El concurso para la ampliación del MALI reunió a un notable jurado internacional que no solo eligió al proyecto ganador, sino que hizo una reflexión sobre urbanismo y espacio público que también quedará para Lima.
Por Rebeca Vaisman
Cuando Gary Leggett fue nombrado director del concurso internacional para la ampliación del MALI y la intervención en el Parque de la Exposición, el arquitecto peruano podía intuir el significado de esta iniciativa para el Centro de Lima y para el propio museo, sí: pero no anticipó la respuesta de los participantes, y tampoco el aprendizaje que el proceso del concurso supuso para todos los implicados. Hoy, luego del anuncio de los ganadores, cuando ya se estudia la mejor manera de materializar el proyecto, Leggett no duda de “la importancia de pensar este concurso como un primer paso en la construcción de una visión de la ciudad que queremos para el bicentenario”. Y como resultado de un esfuerzo colectivo por transformar Lima.
Como jurado, se convocó a la curadora y editora alemana Kristin Feireiss, quien ha sido jurado del Premio Pritzker; al ingeniero y diseñador estadounidense Guy Nordenson; al arquitecto chileno Teodoro Fernández, reconocido por su trabajo en espacios públicos; al arquitecto peruano Paulo Dam, y a Juan Carlos Verme, presidente del MALI. Se contó además con la asesoría de Chris Dercon, ex director del museo Tate Modern de Londres. Las deliberaciones se convirtieron en un espacio estimulante, donde se intercambiaban ideas que no solo tenían que ver con el concurso en sí, con el museo, o incluso con Lima, sino con el poder transformador de la arquitetura. El eco de esas conversaciones aún quedan en los pasillos y salones del MALI.
El proceso
Para revisar casi cuatrocientos proyectos de 56 países, el jurado se entregó a una semana de riguroso trabajo en Lima, con sesiones de hasta diez horas. El anonimato se mantuvo hasta el final, cuando se eligieron a los tres finalistas, luego de lo cual se convocó a los respectivos arquitectos para las presentaciones y tuvo lugar la deliberación final. La transparencia del proceso, en este caso, también queda garantizada por el prestigio del jurado.
Durante su estadía, la comitiva visitó Pachacámac, el Museo Amano y el Museo Larco, entre otros lugares vinculados con el arte y la cultura. Kristin Feireiss hizo explícito su entusiasmo por las posibilidades que los edificios culturales tienen en la ciudad, especialmente en una como Lima. El edificio y las colecciones del MALI fueron recorridos y estudiados por los invitados, lo que suscitó sugerencias como la de Guy Nordenson, quien recomendó mantener siempre abiertas las salas de exposición temporales. Juan Carlos Verme asegura que el concurso ha servido también para repensar el museo.
Los proyectos
Patio & Pavilion, de Burgos & Garrido Arquitectos y LLAMA Urban Design, se hizo con el primer lugar. El equipo está integrado por los españoles Francisco Burgos y Ginés Garrido, por un lado, y el canadiense Angus Laurie y la peruana Mariana Leguía, por el otro. Como finalistas, las oficinas de Lopes Brenna, Moramarco + Ventrella y Filippo Bolognese, y la de SMAR Architecture Studio. Además, el jurado reconoció con menciones honrosas el trabajo de otros trece proyectos, entre los que se encuentran los de las oficinas de Zaha Hadid y Campo Baeza. “Lo que las bases del concurso pedían, más allá del programa del museo, era un proyecto para la ciudad”, asegura Gary Leggett. “Quizá el mayor reto fue precisamente aquel que nos cuesta más imaginar: un vacío bien diseñado”.
“Hemos asumido desde el inicio que este proyecto, ante todo, consistía en generar una mejor articulación para esa esquina de Lima”, dice Leguía sobre su propuesta. “Es un trayecto transitado por más de mil quinientas personas por hora, que aumentarán con la llegada del metro. Era importante que este lugar se convierta en un referente inmediato de llegada, y que genere más espacio de superficie frente a la fachada del MALI”. También debían entenderse el funcionamiento del MALI: comprender que las aulas requieren de ventilación e iluminación natural así como de accesos fluidos y fáciles; estudiar la colección para decidir que la galería no necesitaba una gran altura, pero sí de mucha flexibilidad y claridad espacial. Entender que el patio de jacarandás, además de vincularse visualmente con la calle, también es un guiño a la ciudad antigua, a sus zaguanes y sus jardines. A su historia.
La propuesta se fue construyendo conforme se iba estudiando el contexto. Así surgió la posibilidad de que la superficie del terreno se convierta en una plaza con sombra: “Dado que su orientación hace que el sol le dé frontalmente, se pensó en generar un resguardo de la avenida Wilson, introducir pabellones que se articulen junto a los existentes en el parque, y recuperar la cubierta vegetal o densidad de árboles que el parque tuvo en sus orígenes”, da cuenta la arquitecta. La ciudad misma fue pidiendo lo que necesita.
“Me parece que el equipo elegido tiene una combinación única de talento arquitectónico, paisajístico y urbano”, se permite revelar Nordenson, pasada ya su labor como jurado. “Quedé muy impresionado por los líderes de ambas oficinas. Y, francamente, quedé muy contento de ver a una mujer liderando el proyecto”.
Para los participantes, el concurso también ha sido una oportunidad para contrastar experiencias, estudiar la configuración urbana y entrever su potencial. Un ejercicio reflexivo y creativo que necesita encontrar más espacios en la ciudad.
Imágenes: cortesía del MALI