En la última edición de la Bienal de Arquitectura de Venecia, el enfoque social orientó la mirada. Los pabellones nacionales expusieron casos locales desarrollados a través de ideas que combinan utilidad, economía y estética para plantear soluciones a la vida contemporánea. Un repaso por las mejores propuestas.
Por Rebeca Vaisman
La mención otorgada al pabellón peruano, en reconocimiento a su exposición del Plan Selva en la Bienal de Arquitectura de Venecia, merece ser celebrada. Pero existe otra presencia peruana que ha acompañado al evento desde su concepción, quizá inadvertidamente: en el afiche oficial, aquel utilizado para compartir su esencia, la imagen de la arqueóloga Maria Reiche trepada en una escalera de aluminio, elevándose sobre el desierto de la costa peruana, sobre las líneas de su querida Nazca, fue elegida para representar el espíritu de la reunión. “Parados sobre el suelo, las piedras no tenían ningún sentido; eran solo grava común. Pero, desde la altura de esas escaleras, las piedras se convertían en ave, jaguar, árbol o flor”, escribió Alejandro Aravena, director de la Bienal, en su texto introductorio. “Quisiéramos que la Bienal de Arquitectura 2016 ofrezca un nuevo punto de vista, como aquel que tenía Maria Reiche sobre las escaleras”.
Perspectiva. Éxito. Aprendizaje. Eso quiso Aravena. Si bien este no ha sido el único año en el que el tema social ha sido explorado, en esta ocasión fue el eje de las propuestas, y determinó los conceptos y los parámetros del evento. “Hablemos de cosas difíciles, de controversias y de qué hiciste para hacerte cargo”, explicó en su momento el arquitecto chileno sobre el título elegido, “Reportando desde el frente”. Así, la Bienal 2016 discutió sobre desigualdad, migración, saneamiento, escasez de la vivienda, delincuencia, tráfico, contaminación y participación de las comunidades. “Ha gatillado temáticas que son discusión de las sociedades, no de los arquitectos”, asegura Aravena. Y esa era su principal intención.
Los pabellones premiados
España se llevó el León de Oro a la Mejor Participación Nacional por segunda vez; la primera fue en el año 2000. La exposición “Unfinished” reunió la obra de más de medio centenar de estudios españoles que han afrontado la crisis económica, “poniendo a prueba su conocimiento, exigiéndole más a su talento, renunciando a grandes beneficios económicos y mostrando preocupación social”, en palabras de Anatxu Zabalbeascoa, periodista del diario “El País” de España. El León de Oro en la Muestra Internacional “Reportando desde el frente” fue para Gabinete de Arquitectura, de Paraguay, y su estructura de ladrillo y cemento que se cuestiona sobre la fortaleza y las posibilidades de los recursos más humildes.
El estudio NLÉ obtuvo el León de Plata por su escuela flotante en Makoto, cuya propuesta se enfrenta al problema de la escasez de tierras en Lagos, Nigeria, a la vez que diseña alrededor de la gestión deficiente de desechos que afectan un área propensa a inundaciones. Con un proyecto que combina educación, arquitectura, ecología y cultura, el pabellón peruano y su Plan Selva se hicieron de una Mención Especial. Japón hizo lo propio con “en:art of nexus”, una reflexión sobre crisis económica, desigualdad social y espacios urbanos de alta densidad.
Cuestión de perspectiva
El enfoque propuesto por Alejandro Aravena, primer director latinoamericano de la Bienal, suscitó expectativas, sobre todo a la luz de su reciente Premio Pritzker. Luego de la inauguración, surgen distintas reflexiones. Hay quienes se muestran cautos frente sus intenciones. Para Mimi Zeiger, periodista y crítica de “Dezeen”, la fijación de “Reportando desde el frente” por la autenticidad de la construcción no logra conectarse con el costo real de la labor en escalas locales y globales. Zeiger se pregunta si es que la mirada debió posarse más en lo informal, lo oblicuo y lo deshonesto, aquello que muchas veces conforma “el frente”.
Aravena ha asegurado que es muy pronto para ofrecer alguna reflexión desde su postura. Aún no tiene esa perspectiva que su propio planteamiento buscaba. Pero, tras la inauguración de la Bienal, algo pudo compartir. “Mientras más complejo el problema, más relativa la noción de éxito”, aseveró el arquitecto. “El éxito es siempre comparado a ‘¿qué hubiera pasado si no hacíamos nada?’. Y ese enfoque a veces se pierde ante exhibiciones o proyectos. Si observas cualquiera de los proyectos desde la postura del ‘¿qué hubiera pasado?’, sean sobre vivienda, espacio público, migración o lo que sea, y te planteas qué sería si no se hubiera hecho nada o se hubiera hecho lo usual; si haces ese ejercicio comprendiendo la complejidad del problema, entiendes que lo que se muestra quizá no es perfecto, pero al menos tomó el riesgo de hacer”.
Fotos: cortesía de la Bienal de Venecia
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