Con motivo del proyecto anunciado por el alcalde Jorge Muñoz de recuperar el Centro Histórico de Lima, conversamos con Vladimir Velásquez, director del programa cultural Lima Antigua, quien habla sobre la importancia de conservar un patrimonio fotográfico de la ciudad, y con el arquitecto Aldo Facho, quien reflexiona sobre las posibilidades del crecimiento urbanístico de Lima.

Por Manuel Coral González Fotos Cortesía Vladimir Velásquez

Es increíble pero cierto: a mediados del siglo XX, Lima solo tenía cerca de dos millones de habitantes. El límite de la ciudad comprendía –tal como hoy lo conocemos– al distrito de San Martín de Porres por el norte y San Juan de Miraflores por el sur, mientras que en los confines de la urbe se encontraban chacras de cultivo o inmensos arenales en los que no crecía ni una sola flor. Por esos años, el Centro de Lima comenzaba a llenarse de a pocos de los primeros ambulantes que ofrecían sus productos a los transeúntes, los cuales eran alejados por los policías de la Plaza San Martín y del Jirón de la Unión –que poseía balcones barrocos hermosamente decorados–, lugares que eran concurridos todavía por la mayoría de empresarios que tenían negocios en este lugar o estudiantes de la escena universitaria de la época. La mayoría de familias de mayores recursos económicos acudía a comprar sus víveres en Supermercados Monterrey o paseaba por las Galerías Boza, que fueron las primeras en la ciudad en estrenar escaleras eléctricas.

Escena emblemática. El óvalo de Miraflores en la década de 1960, antes de la transformación del Parque Kennedy.

Durante esos años, los clubes sociales de Lima tuvieron una época dorada: por ejemplo, el Country Club en San Isidro era el lugar donde se reunía la comunidad británica residente en el país para jugar golf. Mientras tanto, en los lujosos salones del Club Nacional se celebraban cocteles en honor a los personajes más ilustres de la ciudad. También, durante esa época, el Club Waikiki de Miraflores era el centro de esparcimiento y reunión de los primeros surfistas de Lima, entre los que resaltaba la figura de Carlos Dogny, personaje que tenía la fama de haber dado treinta y nueve veces la vuelta al mundo, además de ser considerado uno de los hombres más ricos del país.
Es poco conocido, pero, al mediodía y a las seis de la tarde, el reloj ubicado en el Parque Universitario, y obsequiado por la colonia alemana en honor al primer centenario de la Independencia del Perú, hacía vibrar sus campanas con la primera estrofa del Himno Nacional.

En la actualidad, es necesario esforzar la imaginación para poder recrear alguna de estas escenas: hoy solo quedan rastros frágiles de lo que un día fue la ciudad. Rastros que se pueden ubicar en recortes de revistas, libros de historia o, también, en el archivo de Vladimir Velásquez, director del proyecto cultural Lima Antigua, quien se ha encargado de reunir un amplio material fotográfico –entre otros, elementos como revistas o monedas– de diversos lugares de la capital que, en algunos casos, han desaparecido de la geografía urbana.

El coleccionista. Vladimir Velásquez posee entre siete mil y ocho mil piezas de colección en su archivo.

“A partir del año 2008 empiezo a comprar e intercambiar fotos y archivos con amigos coleccionistas. Mi intención, al momento de publicar las fotografías, siempre tuvo un sentido pedagógico: quisiera que la colección fuera más que un conjunto de piezas de culto, y que estas, en cambio, sean herramientas que ayuden a la construcción de una identidad”, explica Velásquez.

Para él, las fotografías que conserva cumplen un rol importante en la memoria colectiva, ya que son las pruebas de la riqueza arquitectónica y patrimonial que alguna vez tuvo Lima y cómo esta interactuó con los ciudadanos. “Para mí, cada foto es como una pieza de un gran rompecabezas. Si uno necesita armar la línea de tiempo de la ciudad, es importante que tenga la mayor cantidad de elementos posibles. Creo que, en la medida que va desapareciendo el patrimonio histórico de Lima, las fotos cobrarán un mayor valor, porque habrá un registro que muestre todo aquello que se ha perdido”, reflexiona el coleccionista.

Memoria rimense. Fotografía del puente Balta y el río Rímac, en la década de 1960.

“Lima, en las últimas décadas, ha crecido de una forma desordenada y caótica. La informalidad ha contribuido a que, por ejemplo, los edificios que rodean la Plaza Dos de Mayo, que fueron construidos hace casi un siglo, sean utilizados como hostales, cantinas o ferreterías. A la fecha, ya se incendiaron dos de los ocho edificios que rodean la plaza”. Un panorama complicado que, para Velásquez, solo acelera la desaparición continua del patrimonio y la memoria de la ciudad.

Perspectiva a futuro

“Lo que hoy vemos como historia en algún momento fue el presente”, dice Aldo Facho, arquitecto y especialista en urbanismo, y magíster en Desarrollo Sustentable por la Universidad de Lanús de Argentina, quien cree en la posibilidad de lograr un equilibrio entre las innovaciones urbanísticas y las infraestructuras históricas de una Lima que, día a día, se transforma. Sin embargo, desde su perspectiva, “estamos atascados en metodologías del siglo pasado, que conciben a las ciudades como entes estáticos”.

Facho recuerda que, a inicios del siglo XX, se intervino el Centro Histórico de Lima en busca de renovar la imagen de nuestra capital frente al mundo, lo cual implicó que muchos edificios fueran demolidos y se destruyeran importantes espacios urbanos con el fin de dar paso a avenidas y paseos urbanos. “Las características arquitectónicas que se han perdido a lo largo de estos años han sido, sobre todo, las de la escala humana y la peatonalidad”, opina.

Foto de colección. Desfile por el Centenario de la Independencia del Perú en 1921. Ese año la Plaza San Martín fue inaugurada por el presidente Augusto B. Leguía.

Si bien tiene consideración por el patrimonio y la memoria histórica de la ciudad, Facho cree que estos no deberían interferir en el desarrollo metropolitano y urbano de Lima, sino que, al contrario, deberían beneficiar directamente a la vida cotidiana de sus habitantes. “Creo que preservar la historia de nuestras ciudades es importante, siempre y cuando no nos perjudique en el desarrollo de nuestro presente y la proyección de nuestro futuro”, enfatiza.

Según el urbanista, es importante conocer cuáles son realmente aquellos elementos representativos de la ciudad, los mismos que deberían preservarse, pues estos son “anclas que ayudan a construir las sociedades del futuro” y, sobre todo, un eje importante para conocer las raíces de donde proviene nuestra identidad como ciudadanos.
“Creo que, en algunos casos, de nada nos sirve preservar edificios sin gente, o que las personas que han heredado esa memoria se vayan, porque el costo de restauración y mantenimiento del patrimonio es tan elevado que se hace inviable. Para mí, ese es el punto central y, quizá, el más importante de la discusión sobre preservación de patrimonio que poseemos”, refiere Facho, quien también considera que deberían importarnos aquellas expresiones culturales inmateriales, como las tradiciones que han sobrevivido hasta nuestros días.

En la memoria. Foto del desaparecido Edificio Limatambo, construido en 1953, entre las avenidas Javier Prado y Paseo de la República.

Por ello resulta fundamental la tarea que viene realizando el Programa Municipal para la Recuperación del Centro Histórico de Lima (Prolima), institución encargada de la gestión, recuperación, reactivación y promoción del desarrollo sostenible del Centro, así como de su legado histórico y cultural. Si bien todavía no abundan los detalles sobre el plan de recuperación del Damero de Pizarro, todo apunta hacia un Centro Histórico renovado, mayoritariamente peatonalizado y concebido para recibir a nuevos inquilinos.