En pleno centro del Valle Sagrado de los Incas, Roberto de Rivero ha fundado un restaurante que es, a la vez, centro de operaciones para su estudio de diseño y muestra palpable de su creatividad interior.
Por Giacomo Roncagliolo Fotos Leslie Hosokawa y Alonso de Freyre
Cuando Ro de Rivero estaba cerca de cumplir 40 años, decidió regalarse un espacio donde combinar sus dos pasiones: el diseño y la gastronomía. Así, hace exactamente un año, nació Forty, un restaurante ubicado a pocas cuadras de la plaza principal de Urubamba, que además funciona como base para su estudio de diseño. El trabajo de gestación fue realizado junto a su socio fundador Gabriel Battaini y la arquitecta y diseñadora de interiores Viviana Velarde, teniendo como ruta la construcción de un negocio que también pudiese ser reflejo de las pasiones de Ro.
Naturales rural
La estructura de la casona urubambina original fue remodelada por completo. Pisos, paredes, carpintería y trabajos en metal fueron vueltos a hacer para encajar con la visión del equipo creativo. Se abrieron teatinas para permitir mayor ingreso de calor y, en consecuencia, la posibilidad de ensanchar puertas y ventanas, habitualmente pequeñas en la arquitectura cusqueña debido al frío. Por otro lado, se planteó una paleta que fuera blanca casi por completo, a excepción de las lámparas rojas del comedor principal y la mueblería negra. Así, la comida y los comensales serían los únicos responsables de llevar color al espacio.
Para Roberto, diseñar un restaurante (incluso uno propio) exige poner el foco en lo funcional. Por ello, se inclinó por trabajar con pocos materiales que a su vez fueran fáciles de limpiar y no implicaran arduo mantenimiento: pisos de PVC, losetas negras para la pared de la cocina, madera, vidrio y metal. El diseñador lo entiende como una aproximación que libera de complicaciones y vuelve al espacio más apto al cambio. “Por momentos, es superminimalista, mientras que en primavera está lleno de flores. Después, en época de lluvia, se prende la chimenea y tenemos pieles de oveja repartidas por el local. Forty es como un ser que tiene personalidad propia, siempre influida por el entorno”, explica De Rivero.
Reflejos interiores
“Es una parte de mí que me encanta mostrar a la gente”, continúa el diseñador. “Un lugar para recibir a mis amigos, a los clientes, a mis proveedores, a personas que siguen mi trabajo”. En Forty también encontramos la base cusqueña de Ro de Rivero. Una gran mesa que lo ha acompañado en distintas estancias ocupa el centro de la habitación, mientras que buena parte de su colección de cuarzos, cerámicas, libros y otras piezas (personales y a la venta) la rodean. En noches de mucha afluencia, puede convertirse en una mesa más del restaurante. Allí, además, en uno de los muros, ha quedado visible el adobe con el que originalmente se construyó la casa. “Quise descubrir una de las paredes para contar la historia que hay detrás del espacio y sus materiales”, indica el diseñador.
El espíritu maleable de Forty también se traduce en su carta, hecha con insumos locales y la promesa de cambiar cada cuatro meses. “La idea es trabajar con microproductores de la zona que estén dentro de un radio de veinte kilómetros”, cuenta De Rivero. “Desde que me mudé al Valle, entendí que el insumo que hay aquí no lo encuentras en ningún lugar del mundo. Su sabor, frescura, textura y potencia son espectaculares. Quería hacerle una oda”. Vegetales, hongos, tubérculos, carnes y quesos son los protagonistas de una cocina expuesta que recibe al comensal con una barra donde puede sentarse e interactuar con el chef. Completan la experiencia la exposición itinerante de artistas contemporáneos (en estos momentos, Yerko Zlatar) y un jardín posterior que alberga noches de música, cocteles, fiestas y más.
Forty cumple un año de ser la plataforma creativa de Roberto de Rivero. Un lugar en el que gastronomía, interiorismo, arquitectura y arte conviven todos los días, y en el que la rentabilidad de un restaurante no resta espacio a la libertad de transformar sus ambientes, su carta o su decoración. Al contrario: el diseño original de este regalo de cumpleaños es una llamada al cambio, a la mutación constante. Dueño de esa amplitud de posibilidades, Forty destaca como destino para disfrutar de buena comida, pero también promete ser una explosión de estímulos capaz de transformar al visitante.
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