Lucía Acurio, presidenta de Propósito Perú: Cero niños sin aprender al 2030, reflexiona sobre la importancia de la tecnología en el aprendizaje escolar.

Por Manuel Coral González

Lucía Acurio la tiene clara: “La educación debería ser el eje de desarrollo y formación del Perú hacia la prosperidad, pero estamos lejos de convertirla en un eje clave. ¿Qué ha sucedido? El último reporte sobre educación del Banco Mundial habla de la ‘crisis del aprendizaje’. Esta se refiere a que escolaridad no es sinónimo de aprendizaje”, advierte la especialista, quien además es hermana del célebre chef Gastón Acurio.

Educación tecnológica

Sobre la base de su experiencia en el Ministerio de Educación, ¿cuál es el panorama en el que se encuentra la inclusión tecnológica en nuestro país?

Podemos decir que existe una buena intención, que comenzó hace unos años. Tal vez se cometieron errores al pensar que equipando los colegios con computadoras se estaba avanzando. Pero, si no hay un proyecto educativo claro, con objetivos sobre cómo el uso de la tecnología ayudará a lograr estas metas, tenemos un problema grave. Todos los aspectos relacionados con la educación tienen que pasar por definir claramente lo que se hace de y con tecnología. Hemos fallado en cómo usar e implementar la tecnología al servicio de la educación.

Lucía Acurio trabajó como directora nacional de Innovación Tecnológica del Minedu entre 2016 y 2017.

¿Cuánto tiempo podría tardar que el sistema educativo en el país se adapte a este cambio?
Si queremos pensar en un país digital, tenemos que pensar en un país inteligente. Y con esto me refiero a la relación con la inteligencia digital, con la que tenemos que convivir a diario. Para transformar la educación, tenemos que avanzar en los niveles de innovación y experimentación, lo que abarca desde estudiantes hasta docentes.

Ciudadanía digital

Durante sus años de trabajo en el Minedu, Acurio se percató de un problema que no contaba con soluciones estatales. “Según cifras de la ONU, en el Perú hay más de quinientos mil niños que quedan excluidos de la educación debido a la pobreza extrema que padecen”, explica. Por ello, cuando dejó el Minedu, decidió crear el proyecto Propósito Perú: Cero Niños sin Aprender al 2030, el cual tiene como meta “crear un modelo educativo que llegue a los hogares de las familias más necesitadas” y que pueda ser replicado y adoptado como política gubernamental.

¿Cómo se planea desarrollar Propósito Perú?

Este modelo tiene cuatro aspectos: el primero es colocar un dispositivo tecnológico en cada casa, el cual será compartido por toda la familia y permitirá explorar y descubrir nuevos conocimientos de manera interactiva y didáctica. El segundo es el que compete a los miembros de la familia directamente: debe haber entre ellos una retroalimentación mutua de los conocimientos adquiridos y, además, se deben reforzar los hábitos de estudio en los hogares. El tercero consiste en la presencia de lo que hemos llamado “chasqui-profe”, el cual monitoreará el proceso de aprendizaje de cada familia visitándola cada cierto lapso de tiempo. Es un gran desafío, porque este profesor no solo deberá acompañar el proceso de aprendizaje, sino que tendrá que aprovechar de la mejor manera las pocas horas que dedicará a cada familia. Y, finalmente, la utilización de los tambos estatales que existen en las comunidades de nuestro país, donde los niños y sus familias deberán asistir una vez por semana para evaluar las aptitudes aprendidas hasta ese momento y conectar con los miembros de la comunidad.

En 2016, se aprobó en el Perú la “Estrategia nacional de las tecnologías digitales en la educación básica”, la que tiene como objetivo desarrollar la inteligencia digital de los estudiantes.

¿Cuáles considera que son los objetivos a priorizar a puertas del Bicentenario de la República?

Es clave educar a los peruanos como ciudadanos digitales. Es decir, estimular la inteligencia digital en cada persona, lo que significa reflexionar sobre cómo vive cada uno frente a los retos de la transformación digital que experimenta el mundo. Es simple: o nos subimos a las transformaciones exponenciales que plantea la educación digital o desaparecemos del mapa.