En una investigación reveladora, el profesor y etnomusicólogo Fred Rohner nos presenta a la Guardia Vieja, una generación de músicos de clases populares que utilizó el vals como una manera de reivindicarse socialmente: los grandes predecesores de figuras tan importantes como Felipe Pinglo Alva y Chabuca Granda, entre otros.

Por Dan Lerner

La Lima de finales del siglo XIX era, por supuesto, muy distinta a la de nuestros días. Se trataba de una sociedad que empezaba a autodefinirse y, por lo mismo, a diferenciarse de las demás. Evidentemente, las diferencias sociales entre clases eran también abismales –eso, quizás, no es tan distinto a lo que vivimos hoy–, y el panorama sonoro de la ciudad es un elemento sumamente interesante para analizar las relaciones de clases en la capital de una joven República que recién empezaba a reconocerse como tal.

Partitura de “Unión Chalaca N°1”, de Alberto Sormaní.

La Guerra del Pacífico terminó por hundir la autoestima nacional: el Perú –y, en buena medida, Lima– era una ruina, y la búsqueda de construcción de identidad nacional era sinuosa. En este marco, nació una generación de músicos de origen popular que quiso demostrar –más consciente que inconscientemente– que también podían alcanzar formas de ciudadanía que, en principio, tenían vetadas.

En “La Guardia Vieja. El vals criollo y la formación de la ciudadanía en las clases populares (1885-1930)”, Fred Rohner muestra que la adopción del vals por parte de las clases populares en Lima no era simplemente una cuestión de moda, sino que les había dado algo más: la oportunidad de representarse frente al otro de distintas formas.

En una investigación reveladora, el profesor y etnomusicólogo Fred Rohner nos presenta a la Guardia Vieja.

Modernos, patriotas y letrados

Según la investigación, los músicos de clases populares que adoptan el vals como manifestación musical predilecta lo utilizan para mostrar tres grandes valores que las élites no veían en ellos: que podían ser modernos, patriotas y letrados. La clase alta limeña sostenía que las clases populares anclaban al Perú en un pasado tortuoso y provinciano, mientras que ella era la única capaz de traducir la herencia europea en modernidad, sofisticación e inteligencia.

Es por eso que, a través de sus canciones, los integrantes de la Guardia Vieja planteaban alegorías de la modernidad que les permitieran representarse ante las clases dominantes como ciudadanos modernos. Por ejemplo, Rohner nos cuenta que había una serie de canciones que hablaban sobre marcas de autos. Recordemos que, a finales del siglo XIX y principios del XX, no era usual que una persona de clase popular supiera de marcas de automóviles que probablemente ni siquiera había visto.

Miguel Almenerio en reunión de amigos.

Se trataba de canciones en las que se podían citar treinta marcas de autos, o en las que se hablaba de las conquistas del cantante en el flamante ferrocarril. En suma, muchos elementos que hacían explícita alusión a la modernidad. Era una declaración: “La modernidad nos deslumbra y la conocemos”.

Según Rohner, “esto forma parte de una negociación no pactada: es una representación que va a oficiar una negociación de que eso es lo que forma parte de ser un sujeto que está integrado. Lo ves en cómo están vestidos: cuando ves cómo es el estilo de vestir del siglo XIX en las acuarelas de Pancho Fierro y, de pronto, veinte años después, ves a estos músicos con terno, y ya no solamente en las fotos más públicas, sino en sus fotos de casa, de familia, notas la diferencia”.

Estudiantina Chalaca.

Otra manera de representarse como modernos tenía que ver con la forma en que habían oído las canciones que luego reinterpretaban: a través del disco, un soporte que, para la época, era un elemento al que básicamente solo podían tener acceso los más pudientes. Resulta, pues, que no era del todo cierto, y que los integrantes de la Guardia Vieja también debían mucho de su repertorio a los discos que habían oído.

El segundo elemento que asocia Rohner como fundamental en esta negociación no pactada es el del patriotismo. Ricardo Palma y Manuel González Prada sostenían que una de las razones por las que Chile había ganado la guerra era que los soldados de clases populares habían abandonado el campo de batalla sin disparar un balazo. Los músicos, para destruir ese mito, empezaron a alterar canciones antiguas de la Independencia y de la Confederación, de manera que ellos se vieran representados en ellas como los triunfadores de la guerra o, en el peor de los casos, como combatientes ejemplares.

Chabuca Granda (1920-1983) es la máxima exponente del criollismo.

Por último, el tercer valor que los miembros de la Guardia Vieja quieren mostrar a las clases dominantes es el de ser letrados. Recordemos que en 1895 se quitó el voto a las personas analfabetas, de manera que el afán de reivindicación era lógico y necesario.

“El mostrarte educado es algo que estaba en las bases de lo que te convertía en ciudadano”, sostiene Rohner. Si bien la mayoría de músicos de clases populares no había tenido acceso a una buena educación, sí se las había arreglado para leer y educarse en otros espacios de socialización, como los sindicatos. Aunque muchos estudiosos de la literatura más canónica sostienen que el vals representaba una suerte de poesía menor, lo cierto es que una gran variedad de sus canciones estaba inspirada en poemas clásicos, lo que habla de músicos que buscaban constantemente tener más conocimiento. “Ella me dijo no me celes / que yo dichoso leo papeles / donde declares tu fiel amor”, sostiene un vals de la época. 

Unidos por la música

Portada de rollo de pianola del vals “Moraima”.

Una cuestión particularmente interesante acerca de la Guardia Vieja es que se trata de una generación musical y no cronológica. De hecho, hay músicos que nacieron en 1852 y otros en 1890, lo cual habla de dos o, incluso, tres generaciones. “Lo que hicieron, por más que nacieron en épocas distintas, es que dejaron de utilizar las formas musicales que se consideraban criollas en el siglo XIX, y las cambiaron por el vals. Este cambio los volvió parte de una generación”, sostiene el autor.

También es revelador que la gran mayoría de los integrantes de la Guardia Vieja no sean conocidos individualmente. Debido, entre otras cosas, a que muchos de ellos murieron muy jóvenes, y también a que habían nacido en épocas distintas, hay un elemento mítico alrededor de esta generación musical. Los herederos de esta tradición sí que se hicieron conocidos, a diferencia de sus predecesores.

Felipe Pinglo Alva (1899-1936) continúo con el legado de la Guardia Vieja.

Es el caso, por ejemplo, de Felipe Pinglo Alva, que puede ser considerado parte de la generación siguiente o la que cierra la Guardia Vieja. Pinglo, de hecho, frecuenta a varios de sus mayores, y reconoce su herencia en algunas canciones. “La Guardia Vieja son los muchachos de ayer”, dice Pinglo en una de ellas, y es innegable que otros grandes representantes del vals, como la gran Chabuca Granda, también son hijos de esta generación musical.

Muchos músicos criollos hablan de la Guardia Vieja como si hubiera sido el momento fundacional del criollismo; como si antes no hubiera existido nada. No es del todo cierto, pero sí dice mucho de la importancia de una generación sobre la que aún queda mucho por descubrir. El tiempo les dará el lugar que merecen.