No todas las compañías tienen la capacidad de montar “El lago de los cisnes”, la obra máxima del ballet clásico que pone a prueba la maestría técnica del cuerpo de baile y el virtuosismo de los primeros bailarines. En esta obra, la protagonista no es la pueril Clara de “El cascanueces”, ni la fantasmagórica Giselle del ballet que lleva su nombre. Tampoco Julieta, la adolescente enamorada: Odette es una mujer atrapada en el cuerpo de un cisne, y solo el amor de un hombre la puede salvar. El ave debe palparse en cada músculo de la bailarina, y el vestuario no esconde sus piernas debajo de una falda de tul. “El lago de los cisnes” es el ballet de los rígidos tutús blancos y los tocados de plumas alrededor de las sienes. Pero, sobre todo, es el ballet que toda compañía consagrada está obligada a montar.

El rol de Odette/Odile será interpretado por Solange Villacorta, Oriana Plaza y Luciana Cárdenas.

El rol de Odette/Odile será interpretado por Solange Villacorta, Oriana Plaza y Luciana Cárdenas.

Presentado por primera vez en 1877 en el Teatro Bolshói de Moscú sin mayor éxito, el reestreno en 1895 en el Teatro Mariinski de San Petersburgo, bajo la coreografía de Marius Petipa y Lev Ivanov de la compañía del Ballet Imperial, elevó a “El lago de los cisnes” a la categoría de canon de la danza. La compañía del Ballet Municipal de Lima, especializada en el montaje de clásicos, la vuelve a poner en escena en su versión con final feliz: el príncipe Sigfrido rompe el hechizo del maléfico Von Rothbart, y Odette y los demás cisnes del lago recobran su forma humana.

A pesar de que en la propuesta del Municipal el cisne enamorado no muere, en el camino a su libertad padece como nadie más en los cuentos del folclor germano: “El cisne blanco tiene un papel sufrido, metido en la pena y el enamoramiento”, dice Solange Villacorta (24), una de las bailarinas que interpreta a la heroína y a su antagonista, Odile, el cisne negro que busca adelantarle en la promesa de amor de Sigfrido. “Justo cuando estás sumergida en el rol de la bondadosa Odette, con movimientos controlados y de mucha contención, en media hora toca hacer del cisne negro y demostrar con técnica pura toda la maldad que lleva dentro”. Es parte de la tradición del montaje que la bailarina principal desarrolle los dos roles femeninos protagonistas: la delicadeza del blanco y la energía del negro.

El rol del príncipe Sigfrido es ejecutado por Román González-Pardo, Brian Gómez y Félix Morante.

El rol del príncipe Sigfrido es ejecutado por Román González-Pardo, Brian Gómez y Félix Morante.

Esta dualidad de roles en una misma función ha servido para que las míticas bailarinas del ballet clásico impriman su nombre en la historia de la danza. El port de bras etéreo de Maya Plisetskaya todavía no ha sido superado: las articulaciones de sus brazos son el sinónimo de las alas de un cisne. Su alargado cuello parecía quince veces más largo con cada vértebra cervical desplomándose sobre su pierna, y convirtió el débil aleteo de su meñique izquierdo en la última señal de aliento de su Odette moribunda. Margot Fonteyn llevaba al público al paroxismo con los treinta y dos fouettés de su vital Odile, y colocó la valla alta para cualquier bailarina que se atreviera a realizar esa cantidad de giros sobre el eje de una sola pierna. El movimiento en sí mismo no tiene mayor complicación dentro del repertorio de la técnica clásica, pero hasta el ojo menos entrenado en ballet sería capaz de detectar el error más mínimo: una rodilla que se va hacia adelante, una cadera desalineada, un plié que recibe el peso sin contención, un aterrizaje sobresaltado. Villana o heroína, la bailarina desafía la gravedad sin esfuerzo aparente.

“Todos los ballets grandes tienen su parte de giros”, dice Villacorta, primer puesto en todos los años de estudio en la Escuela Nacional Superior de Ballet. “Debes tener la resistencia suficiente porque piensas: ‘Uy, ya llegan los fouettés”. Luciana Cárdenas (24), precoz profesional del ballet clásico con contrato laboral en la compañía del Teatro Municipal desde los 15 años, alterna el rol protagónico de Odette con Villacorta y la venezolana Oriana Plaza. “He bailado casi todos los demás roles de “El lago de los cisnes” desde que llegué a esta compañía: he hecho cuerpo de baile, los pequeños cisnes, pas de trois, valses y las danzas rusas y napolitana”, dice Cárdenas, y agrega: “Me tomó por sorpresa que me llamaran para el cisne blanco porque, como bailarina solista, no siempre bailas como principal. Toca trabajar”.

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El montaje del clásico de Chaikovski se reestrena en el Teatro Municipal después de dos años.

Cuba en el Municipal

Brian Gómez (19) y Román González-Pardo (26) son dos bailarines cubanos que alternan el rol de Sigfrido con el peruano Félix Morante. Antes de enlistarse en la compañía del Ballet Municipal de Lima, ambos formaron parte del elenco del Ballet Nacional de Cuba, fundado por la prima ballerina assoluta Alicia Alonso, título honorario que también recibieron Plisetskaya y Fonteyn en vida. Alonso, de 94 años, quien continuó bailando a pesar de una ceguera que comenzó a los 19, todavía dirige la compañía y participa de los ensayos. “Solo por la vibración de la madera siente cuando alguien está mal o va tarde. No se equivoca, es impresionante. Ya me habían contado de eso, pero cuando lo vi por primera vez no lo pude creer”, cuenta González-Pardo sobre su estadía de cinco años en una de las mejores compañías del mundo.

Por Caroline Mercado
Fotos de Phoss

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