El periodista Diego Salazar ha publicado “No hemos entendido nada”, donde así, en primera persona, analiza la incapacidad de los responsables de los medios de comunicación para adaptarnos a la profunda transformación que vive nuestra industria, la cual trastoca el modelo de negocio que todos conocíamos (y en el que nos encontrábamos tan cómodos).
Por Renato Velásquez (@velasquezrenato), editor de cosas.local.prueba:8890
Como cualquier editor web, mi objetivo diario se mide en números. Números de usuarios, de visitas, de tiempo de permanencia, porcentajes de rebote, tasas de conversión… Mi equipo y yo nos esforzamos por superarnos a nosotros mismos en búsqueda de algo que sobrevuela las redacciones digitales del mundo entero como un mantra: el tráfico. Pero, ¿por qué? ¿para qué?
Diego Salazar se hacía continuamente estas mismas preguntas cuando era editor multiplataforma de Perú 21. Comenzó a escribir sobre el tema en una columna del diario, que tituló “No ficción”, y luego decidió renunciar para dedicarse a tiempo completo a investigar y escribir “No hemos entendido nada”, un libro imprescindible para todos los que trabajamos en medios. Pueden leer algunos capítulos, actualizaciones y nuevas investigaciones en su blog.
En esta conversación, comparte con nosotros algunas de esas inquisiciones.
Mucha gente odió nuestra portada por Fiestas Patrias, donde aparecía la modelo peruana Alessia Rovegno vestida como un húsar de Junín. Y lo dejaron claro en cientos de comentarios en Facebook. Paradójicamente, cuanto más la detestaban y la atacaban en sus comentarios, el alcance del post se expandía cada vez más y más.
Al algoritmo, que cambia de cuando en cuando, lo que le interesa ahora es lo que ellos llaman “meaningful interactions”: que tú comentes. Durante una época, al algoritmo le interesaba que des “like”, luego fueron los compartidos… Como ya sabemos, y explico en el libro, en redes sociales la rabia, la ira, la indignación son emociones que funcionan mejor que otras para producir comentarios.
Bueno, la discusión, en sí misma, no tiene nada de malo…
Puede haber discusiones buenas y malas, alturadas y menos alturadas, lo que ocurre es que al algoritmo eso le da igual. Lo que le interesa es la discusión, no el nivel. Pongo un ejemplo que está en el libro: una periodista de BuzzFeed cuenta cómo un video que ella comparte empieza a generar una serie de comentarios de sus colegas, amigos y familiares y todos eran de odio hacia el video. Al algoritmo le da igual (al menos de momento, no sabemos qué podrá pasar mañana). Facebook cambia el algoritmo según sus intereses y lo curioso es que los medios no ven lo poco inteligente que es dejar tu modelo de negocio (o la producción de contenido) a merced de ese algoritmo sobre el que tú no tienes ningún control.
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¿Cómo enfrentaste a este monstruo cuando fuiste editor multiplataforma de Perú 21?
Creo que con bastante humildad. Lo primero que hice fue intentar comprender cómo funcionaba el diario y lo que se hacía en Internet. Esto ocurrió hace cuatro años, pero parece que fue la prehistoria porque hubo un montón de cambios, y el reto que nos pusimos con Juan José (Garrido, el director de Perú 21 en esa época; hoy director de El Comercio) fue elevar la calidad periodística. Por supuesto, esto chocaba con la demanda de tráfico de la parte comercial del diario. Esto no me ocurre solo a mí, sino a todos los editores web de medios. Evidentemente, es difícil conjugar esas dos necesidades, y eso es un poco sobre lo que hablo en el libro: uno de los problemas de la industria actual es que los intereses están desalineados.
¿Qué te parece la situación actual del periodismo digital en el Perú?
Primero que nada me gustaría saber quién hace periodismo digital en el Perú, qué medio realmente produce información periodística, que se ajuste a unos estándares mínimos de calidad. Se me ocurren muy pocos. Antes hablábamos de Ojo Público por un reportaje que publicamos con Gabriela Wiener, ahí tienes un ejemplo. No se me ocurren muchos más, la verdad. Y no esto no significa que no hay buen contenido, que sí lo hay. El problema es que la industria de medios no es un juego de sumas cero, que hagas un buen reportaje no esconde toda la basura que haces. Analicemos el caso de La República, por ejemplo. Hay investigaciones valiosas, pero es, probablemente, uno de los mayores productores de desechos tóxicos en la esfera de Internet peruana. Esta campaña, en teoría no intencionada, para azuzar la xenofobia contra los venezolanos, que llevo analizando hace medio año, es tremendo y no asumen ninguna responsabilidad y se excusan que Rosa María Palacios habla a favor de los venezolanos. ¡A mí qué me importa! ¿Entonces por qué no haces eso en tu diario? Y esto se puede decir de cualquier medio. Que hagas algo bien no esconde todo lo otro que haces mal. El diario como entidad ya no existe. Para la gente, El Comercio no es la página web, sino es el link que el amigo le pasó por WhatsApp. Entonces, si esa nota es basura, El Comercio, tu marca, es basura, porque en redes sociales y en Internet no hay contexto.
¿Se están tirando las marcas?
Las están destrozando. No solo ocurre aquí, ojo. Para empezar, la gente que ha visto tu edición impresa es menos, están muriendo, basta ver las cifras. Imagino que no recuerdas cuándo sido la última vez que leíste un periódico impreso. Para ti El Comercio, La República, no es la edición impresa… Lancé un ‘tweet’ hace un par de meses, sobre el que estoy escribiendo un texto largo: si mañana todas las páginas informativas en español que consumes deciden que se acabó y tienes que pagarles para consumir su producto, ¿a cuántas les pagarías?
A tres: a El País, El Comercio y alguno deportivo.
¿Y sentirías que estás siendo retribuido por tu dinero?
Si han cerrado todas, ni modo, tengo que enterarme de las cosas.
Digamos que ya no eres un ‘love brand’, sino eres ‘mi peor es nada’. Esa no es la relación que tenían los medios con la audiencia.
Lo más preocupante de esta reflexión es que pagando por El Comercio, pago por todos los medios de comunicación del país porque casi todos publican lo mismo. No hay agenda propia.
Si uno se pasea por redacciones –no solo en el Perú, esto es igual en todas partes– lo que tienes es gente escribiendo noticias mirando la tele, ¿no?
O googleando.
La agenda informativa del país la maneja Canal N y RPP. Por eso si sale Becerril a decir una tontería todo el mundo va corriendo a comentar o reproducir la tontería. ¿Eso es periodismo? ¿Esa es la relación que quieres tener con tu audiencia? A la que, evidentemente, en algún momento le vas a decir “págame”. No todo es así, pero que una parte grande lo sea, ya es grave.
Hoy en día, a través de las redes sociales, uno prácticamente elige todo lo que quiere consumir o el algoritmo elige basado en nuestros intereses. Uno no está expuesto a ese contenido de la misma manera en la que estaba expuesto en un periódico, porque si tú comprabas El Comercio o La República porque te gustaban las viñetas políticas, al lado estaba el editorial y al otro lado estaban los columnistas… Digamos que los leías o existía la posibilidad de que lo hicieras… pero hoy eso no existe, porque entras a esa nota, lees hasta la mitad, ves que está mal escrita (muchas veces), cierras la ventana y sigues con tu vida.
El modelo de negocio de los medios debería cambiar para no seguir en este círculo vicioso de los banners, que están muriendo. ¿Entonces es responsabilidad de la gente que tiene a cargo los medios de comunicación cambiar ese chip?
Sí, obvio, pero para eso tienes que conocer tu negocio. Tienes que entender qué hacías, qué haces y entender a tu audiencia. El negocio único se acabó, murió. No hay un solo medio digital en el Perú que sea rentable, ni lo habrá. ¿Para qué le vas a pagar a un medio por colocar un anuncio en digital si se lo puedes pagar a Facebook?
Tú señalas en el libro que Facebook ha cambiado completamente la manera de distribución de noticias y que los medios hemos colaborado…
De forma activa, ni siquiera por defecto, hemos sido cómplices. ¿Cómo? Diciendo: el algoritmo quiere videos, hacemos videos; el algoritmo quiere hacer ‘Facebook Live’, todos corren a utilizar esa herramienta. En un momento Facebook se dio cuenta que no era lo que habían imaginado y lo que hicieron fue ‘unplug’. Está ahí y a nadie le importa. De hecho, ¿cuándo recibiste la última alerta de ‘Facebook Live’? Ya ni te acuerdas. En un momento la alerta era obligatoria, pero ya no lo es. Facebook es un constante prueba y error de qué funciona y qué no. Crean cosas, te las ponen adelante y si los usuarios hacen más clics y los medios colaboramos, es fantástico.
Tengo miedo del SEO. https://t.co/4YHU6k0qGW
— Diego Salazar (@disalch) August 17, 2018
¿Ves innovación en los medios?
¿En el Perú? No. ¿Tú ves innovación? Cero. No hay innovación.
Uno puede decir mañana: “vamos a dejar de producir basura y vamos a publicar lo que intuyo que le interesa a mi audiencia, pero el tráfico va a bajar”. ¿Cómo le explicas eso al gerente comercial?
Que baje, ¿cuál es el problema? Me aburrí de estar en reuniones en las que se preguntaba: “¿Cuánto hemos vendido del tráfico que tenemos?” Hubo silencio. “No, es que hay que hacer mil videos más”. Llega un momento en el que dices “¿sabes qué? No”. ¡Se puede decir que no! Evidentemente no se trata de ser un héroe, yo soy un privilegiado, yo me pude ir. Me fui en términos amistosos, el director me apoyó, la gerencia me apoyó, yo soy un privilegiado. No le voy a pedir todo el mundo que haga eso, yo no pido héroes, porque yo sé lo sacrificado que es estar en una redacción y tener que responder a las demandas de un director, de un editor, etc. Mientras más abajo estás en la cadena alimentaria menor es tu respuesta, pero tu responsabilidad no disminuye tanto. Si tú lees el libro o mi blog, mis críticas están dirigidas a los responsables, quienes son los que toman las decisiones. ¿A un redactor? No.
¿Crees que hay una urgencia por detenernos los responsables de los medios a reflexionar un poco sobre todo esto?
Por supuesto. Cuando yo estaba en el diario, siempre decía una cosa: el día a día de cualquier redacción es apasionante, hay una adrenalina distinta. A cualquier persona que haya pasado por una redacción se le ha metido en el cuerpo esa sensación de urgencia e importancia. La verdad es que es muy emocionante, pero mi trabajo en el diario –y de cualquier rango alto en los medios– corre por carriles distintos. Tienes que tener cuidado con lo que publicas, sobre el momento, sobre el día a día. Antes tenías un cierre y hoy tienes varios miles de cierres al día. Pero, por otro lado, tienes que tomarte el tiempo necesario para ver el futuro. Hoy en día el director periodístico de un diario no solo es responsable de una línea editorial, sino es un jefe de marca. Hay que pensar en lo que se hace y pensar para hacerlo mejor.
Cambios en @el_pais, liderado por Soledad Gallego Díaz, @jmahrens, @monicaceberio y @borjaechevarria. Quizá el más importante de cara al futuro es esa "mesa de control de calidad" para el digital. El lunes la directora hablará con los lectores.https://t.co/tKzb2GBLxA pic.twitter.com/GWgHnWSWzh
— Diego Salazar (@disalch) September 8, 2018
Con todo lo que has investigado para el libro, ¿eres optimista respecto al futuro de los medios?
Sí. Los medios no van a desaparecer, van a cambiar; y el problema es que nos estamos resistiendo al cambio. Solo soy pesimista con respecto a una cosa: el acceso a la información hasta hoy era gratuito o muy barato. Eso te garantizaba una idea de ‘public record’: aquello que se publicaba en un medio pasaba a ser la historia del presente. No lo digo yo, lo dice Jay Rosen, un analista de medios de NYU. Esa idea está siendo atacada por instituciones como la presidencia Trump, pero también está siendo atacada por nuestra propia inepcia para entender qué significa esto. Antes podías asumir que en una sociedad democrática con una economía liberal, el acceso a información de calidad aceptable estaba más o menos garantizado. La industria de medios pre-Internet te garantizaba eso a través del modelo de pago por publicidad. Hoy en día eso ya no está garantizado, porque los medios que producían ese estándar de calidad ahora producen basura. Si uno quiere información de calidad, lo puede tener, pero va a costar mucho más de lo que costaba ayer. Mi temor es que la información de calidad se convierta en un bien suntuario, en un bien que esté restringido a muy pocos y eso tiene connotaciones para el futuro de la democracia y de la convivencia en sociedad.