El próximo 6 de octubre se cumplirán cien años de la muerte de Ricardo Palma, una de las figuras más importantes de nuestra historia republicana. Además de creador de un género literario, Palma fue un patriota que será recordado por la reconstrucción de la Biblioteca Nacional del Perú, expoliada por el ejército chileno durante la Guerra del Pacífico.

Por Renato Velásquez Fotos Sanyin Wu

Escritor, bibliotecario, contador, académico de la lengua, historiador, poeta, dramaturgo, periodista, crítico literario, filólogo… Ricardo Palma fue muchas cosas en su larga vida: vivió 86 años, en épocas en las que la esperanza de vida promedio rondaba los 60. Eso le permitió conocer a gente que había vivido los años finales de la Colonia y a soldados que habían batallado en Junín y Ayacucho, además de vivir en carne propia la tragedia de la Guerra del Pacífico y la dolorosa reconstrucción.

Patriota.
Ricardo Palma luchó durante 29 años por reconstruir la Biblioteca Nacional, expoliada y convertida en caballeriza por el ejército chileno.

Palma nació el 7 de febrero de 1833 en el seno de una familia humilde. Su padre era mercachifle de telas y su madre desapareció cuando él tenía apenas 9 años. Creció en una casona de la Calle del Puno, hoy jirón Ayacucho, que estaba ubicada en la misma manzana que los calabozos de la Santa Inquisición.

Durante su juventud, se desempeñó como oficial administrativo de la Armada. Sirvió en el primer buque a vapor de Sudamérica, con el que naufragó frente a las costas de Ica en 1855. Se dice que tuvo un comportamiento heroico y ayudó a rescatar a algunos de los veintidós sobrevivientes, con los que vagó desorientado durante varios días a través del desierto de Ica, hasta que llegaron al valle de Acarí, donde comienza su tradición “Orgullo de cacique”.

La guerra con Chile

El director de la Casa Museo Ricardo Palma, Guillermo Guedes, cuenta que “en la aciaga mañana del 15 de enero de 1881, Palma se dirige con otros vecinos (empleados, cocineros, empresarios, abogados, estudiantes de San Marcos, entre otros vecinos) al Reducto Número 2, donde forma parte del Batallón Número 4. Palma es herido en el brazo (lo dice en una carta), y luego sufre los rigores de la ocupación chilena: fusilamientos, azotes, carta blanca para violar y robar”.

Retrato de familia.
Ricardo Palma, rodeado de su familia, en su casa de Miraflores, que actualmente se está reformando para convertirla en un museo interactivo.

Palma vivía entonces en la calle Centro (hoy Manuel Bonilla) de Miraflores, que ardió en llamas presa del fuego que consumía toda la ciudad. Allí se perdió el manuscrito de su obra “Los marañones”, donde contaba las aventuras del rebelde español Lope de Aguirre, cuya vida años más tarde inspiraría la película “Aguirre, la ira de Dios”, de Werner Herzog, protagonizada por Klaus Kinski.

En 1883, fue nombrado director de la Biblioteca Nacional del Perú, que el ejército chileno había convertido en caballerizas.

“Allí se dan dos fenómenos. Expolio, es decir, un robo sistematizado y organizado por los intelectuales chilenos Toribio Medina y Benjamín Vicuña McKenna, quienes habían vivido en Lima, de decenas de miles de libros y manuscritos de valor incalculabe, como los ‘Anales de la Inquisición’, los archivos de los virreyes, los archivos de Torre Tagle, muebles y cuadros. Y, luego, la soldadezca roba lo restante”, indica Guillermo Guedes.

Ícono
Además de bautizar con su nombre una calle, una clínica, una universidad y hasta un pueblo de Chosica, Ricardo Palma apareció en el billete de 500 mil intis, cuando los peruanos éramos “millonarios”. Sus objetos personales serán mostrados con una nueva museología cuando se reinaugure su casa de Miraflores, actualmente en reformas.

Palma dedicaría 29 años de su vida a reconstruir la Biblioteca Nacional, ubicada en la avenida Abancay, donde vivía con su esposa y sus hijos en un departamento montado dentro del mismo edificio.

El bibliotecario mendigo

Palma recurrió a todos los vecinos de Lima para volver a nutrir de textos la casi inexistente Biblioteca Nacional, pero también escribió a amigos e instituciones en el extranjero para conseguir donaciones. En sus cartas contaba todos los horrores que vivía Lima, y alguna de ellas fue publicada por periódicos de otros países. Recordemos que él era un intelectual reconocido internacionalmente. Representó al Perú en la conmemoración de los 400 años del descubrimiento de América que se celebró en España, donde leyó el discurso de clausura ante el niño rey Alfonso XIII y la reina regente María Cristina.

Valor histórico.
Sus objetos personales serán mostrados con una nueva museología cuando se reinaugure su casa de Miraflores, actualmente en reformas.

“Una de esas cartas no supera la censura de correo, y por eso lo detienen y lo mandan a la sentina de un buque chileno acoderado en el Callao, una mazmorra húmeda en el fondo del casco de la nave donde hay ratas y agua empozada”, cuenta Guedes.

Por otro lado, Palma compraba libros sustraídos por los soldados chilenos para reincorporarlos a la biblioteca. Fue el caso de un libro esotérico atribuido a José de San Martín, a la sazón fundador de la Biblioteca Nacional. En una nota puede leerse: “Este libro lo compré a un soldado chileno por 5 pesos, y lo repongo a la Biblioteca Nacional”.

Las tradiciones

Durante todos esos años, Ricardo Palma escribió lo que sería considerado su obra maestra y gran legado: las tradiciones. Se trata de aproximadamente cuatrocientas narraciones cortas con una estructura que los palmistas han dividido en introducción, parrafillo histórico, desarrollo de la anécdota y conclusión.

Las tradiciones recrean vívidamente los últimos años de la Colonia y la naciente república. Hablan de toros, heráldica, virreyes, esclavos, indios, caciques, las tapadas limeñas, curas, conventos, las acequias, medicina, astrología y un largo etcétera. Hay tradiciones que hablan de la Perricholi, Giuseppe Garibaldi, San Martín, Bolívar…


Ricardo Palma no careció de enemigos durante los convulsos años posteriores a la Guerra del Pacífico. 

De acuerdo con el crítico literario José Miguel Oviedo, en “Don Dimas de la Tijereta”, Palma llegaría al dominio del estilo que lo caracterizaría en el futuro. Un relato corto con buenas dosis de humor y pícaras descripciones. Por ejemplo:

“Doña Claudia Orriamún era, por los años de 1640, el más lindo pimpollo de esta Ciudad de los Reyes (…). Era una limeña de aquellas que cuando miran parece que premian, y cuando sonríen parece que besan” (“Una vida por una honra”).

En 1872 aparece el primer volumen de sus “Tradiciones”, que llegarían a formar una serie de doce libros. En 1925, fueron corregidas por el autor y publicadas en versión definitiva. “Palma inventa un género literario, e introduce algo que hasta entonces había sido desdeñado: el humor”, apunta el escritor Fernando Ampuero, quien considera que su obra, junto a la de otros escritores contemporáneos como Alfredo Bryce Echenique, desciende en línea directa de la tradición palmista. “Es nuestro padre”, reconoce el autor de “La bruja de Lima”.

Enemigo íntimo
El más notorio de ellos fue el escritor y polemista Manuel González Prada, a quien Leguía nombró como su sucesor al frente de la Biblioteca Nacional del Perú.

“La tradición”, decía el propio Ricardo Palma, “es la forma más agradable que puede tomar la Historia… La Historia es una dama aristocrática y la tradición es una muchacha alegre”.

Además de sus tradiciones, Palma es reconocido por su ensayo histórico “Anales de la Inquisición de Lima”, en el que cuenta que el francés Mateo Salado (quien vivía en la huaca que hoy toma su nombre) fue uno de los primeros ajusticiados por esta terrible institución, probablemente porque confundieron su esquizofrenia con una compactación satánica.

Cien años, casa nueva

Los especialistas están de acuerdo en que, cien años después, la obra de Palma sigue tan fresca como si hubiera sido escrita ayer. Su figura es tan destacada que no en vano existen avenida, clínica, universidad, biblioteca y un centro cultural que llevan su nombre. Incluso, hay un pueblo cerca de Chosica que se llama Ricardo Palma.

En casa.
Palma se retiró durante los últimos años de su vida a Miraflores, que él llamaba “el pueblito poético”. Varias tradiciones están fechadas allí.

Sin embargo, para Guillermo Guedes, el mejor homenaje que se le podría rendir ya se encuentra en construcción: la reforma de la casa donde el escritor vivió sus últimos años (calle General Belisario Suárez 189, Miraflores), con el objetivo de convertirla en un museo con tecnología de punta, que sirva para difundir aún más su obra y acercarla a las nuevas generaciones.

“Gracias al empeño del alcalde de Miraflores, Luis Molina, la casa contará con una museografía interactiva que permitirá a los visitantes conocer más a fondo la obra de Ricardo Palma, quien alquiló esta casa luego de renunciar a la Biblioteca Nacional. Él vino a pasar sus últimos años a Miraflores, al que llamaba ‘el pueblito poético’”, indica Guedes.