Después de cinco años de silencio, Selena Gómez vuelve a lo grande con “Rare”, su tercer disco.
Por Raúl Cachay
Hubo un tiempo en que los medios vivían obsesionados con las llamadas ‘princesas del pop’, que casi siempre compartían las mismas características: desde Britney y Christina hasta Miley y Demi, todas eran adolescentes que proyectaban una imagen construida por terceros e interpretaban canciones que habían sido compuestas, casi sin excepciones, por hombres treinta o cuarenta años mayores.
Las cosas han cambiado. De hecho, tenían que hacerlo. Las estrellas del pop en el mundo post ‘Me Too’ ya no quieren ser vistas como ‘princesas’. “Rare”, el tercer disco de Selena Gomez, quien en la última década ha debido sobrevivir a desplantes y dolencias gravísimas, como la insuficiencia renal que la forzó a ser sometida a un transplante de riñón en 2017 y, claro, Justin Bieber, es una buena prueba de ello: es un trabajo en el que la artista de 27 años canta con madurez y una honestidad por momentos desarmante, y que de inmediato la posiciona a años luz de distancia del pulquérrimo paradigma de Disney que marcó sus primeros años en la industria.
Coautora de las trece canciones de «Rare», Gomez ha vuelto a editar un álbum después de cinco años de silencio, y su retorno no ha podido ser más auspicioso. El mejor disco de su carrera, sin duda, pero también un lanzamiento de música pop contemporánea e inteligente que seguramente terminará figurando entre las producciones comerciales más trascendentes del año.