Calles adoquinadas, edificios de 1900 y un ambiente agitado por los viandantes. La elegancia del Hotel Bachaumont, renovado por la interiorista Dorothée Meilichzon, está a la altura del tradicional barrio en que se encuentra, en el centro histórico de París.
Por Laura Alzubide / Fotos de Paul Bowyer
En los años veinte, era uno de los hoteles de moda en París. Para los comerciantes, su ubicación era estratégica: en el barrio de Montorgueil, con sus bistrós rebosantes de vida, muy cerca del mercado de Les Halles. Luego, cuando este último fue demolido y trasladado a las afueras, las instalaciones del Hotel Bachaumont fueron ocupadas por una clínica. Y su tradicional glamour fue enterrado. Hasta que, hace algunos años, el empresario hotelero Samy Marciano lo compró con el fin de devolverle la vida. Y encargó a la diseñadora de interiores Dorothée Meilichzon –quien ya tenía experiencia en proyectos similares como el Grand Pigalle Hotel– su renovación.
“La idea fue dar un giro al estilo clásico parisino para concebir un hotel contemporáneo en línea con su ciudad y su barrio”, ha afirmado alguna vez la interiorista, quien trabajó durante tres años en el proyecto. “Estudio a fondo los detalles arquitectónicos y la historia del edificio. Su forma, la calle donde se encuentra. Mis proyectos tienen la necesidad de encajar en su barrio”, dijo en otra ocasión. Así, restauró la fachada, con el nombre del establecimiento tallado en la piedra, y el portal de fierro y vidrio. Los visitantes entran a través de un corredor cuyo piso, de mármol de Carrara, repite los patrones geométricos de la forja en blanco y negro. Vidrieras art déco y logos de neón ponen el acento en la identidad de unos ambientes vintage, a los que se ha dado un inesperado toque moderno.
Paleta cromática
Las áreas comunes se encuentran en la planta baja. En el restaurante de cocina abierta, entre los muros azules y bajo el gran tragaluz, destacan las mesas, que evocan un tablero de backgammon. En el bar del hotel, asientos aterciopelados, pufs redondos y barra de madera y latón. Mobiliario diseñado a medida y trabajado con artesanos. Arriba, cada una de las cuarenta y nueve habitaciones –entre las que se encuentran cuatro suites en el último piso– apuesta por la continuidad, una paleta cromática en sutiles espectros del azul: marino, verdoso o casi gris. Unos tonos que empatan con los materiales de preferencia de Meilichzon, entre los que se encuentran la madera, el mármol blanco y el terciopelo. Las cabeceras de las camas, tapizadas con telas de Pierre Frey, aportan la textura definitiva bajo la luz de las lámparas stilnovo.
Sin embargo, las intervenciones quizá más impresionantes del Hotel Bachaumont se encuentren en los baños. La interiorista recurrió a referencias del siglo XIX para encontrar una sugerente mezcla de refinamiento y amplitud. Y, de nuevo, jugó con los patrones visuales, una constante desde el corredor de la entrada. Lavatorios y tinas de cerámica con un corte clásico, pisos de arlequín, muros con diminutas losetas hexagonales. Para completar el viaje en el tiempo con las comodidades del presente.
Fotos: cortesía de Hotel Bachaumont
Artículo publicado en la revista CASAS #252