En exclusiva para CASAS, Gonzalo de Aliaga abrió las puertas de su residencia dentro de la histórica Casa de Aliaga, situada en el corazón del Centro Histórico de Lima. El inmueble fue intervenido y remodelado por el arquitecto peruano Emilio Soyer Nash (1936- 2017) en la primera mitad de la década de los ochenta del siglo pasado.

Por Jorge Riveros Cayo
Fotos de Jaime Gianella

“Emilio Soyer fue uno de los arquitectos contemporáneos más importantes de la escena local. Buscó una modernidad propia que
integra la estética prehispánica
con las tipologías hispánicas,
combinadas libremente en un
lenguaje único”, explica Octavio
Montestruque, quien actualmente
realiza una investigación sobre la
obra de Soyer.

Caminaba por el malecón de Barranco hasta que llegué a la casa de Emilio, que era propiedad por el lado de la familia de su madre y que él puso en valor. Conversé con él y le pregunté si conocía la Casa de Aliaga. Me dijo que no. Lo invité para que fuera. Cuando la visitó, meconfirmó que era factible intervenirla y modernizarla para hacerla un lugar habitable, ya que la propiedad había sufrido graves daños con el terremoto de 1974. Así conocí a Emilio, a quien recuerdo como un hombre muy puntual y profesional”

Estas son memorias de Gonzalo de Aliaga Ascenzo, quien vive en un sector dentro del solar donde se alza la Casa de Aliaga, considerada la más antigua de las Américas. La residencia ha sido habitada por la misma familia de forma ininterrumpida desde que se inició su construcción, hace casi cinco siglos. “Yo viví mi infancia en Miraflores. Recién a los 12 años nos fuimos a vivir con mi familia a la Casa de Aliaga, cuando mi abuelo, Juan Pedro de Aliaga y Caballero, murió”, rememora Gonzalo, perteneciente a la decimosexta generación que habita la histórica casona. Se atribuye el origen de la edificación a Jerónimo de Aliaga Ramírez –el conquistador y compañero de Francisco Pizarro–, quien mandó construir su vivienda sobre las terrazas de un complejo piramidal que, según las crónicas, fue el palacete de Taulichusco, el cacique de uno de los señoríos situados en el valle del Rímac. Según recopiló el desaparecido arquitecto limeñista Juan Günther Doering, Pizarro encargó la nueva traza urbana tras la fundación de la ciudad de Lima, en 1535, a Diego de Agüero, señalando “la ubicación de los solares que ocuparían sus compañeros de armas más cercanos”. El conquistador otorgó a Jerónimo de Aliaga un solar –unos 2500 metros cuadrados o la cuarta parte de una manzana– inmediato al suyo, “lo que dice mucho de la gran estima que le prodigaba”, apuntó Günther.

Las teatinas ayudan a ganar luminosidad
en zonas que eran inicialmente oscuras por
la ausencia de ventanas. La intervención
de Soyer buscó dar funcionalidad a los
espacios y hacerlos más vivibles.

Gonzalo de Aliaga.

El conquistador otorgó a Jerónimo de Aliaga un solar –unos 2500 metros cuadrados o la cuarta parte de una manzana– inmediato al suyo, “lo que dice mucho de la gran estima que le prodigaba”, apuntó Günther. Casi medio milenio después, la casa solariega sigue respirando vida. Gran parte del inmueble está abierta al turismo desde 1977 –se puede visitar de forma privada y con previa cita–, salvo el sector donde habita Gonzalo de Aliaga y que fue convertido por Emilio Soyer en una zona habitable aparte.
“El área que ocupa mi residencia estaba arrendada al Ministerio de Educación”, recuenta Gonzalo. “Había un taller de artesanía integrada por vecinos del distrito del Rímac. Cuando ocurrió el terremoto de 1970, este espacio sufrió muchos daños considerables. La directora del taller me dijo que no tenían presupuesto para restaurarlo y que tenían que irse”. Fue entonces cuando Gonzalo decidió buscar a Soyer.

Gonzalo de Aliaga cuenta la siguiente anécdota: durante la intervención que realizó el arquitecto, Fernando Belaunde, quien ocupaba por esa época la residencia presidencial en Palacio de Gobierno durante su segundo mandato –vivía prácticamente al frente de la Casa de Aliaga–, visitó la casona colonial en un par de ocasiones para mirar los avances que lograba su “alumno” Soyer en la refacción del inmueble.

“Lo que un arquitecto intenta es mejorar la vida de las personas. Un edificio no es solo un edificio: puede ser el contacto con la naturaleza, puede ser el evento que une a la familia”, dijo alguna vez Emilio Soyer en una entrevista. Algo de ello se aprecia en la residencia de Gonzalo de Aliaga, oscura por naturaleza debido a la ausencia de ventanas, pero donde se supo buscar funcionalidad, respetando la relevancia histórica de la estructura. Así, por ejemplo, abrió entradas de luz emulando las teatinas coloniales y republicanas construidas sobre los techos.

Algunos de los ambientes que conforman
la residencia actual de Gonzalo de Aliaga
incluyen una sala de espera, escritorio,
sala principal, comedor y las habitaciones
donde vivió la familia después de
concluida la intervención.

A diferencia de los trabajos más conocidos que Soyer desarrolló en Lima, como el edificio Ajax-Hispania, el actual Museo de la Nación y Ministerio de Cultura (diseñado con Miguel Rodrigo Mazuré y Miguel Cruchaga Belaunde), o la renovación del MALI, la refacción de la Casa de Aliaga fue un proyecto de perfil bajo, del que no existe mucha documentación. Solo los espacios de la residencia sirven de mudo testigo de lo que logró el arquitecto.

Bosquejo realizado
por el dibujante
Enrique Rengifo, la
“mano derecha” de
Soyer, en palabras del
arquitecto Ernesto
Carmen Rivera,
quien también
trabajó en el mismo
equipo que realizó
el levantamiento
de toda la Casa de
Aliaga. Archivo Emilio Soyer Nash – Universidad de Lima

“La Casa de Aliaga fue un proyecto muy especial para Soyer”, asegura Octavio Montestruque, arquitecto de la Universidad de Lima que encabeza una investigación sobre la obra deSoyer gracias a la donación del archivo que realizó la familia en 2017.

“Hemos encontrado que la Casa de Aliaga estaba incluida en una lista de obras que iban a ser publicadas en un libro monográfico, que nunca se llegó a realizar, como parte de la colección colombiana SomoSur”, explica.

El arquitecto señala, sin embargo, que hay poquísimo material sobre las refacciones hechas a la casona.

“Lamentablemente, no hemos encontrado testimonios o reseñas de Emilio sobre la intervención”. Afortunadamente, hoy las paredes y el recuerdo de De Aliaga se mantienen como historia viva.

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