Con más de mil años de historia, fusiona tradición y estética contemporánea en piezas únicas, reflejando la maestría veneciana y su legado en cada creación artesanal.

Por Roque Saldias

El gremio de vidrieros venecianos carga con, al menos, once siglos de historia. Su aparición se sitúa aproximadamente a principios del siglo X; más precisamente, según documentos que prueban el trabajo del vidrio, al menos, desde el año 982. Sus técnicas fueron traídas de Bizancio durante las cruzadas, tiempo en el que la guerra hizo que muchos artesanos huyeran de Constantinopla y se establecieran en Venecia.

La tradición de los maestros vidrieros venecianos que han perfeccionado su arte desde el siglo X, fusionando técnicas ancestrales con la estética contemporánea.

Ya en 1271, la magistratura decidió reconocer oficialmente a los vidrieros como artesanos con derechos y deberes vinculados a su profesión; no obstante, veinte años después, los incendios que devastaron la ciudad cambiaron su situación privilegiada.

Pasado algún tiempo, se hizo evidente que el calor que emanaban los hornos, encendidos día y noche, inquietaba a las autoridades, quienes ordenaron a los vidrieros a que se instalaran fuera de la ciudad, siendo la principal la isla de Murano. A cambio, el comercio del vidrio quedaría protegido y garantizado por la República de Venecia, y se estableció un registro de artesanos para que los hornos pudieran ser utilizados solamente por vidrieros registrados en las oficinas estatales.

El vidrio es transformado en piezas que combinan belleza, historia y una conexión con la naturaleza.

Ya en el siglo XIII, Murano había logrado el monopolio del trabajo cristalero y su comercialización. Los artesanos gozaban de una especial protección por parte de la República. Tenían, por ejemplo, la facultad de portar espada, vincularse por matrimonio con las familias de clase alta e inmunidad frente al enjuiciamiento estatal. Como contrapartida, no tenían derecho de salir de la República de Venecia bajo ningún concepto.

Con estas medidas, lo que se buscaba era que se pudiera garantizar el monopolio de la fabricación del cristal en manos de los venecianos. Fue durante aquellos años que los maestros vidrieros desarrollaron infinidad de técnicas, tales como los vasos multicolores, el cristal de leche y la opalina. Y a partir de este momento, se convirtieron en el símbolo de la isla y sus productos empezaron a venderse por toda Europa como objetos de referencia y gran calidad.

El arte y el diseño, la innovación y la vanguardia creativa junto con la tecnología continuaron desarrollándose a través de los siglos, lo que dio vida a obras simplemente inconfundibles. Hoy, cada pieza de cristal de Murano es resultado del profundo conocimiento de los maestros vidrieros de su propia tradición, junto con el aporte de la estética contemporánea. Gracias a esto, se ha logrado una perfecta conjunción de elementos, mar y tierra, aguas dulces y salinas, materia y vapor, forma y color.

La continua evolución del arte veneciano, donde tradición y vanguardia se encuentran para crear objetos de pura poesía visual.

Cada colección que se produce hoy en la isla es un viaje, y sus objetos son un recuerdo de encuentros congelados en vidrio. En cada jarrón se encuentra un potencial poético, aunque se trate únicamente de una simple fusión de arena y golpe humano. En Murano, toda pieza es hecha a mano y, por tanto, es única y especial.

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