Para muchos habitantes de esta enorme metrópoli, Londres pareciera ser el mismísimo centro de la civilización, pero para algunos afortunados, se perfila más como un lugar de paso en el cual hacer tiempo entre sus glamorosas escapadas de fines de semana, tanto en verano como en invierno.
Hace unos meses, Máxima y yo nos encontrábamos compartiendo un avión de camino a Lima para pasar la temporada navideña y en el larguísimo avión, donde la mascarilla pesa tanto que más pareciera una pieza independiente de equipaje, ella decidió distraerse de su incomodidad contándome todo acerca de cómo había retomado conversación con Rajeev, un muchacho a quien había conocido hace tres años en una clásica noche de «Jackpot» ( término con el que solíamos referirnos a esas afortunadas salidas en las que en una sola noche, como si fuera obra de Dios, se te presentan súbitamente en bandeja varios y persistentes galanes).
Así fue como, después de varios años, una pandemia y varios likes en Instagram, quedaron en tomar una copa de vino como quien corta la semana, en un pub cerca a nuestras casas. Para ver a donde llevaba la historia salieron un par de veces más, incluyendo una buena y divertida faena de pisco sours en el bar del Lanesborough hotel, antes de que cada uno se dirigiera a sus respectivas bases para pasar la Navidad.
Máxima me confesó sorprendida:
-“Lo vi con otros ojos, completamente diferente, perturbadoramente bien.” –
A pesar de los 11 mil kilómetros de distancia, los 6 husos horarios y la inevitable temporada de excesos y parranda por venir, él había logrado obtener residencia permanente en su mente. Así que en el avión de regreso a Londres, Máxima me confesó lo siguiente:
-“Me ha preguntado si lo puedo acompañar a Suiza el fin de semana ¿Debería ir?” –
-“¡Obvio, anda!” – le dije yo.
-“¿Pero todo un fin de semana? ¿No será demasiado?”-
“¿Acaso no la pasaste bien cuando saliste con él?” –
Yo, que conozco bien a mi manada, sabía por dónde iba la preocupación de Máxima, y esta era nada más y nada menos que la corta edad de este galán. A fin de cuentas Giovanni, el más reciente hombre de su devoción, había sido 32 años mayor que este nuevo pretendiente.
Aún a pesar de esto, siguiendo mi recomendación, Máxima se terminó por convencer y se subió al avión para encontrarse en Gstaad con Rajeev. Ya que ambos venían de ciudades diferentes, el punto de encuentro fue el lobby del hotel. Por los stories que pude ver en Instagram (ya que por WhatsApp no me estaba dando mucha bola) mi amiga la estaba pasando bomba, ¡Hasta había subido un selfie con el galán!
Así fue como, ni bien regresada a Londres, no me pude contener las ganas y de los pelos la llevé a Colbert en Sloane Square donde pasamos la tarde con una botella de vino y un mousse de chocolate.
– “Está bien, lo acepto, creo que me está gustando el muchacho. Y es que hasta el último día solamente me crucé con pura green flag. Siento que podría estar con él.” –
Debo aceptar lo mucho que me impactó escuchar esas palabras de la boca de una amiga cuya regla por excelencia es y siempre ha sido «mientras no haya relación seria, al pueblo me debo y al pueblo me entrego”
-“Mmm parece que veo un potencial “nuevo enamorado” ¿En qué han quedado?” – le pregunté, mientras yo evocaba en mi mente con añoro la emoción que genera una relación que recién empieza: todo es novedad, tanto el aire como los besos son totalmente revitalizantes y frescos.
– “Nada concreto, viene a Londres el 20.” –
A pesar de lo ocupadas que prometían ser las siguientes semanas para Máxima, no pudo evitar encontrarse más de una vez, ya sea a la hora de almuerzo o incluso en medio de una reunión de trabajo, recordando el maravilloso fin de semana que acababa de pasar. Y fue en ese momento que cayó en cuenta de la sobrecogedora realidad en la que ella misma se había, inconscientemente, adentrado. Súbitamente se encontraba en esa terrible área gris que separa a uno de ser la parte interesante a la parte interesada. Irónico, como Máxima había terminado por dejar la fría pero acogedora nieve de Gstaad, para darse cara a cara con la igualmente fría pero mucho más dura realidad de una mujer emocionalmente enganchada.
Como consecuencia, una serie de dudas aterradoras ahora ocupaban la cabeza de Máxima “¿Le gusto para algo serio también? ¿hacia dónde va todo esto? ¿será que este también se va a desaparecer? ¿Qué es lo que busca él?”
-«Lo he sentido raro»- me dijo Máxima unos días después.
-«Como así?» –
-«Frío, distante. Y la ansiedad me está matando»-
– “Pero, ¿qué puedes hacer?” – le insistía yo, mientras al mismo tiempo me preguntaba por qué, cuando se trata de los hombres e incluso cuando tratamos de mantenerlo ligero, siempre terminamos en la oscuridad.
Máxima moría de ganas de llamarlo y decirle:
-«Te siento raro, ¿es idea mía o en verdad he hecho algo para fastidiarte?»- Y es que el 2021 le había enseñado que por más encantador que se perfile el cuento, ella ya no se podía seguir haciendo esto. Es mejor ser feliz sin tanto cuento.
– “Tranquila, Máxima. Todavía no es el momento.”- le seguía repitiendo yo, y es que, por más que tratemos de buscarle 5 pies al gato, solo el tiempo nos dirá que es lo que pasaba realmente por la cabeza de ese muchacho. -«Además, no le incluyas insistencias y paranoias a una historia que recién está empezando”-
Y es que, por más que queramos, es una realidad que nunca se puede saber a ciencia cierta qué es lo que la otra parte realmente piensa. Algunas personas se están asentando, algunas acomodando, algunas deciden simplemente que es mejor seguir buscando y algunas, aunque nos cueste creerlo, se encuentran en la misma situación que nosotras: ansiosos y preocupados.
En cuanto a Máxima y Rajeev, simplemente repetiré lo mismo que le dije a ella: aun es demasiado pronto para saber.
– “Pues esperemos que se vaya poniendo las pilas, sino ya pronto voy a ser hielo de otro whisky”- me respondió Máxima.- “Después de todo tú me conoces bien: yo puedo ser tan ardiente como se me trate, pero también tan fría como se me ignore.”-
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