta si el proyecto de su departamento ya está terminado, Karím responde entre risas que todavía no. Que, más de tres años después de haberse mudado, los cambios siguen llegando, las nuevas ideas no dejan de surgir. Sin embargo, el lugar ya palpita con vida propia, amalgamando los estilos de cada uno de sus habitantes. Desde el inicio, fue esa la premisa: lejos de cualquier moda, poblar el hogar a su gusto, arriesgándose a probar cosas nuevas. De cara al mar, con grandes espejos que multiplican el sueño de vivir mirando la cruz de Chorrillos –hoy conseguido con creces–, Karím y su familia se complacen con los frutos de un trabajo largo, arduo y único, orientado por sus más profundos deseos.

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