Al frente del estudio de diseño de interiores Love Is All, Verónica Olazábal y Esther Lasanta concibieron un espacio que es el resultado de una transformación no solo estética, sino también personal.
Por Stefano de Marzo / Fotos de Gonzalo Cáceres Dancuart
La historia de este departamento es también el relato de un proyecto personal. Es el logro de un equilibrio entre lo laboral y la vida interna. Sus detalles son íntimos, pero también abiertos y expresivos.
Verónica Olazábal y Esther Lasanta, diseñadoras detrás de Love Is All, se sintieron inspiradas por la dueña del departamento. Adquirir este espacio fue un gran paso para ella. Y, a continuación, se encontraba abocada a decorarlo como sus sueños siempre la habían hecho aspirar.
“El planteamiento inicial fue desarrollar cada espacio a partir de elementos orgánicos, que se sienta muy relajado e informal, con una paleta de colores neutrales, como el beige, el marrón y el blanco”, señala Olazábal.
Este es el eco de fondo. En él, resuena la vida actual de la dueña. Desde hace tres años se embarcó en un estilo de vida holístico y saludable. Este proyecto personal la ha llevado a practicar meditación y yoga, y a introducirse con conciencia en el universo de la nutrición ayurvédica.
Olazábal comenta que el espacio debía reflejar la mujer que la dueña era hoy. Pero que además fuera acogedor y funcional. Sobre todo, porque también sería su espacio de trabajo. Para ello se constituyó un espacio aparte, en otros tonos, quizás más serios, más prestos a la concentración.
Sencillo y armónico
Apenas se ingresa se presenta un atisbo de personalidad en el recibidor. Un mueble bajo con cajones de Casa Roselló, con cierto espíritu oriental, con flores y mariposas, captura la atención. Aunque no por mucho tiempo, porque un espejo triangular, con ángulos isósceles en perfecto equilibrio, hace levantar la mirada. Pareciera que flota sobre el papel tapiz de Rotonde, geométrico y sagrado.
La experiencia continúa en la sala y el comedor. En estos dos espacios, los acentos de color son en azul. “Su color favorito”, asegura Olazábal. Pero también hay texturas de maderas, una manta en el sillón de tres cuerpos de Cadaqués y otro papel tapiz.
A pesar de los diferentes patrones que se exhiben en la pared y en la alfombra, el espacio nunca se siente recargado. Hay armonía en los pequeños detalles que forman el conjunto. Como el jarrón de Fito Espinosa, el cuadro de Puna Estudio, el puf de Zara Home o los cojines de H&M que aportan algunos matices cromáticos.
Tanto la mesa de centro de la sala como la del comedor, comenta Olazábal, fueron compradas en tiendas por departamentos. Este segundo espacio es la otra cara, más limpia, del departamento. Un espejo rectangular con esquinas redondeadas y una butaca azul, importada por Love Is All, son el centro concéntrico de los demás muebles. Como los parantes y macetas.
Existe la sensación, siempre fluida, de que el ritmo se repite en el resto del departamento. Los cuadros gráficos en composición flotante en la sala de la televisión. Cojines, mantas, una mesa triangular a dos alturas. Continúa la paleta de colores en el dormitorio principal. El azul, esta vez, resalta en el cubrecama que, en palabras de Olazábal, “hace vibrar el ambiente”. Vibraciones que se sienten desde ahí hasta la puerta de entrada en un limbo versátil.
Artículo publicado en la revista CASAS #252