Ante las complicaciones que genera el cambio climático, hoy es más necesario que nunca ir en armonía con la ecosostenibilidad. Por ello son tan importantes proyectos como “Algodón de vida”, que busca reemplazar el cultivo de hoja de coca por el de algodón orgánico, que utiliza 100% agua de lluvia para su crecimiento. Siendo la moda una de las industrias más contaminantes, que una de las materias primas de la misma apunte a ser más sostenible es un significativo avance en una lucha contra el calentamiento global, donde cada paso cuenta.
Por Walter Chunga
Hace varias décadas, el calentamiento global era tomado como una amenaza lejana, como algo que no sucedería en muchísimo tiempo. Sin embargo, ya es una realidad que estalla frente a nosotros. Solo para darnos una idea, en los últimos treinta años, las emisiones de CO2 aumentaron en un sesenta por ciento en el planeta. En la actualidad, los expertos señalan que la temperatura de la Tierra no debería aumentar en más de 1,5 grados para el año 2100, de lo contrario, las consecuencias pueden ser devastadoras.
En ese sentido, cada vez es más importante actuar con responsabilidad ambiental, tanto los gobiernos, empresas y organizaciones como los ciudadanos del mundo. Así, han ido surgiendo iniciativas responsables y ecosostenibles, como la denominada “Algodón de vida”, un proyecto dirigido por Textil del Valle que siembra algodones orgánicos, con un consumo de recursos menor que los de los algodones tradicionales.
Para entender cómo el cultivo del algodón orgánico es un paso importante en una apuesta por una moda más ecológica, hay que entender que, a diferencia del algodón convencional, el orgánico se siembra en una tierra que no tiene contacto con fertilizantes o pesticidas, ya que estos generan un gran impacto negativo en el medio ambiente.
Para darnos una noción del impacto del cultivo del algodón convencional en el planeta, el 2,5% de las tierras de cultivo son de algodón. En su cultivo se utiliza el 10% del consumo de agua en el mundo. Además, esta industria utiliza el 25% del consumo de fertilizantes y el 10% de los plaguicidas en el mundo.
Cambiando el mundo un copo a la vez
Ante esta realidad, Juan José Córdoba, gerente general de Textil del Valle, optó por cultivar algodón orgánico, que utiliza 100% de agua de lluvia para riego, y además tiene compensación de emisiones de CO2 con cultivos alternativos, por ser carbono neutral, y usa en su totalidad fertilizantes orgánicos. Su proyecto, denominado “Algodón de vida”, comenzó en 2020 y fue puesto en marcha en la región San Martín, en la provincia de Mariscal Castilla, distrito de Jujuy. Esta iniciativa tuvo como objetivo reemplazar los sembríos de hoja de coca por el de algodón orgánico en la región, y a la fecha ya son más de doscientas comunidades que se han visto beneficiadas y tres mil hectáreas de cultivos que han cambiado su producción.
Gracias a su proyecto, Textil del Valle obtuvo la certificación “B Corp”, conocida también como el Nobel de la sostenibilidad, una de las máximas distinciones, por su desempeño social y ambiental. Este selecto grupo de empresas “B” cumple una serie de variables tanto en el tema ambiental como en el comunitario y económico.
“Lo que busca el proyecto, en primer lugar, es generar valor en nuestras comunidades campesinas del departamento de San Martín, provincia de Mariscal Castilla. Estamos llegando a transformar vidas ofreciéndoles un precio más justo y una salida como cultivo alternativo a la hoja de coca: sembrar un algodón orgánico, utilizando el agua de lluvia como única fuente para el cultivo y fertilizantes orgánicos, y pudiendo certificar desde el punto de vista medioambiental que sea un cultivo carbono neutral, que sea una comunidad ‘B’ y que tenga las certificaciones adecuadas para el producto terminado”, sostiene Juan José Córdoba.
Para estas certificaciones, la trazabilidad juega un papel importante. Para que el producto sea certificado como orgánico, se evalúa el suelo más que el resultado del producto, para certificar que el algodón haya sido nutrido con tierra natural y libre de químicos que puedan dañar al medio ambiente. Y es que el algodón orgánico no es el único que se produce en los suelos de San Martín. También están los algodones regenerativos, que tienen la característica de ser sembríos que rotan en un determinado tiempo. Es decir, dentro de un suelo orgánico, en un año se puede sembrar algodón; en el otro, maíz, y volver al algodón. El algodón regenerativo absorbe mayores cantidades de CO debido a que hay rotación en el cultivo. En esa misma línea, Textil del Valle, con su proyecto “Algodón de vida”, produce cerca del 40% del algodón “roc” (regenerative organic cotton).
La magia del departamento de San Martín
Según Juan José Córdoba, es la especial ubicación geográfica del departamento de San Martín lo que hace posible que se pueda utilizar el agua de lluvia como fuente de riego para el cultivo, debido a la inclinación de sus suelos. “Nosotros necesitamos cultivar en las faldas de los cerros, para que haya una pendiente y el agua pueda circular. No podemos cultivar con agua 100% de lluvia en suelos sin inclinación, porque se empoza el agua, y vamos a necesitar en algún momento agua de regadío externo. Esta característica del departamento de San Martín y departamentos aledaños hace que sea una perfecta zona de cultivo para este tipo de algodón único en el mundo. Es una ventaja competitiva que tienen los peruanos para sentirnos orgullosos y poder diferenciarnos en todos los mercados del mundo. Antes era el algodón pima y ahora también es el algodón orgánico de la selva”.
“Algodón de vida” cubre una necesidad cada vez más grande de los consumidores conscientes de la situación climática, que reclaman productos sostenibles a sus fabricantes y marcas. Para Textil del Valle, la ecología es su principal pilar, por lo que sus acciones seguirán orientadas a hacer sostenibles sus procesos. “Esto genera un gran ‘engagement’ tanto interno como externo, tanto con tus trabajadores como con tu comunidad, porque estás generando valor, estás aportando acciones positivas que ayudan a transformar el entorno, y lo más importante, estás posicionando el ‘made in Perú’ en lo más alto, y eso es lo que queremos: posicionar en la mente del consumidor el ‘made in Perú’ como sinónimo de calidad y ecosostenibilidad”, reflexiona Córdoba.
No se puede dejar de mencionar la apuesta por la labor social que tiene este proyecto con las comunidades con las que trabaja. Según su filosofía, los niños deben recibir una buena educación, en la que esté presente la conciencia ecológica. Por ello, se han realizado capacitaciones en colegios sobre la reforestación y ellos han contribuido con un proceso que, al momento, ya tiene más de tres millones de árboles reforestados. Todo esto, mientras los niños aprenden la importancia de estas acciones, así como la de apostar por sembríos y cultivos sostenibles para dar valor a sus tierras en el corto, mediano y largo plazo.
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