La artista visual y fotógrafa peruana Alexandra (Lele) Bornhorst presentó en Madrid dos obras: “Dos pumas” y “Uku Pacha”. Su original propuesta mezcla historia y genealogía, naturaleza y espiritualidad y culturas precolombinas con materiales modernos.

Por José López de Letona  Fotos Alexandra Bornhorst

Luego de múltiples mensajes cruzados, por fin logré conversar con Lele (Lima, 1997), y quizá por ello fue como si la conociese de toda la vida. Será en parte porque es abierta y espontánea, y de gran entusiasmo y creatividad. Sus ojos marrones, grandes y chispeantes, me recuerdan a los de su madre, Rochi del Castillo, otra fuerza de la naturaleza que no necesita presentación en el panorama cultural peruano.

Lele estudió en el Centro de la Imagen, el IPAD y Corriente Alterna, y el mes pasado expuso en Madrid, en AQUÍ / Plataforma de arte contemporáneo, en el estudio de Maikel Sotomayor, y en la muestra “Nosotras”, en el estudio de Dagoberto Rodríguez.

Por su rama paterna, son todos alemanes. Su abuelo, Dirk Bornhorst, fue un famoso arquitecto de la Bauhaus. La abuela fue Ranghard Goetz, emigrada a Caracas, y su madre, Inga Steinvorth, siendo ya una señora de 60 años, se metió a la selva para conocer a los indios que vivían aislados y grabó documentales que permanecen en la familia. Lele proviene de una estirpe de mujeres fuertes que le transmitieron un imaginario muy rico: los selváticos yanomami, los mochica y los chimú. La historia de su familia es una fábula maravillosa, y al escuchar los cuentos del zoológico de su abuela Ranghard, las expediciones de su bisabuela y las huacas de su abuela Elvira, evoco el universo de los Buendía. Inga Steinvorth (bisabuela de Lele) fue la primera mujer que investigó a la cultura Yanomami y que financió incursiones a las fuentes del Orinoco.

Bornhorst

La propuesta de Lele mezcla historia, genealogía y naturaleza.

Por el lado de su madre, Rochi del Castillo, son trujillanos con vocación jurídica, artística y cultural. Elvira Carrasco (abuela materna) creció y vive en el fundo Santa Elvira, junto a Chan Chan, y Lele me cuenta que en verano ella y sus hermanos Dirk y Cali hacían “expediciones” a las huacas e imaginaban cómo sería la vida en estos fantásticos espacios arqueológicos “y cómo serían las computadoras de los mochicas”, me dice entre risas.

La artista rebusca en su Macondo particular, un lugar más espiritual que terrenal, donde los ecos del Orinoco y el barro de Chan Chan se entremezclan con sus constelaciones familiares. Lele indaga en el espíritu de las culturas precolombinas que le son más cercanas para encontrarse a sí misma, y en el proceso descubre que todo está entrelazado. El resultado es un arte contemporáneo muy original que hace uso de técnicas diversas para transmitir su historia. Ahora está enfocada en su primera individual, que tendrá lugar en 2024.

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