El escritor y periodista neoyorquino murió a las 87 años tras ser hospitalizado por una infección. Publicó novelas, cuentos y poesías, aunque su aporte más grande fue al periodismo, con una corriente literaria que lo cambió para siempre

Hablar de Tom Wolfe es hablar de un ícono, de una leyenda, de un tipo que cambió el mundo. Y, sobre todo, el periodismo. Escribir una noticia, una crónica o un ensayo periodístico tiene como premisa principal respetar siempre los hechos y la verdad. Pero Wolfe le agregó algo: ya que toda información es una historia, lo importante es contar la historia como se hace, por ejemplo, en las novelas: con personajes, una línea de tiempo, sucesos que cambian el devenir de las cosas.

La estrategia para que un texto periodístico tenga más vida y sea más atractivo consistía, según Wolfe, en «construir el texto escena a escena como en una novela; usar la mayor cantidad de diálogo posible; concentrarse en los detalles para definir a los personajes y adoptar un punto de vista para relatar la historia». Lo cual, a estas alturas de la vida, suena bastante evidente, pero en los años sesenta implicaba una lucha de ideas que cambió el periodismo desde su estructura misma. 

Wolfe escribió cuatro novelas, de las cuales dos fueron adaptadas al cine, aunque la que más éxito tuvo fue The Bonfire of Vanities, dirigida por Brian de Palma. Sus trabajos más memorables, sin embargo, son los que se pueden categorizar como los de no-ficción. Quizás el más relevante sea The Birth of the New Journalism: Eyewitness Report by Tom Wolfeen el que explora ya con profundidad lo que él ha catalogado como el Nuevo Periodismo, esa corriente literaria (o periodística; en esa duda está la gran riqueza del aporte del neoyorquino) de la que también fueron parte inmensos exponentes de la literatura y el periodismo norteamericanos como Norman Mailer, James Elroy y el extraordinario Gay Talese.

De hecho, Wolfe sostuvo durante un largo tiempo una íntima enemistad con Mailer -uno de los grandes escritores norteamericanos del siglo XX- sobre la que habla en esta deliciosa entrevista en El País. Entre muchas otras cosas, lo que le molestaba a Tom Wolfe era que muchos de sus contemporáneos se valieran del Nuevo Periodismo para exponerse a sí mismos como personajes de la historia: una suerte de periodismo Gonzo que Wolfe no miraba con buenos ojos. Sobre Mailer, dice en la entrevista mencionada: «Ah, Norman Mailer, descanse en paz. Su obra estaba tan distorsionada por esa insistencia suya en formar parte de la narración. Al menos tuvo la decencia de cambiar el yo por Norman Mailer cuando escribió sobre el alunizaje del Apolo XI». 

Tom Wolfe

Si es que hay una herencia valiosa que puede dejar alguien es un discípulo, y Tom Wolfe puede decir que ha tenido cientos. El mundo del periodismo ha cambiado para siempre gracias a él, y, a partir de hoy, que nos ha dejado, lo echará de menos con cada página que se publique.