El escritor de «El secreto del último Inca», Rafael Aita, conversa con COSAS para compartir sus investigaciones y desmitificar algunos sucesos de nuestra histórica relación con España 

Por: María Jesús Sarca AntonioFotos: Briam Espinoza

Rafael Aita Ramírez, conocido como Capitán Perú, es un apasionado divulgador de la historia peruana y profesor en la Universidad de Lima. Ofrece una perspectiva singular sobre la enseñanza del pasado entre Perú y España, desafiando nociones comunes y proponiendo un enfoque más profundo sobre el legado cultural hispanoamericano.

Su fascinación por la historia del Perú despertó cuando visitó Machu Picchu y comenzó a investigar el imperio incaico, adentrándose en obras de historiadores como María Rostworowski y José Antonio del Busto, quienes le ofrecieron una perspectiva más rica y realista de nuestro pasado.

Aita no se conformó con los relatos tradicionales que enseñan en las escuelas, sino que buscó una narrativa que incluía «una historia menos romantizada, menos utópica, más humana, con todos sus problemas, con todos sus errores, con todas sus conspiraciones».

Con su creciente conocimiento, Rafael Aita decidió compartir lo que había aprendido. «Me parecía muy interesante como para que se pierda», explica sobre su motivación para crear un canal en redes sociales. A través de este espacio, Capitán Perú se convirtió en una voz reconocida que narra pasajes históricos poco conocidos, generando interés entre sus seguidores.

Una nueva mirada: ¿conquista, invasión o colonización?

Uno de los temas que más exploró es la narrativa en torno a la conquista y la colonización del Perú. Al profundizar en la historia de los descendientes incas, descubrió que muchos de ellos «no solamente sobrevivieron a la conquista, sino que vivieron como nobles durante la época de la conquista». Esto desafía la idea común de que la conquista fue un evento unilateral y destructivo.

Explica que las panacas cusqueñas, como los huascaristas y los aliados de Huáscar, «veían la muerte de Atahualpa como justicia y, por lo tanto, se aliaron a los españoles». Esta compleja red de lealtades y rivalidades sugiere que el proceso histórico fue mucho más intrincado de lo que se suele enseñar.

Según Aita, «Pizarro no libró ninguna batalla para entrar a Cusco», sino que fue recibido con «holgura», es decir, con festividades y alegría. Esto, para él, desmantela la idea de una invasión: «No puedes llamar invasión cuando tú mismo invitas a que entren».

Francisco Pizarro: ¿fue un genocida?

La figura de Francisco Pizarro fue históricamente vilipendiada, siendo considerado un genocida y racista. Sin embargo, Capitán Perú sostiene que Pizarro tomó como esposa a la hermana de Atahualpa, Inés Huaylas Yupanqui, lo que revela la complejidad de las alianzas que se formaron en aquella época. “Atahualpa quería una alianza con Pizarro en contra de Huáscar, por eso entregó a su hermana”, argumenta Capitán Perú, quien destaca que “Pizarro era plebeyo” y el matrimonio le elevó el estatus.

La visión de Capitán Perú ofrece un marco crítico que invita a los peruanos a reexaminar su historia y a reconocer el valor de su identidad mestiza, un legado que combina lo indígena y lo hispano en una rico tapiz cultural.

Los hijos de esta unión, Francisca Pizarro Yupanqui y Gonzalo Pizarro Yupanqui, simbolizan la mezcla de culturas que da origen a la identidad peruana. “La sangre del Inca se unía con la del marqués de la conquista. Y eso es lo que somos los peruanos, somos una unión de sangres”, enfatiza.

Además, nos cuenta que el mito de que la llegada de los españoles significó un genocidio es falso, ya que «veían más enemigos a los atahualpistas que a los mismos españoles» y nos dice que en el libro de José Antonio el Busto, sobre la vida de Pizarro, los generales de Atahualpa habían tomado Cusco y ellos sí masacraron a toda la familia de Huáscar. «Eso sí fue un verdadero genocidio donde mataron a todas sus mujeres, a sus hijos delante de sus ojos. Quemaron la momia de Tupac Yupanqui. O sea, fue terrible. Fue una guerra entre hermanos muy encarnizada», sentencia Aita.

Una de las consecuencias de mantener esta idea, es el odio hacia los españoles y para Rafael, este sentimiento se traduce en un rechazo a la propia identidad peruana. Destaca que muchos elementos culturales peruanos, como la gastronomía (ejemplo: el ceviche, pisco) y la música, tienen raíces españolas y europeas, ya que ellos trajeron la cebolla, el limón, uvas o los instrumentos de cuerda. «Si nosotros quitamos pues todos los elementos que vinieron de España, terminas destruyendo lo peruano, lo que nos identifica, todo de lo que estamos orgullosos», nos dice Aita y sostiene que renegar de la herencia hispánica implica renegar de uno mismo.

El virreinato: ¿una época bajo el yugo español?

Es presentado como un período de opresión, pero Rafael refuta esta idea. “En los lugares donde había naturales andinos, gobernaba el curaca de la zona”, señala, subrayando el papel de los líderes indígenas en la administración local. Además, critica la visión simplista de que hubo esclavitud, porque esta “estuvo prohibida por las leyes de Indias”, promulgada por autoridades españolas, un hecho que muchas narrativas omiten.

Asimismo, se desmiente la idea de que los españoles saquearon toda la riqueza del país. “Si nosotros sumamos la totalidad del oro que se envió a España durante los casi 300 años de Virreinato, es el equivalente a lo que se extrae al Perú actual en un año de oro”.

Rafael nos invita a no juzgar aquella época con los ojos del siglo XXI. Además, es autor de varios libros, entre ellos Los Incas del Virreinato, Cazando Mitos en la historia, Los Incas Hispanos, El Secreto del Último Inca y Pachacútec: El Estratega del Imperio.

Otro mito polémico es respecto al trabajo forzado en la Mita. Capitán Perú aclara que, según un artículo de Carlos Assadourian, “el 70% de los trabajadores de la mita eran voluntarios”. Este contexto es esencial para entender la realidad laboral de la época, comparando las condiciones de trabajo en el Perú con las de Europa. “Durante la revolución industrial en Inglaterra, en el siglo XIX, se utilizaban niños para las minas de carbón”, comenta, contrastando esta situación con la que se vivía en el virreinato, ya que «en el siglo XVI Felipe II prohibía que se usen niños en la mita».

En cuanto al rol crucial de la Iglesia Católica, Aita la califica como la principal amalgama cultural. Menciona a Cristóbal Paullo Inca, quien fundó la primera parroquia San Cristóbal en Cusco, resaltando que “ni siquiera un español ni un sacerdote” lo hizo. Este contexto sugiere que la religión católica se arraigó de manera más orgánica de lo que se suele considerar, reflejando un sincretismo que se observa hasta hoy en las celebraciones y tradiciones peruanas. «La fe es peruana, ya es algo propio, es nuestra» no dice y agrega que «vemos la importancia en lo que son las iglesias, en las fiestas patronales, incluso lo hemos preservado mejor que la misma España y que en la misma Europa».

Identidad y continuidad cultural

La llegada de los españoles no significó un quiebre total con las culturas autóctonas. “El mayor peso cultural no es lo estático, no son los monumentos, las piedras, los edificios, es el idioma”, resalta Capitán Perú. El quechua, por ejemplo, se preservó gracias a la labor de evangelizadores que crearon diccionarios y gramáticas, incluso antes de la creación de diccionarios alemanes o italianos.

El sistema político del Tahuantinsuyo se mantuvo, en cierta medida, a través de los curacas, quienes “fueron el enlace que unió lo hispano con lo andino”. Este sincretismo cultural es fundamental para entender la historia peruana como una continuidad en lugar de una ruptura.

La influencia de Capitán Perú se extendió a diversas plataformas digitales, donde capta la atención de un público diverso, desde estudiantes hasta adultos interesados en redescubrir su herencia cultural.

Uno de los mensajes más contundentes de Rafael es que “no fuimos colonia, no hubo invasión. No fuimos producto de una violación, no fuimos esclavizados”. Asegura que “somos los hijos de dos imperios” y enfatiza la importancia de aceptar y celebrar esta herencia. Al cuestionar la narrativa histórica, Capitán Perú aboga por un cambio en la percepción colectiva: “Si comenzamos a avergonzarnos de nuestra historia, es como un hijo que odia a su padre y desprecia a su madre”.

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