Hace poco más de un año, el 20 de setiembre de 2015, se inauguró el museo de los filántropos Eli y Edythe Broad. Su fachada, que imita un panel de abeja, esconde una de las colecciones de arte contemporáneo más completas de los Estados Unidos.
Por Laura Alzubide
En el año 2010, el filántropo y coleccionista Eli Broad invitó a seis firmas internacionales de arquitectura para que diseñaran un museo capaz de albergar alrededor de dos mil obras de arte en el Downtown de Los Ángeles, en Estados Unidos. Al cabo de unos meses, el estudio neoyorquino Diller Scofidio + Renfro logró imponerse al otro finalista, OMA, la oficina de Rem Koolhaas. La obra, que costó 140 millones de dólares, acaba de cumplir un año de expectativas cumplidas gracias a una gran recepción del público.
El diseño arquitectónico también ha sido bien acogido. A un lado, se encuentran varios rascacielos que crecen a medida que aumenta la distancia. Al otro, el Walt Disney Concert Hall, la relumbrante figura de acero firmada por Frank Gehry que concentra toda la atención de Grand Avenue. Esta era una de las mayores preocupaciones de Diller Scofidio + Renfro: crear un edificio que pudiera hablar desde su propia escala, constreñida a poco más veinte de metros de altura. Una escala más modesta y silenciosa, que disimulara la curvas en su interior, que fuera capaz de absorber la luz en lugar de reflejarla.
“Estábamos luchando con las necesidades del edificio”, ha afirmado Elizabeth Diller, la arquitecta a cargo del proyecto. “Al principio, el proyecto tenía una mayor proporción de depósito que de espacio de exhibición, más incluso que ahora, y tendía a ser en realidad un depósito para el arte. Así que nos veíamos en la paradoja de contribuir de alguna manera al Downtown de Los Ángeles, con sus aspiraciones urbanas y, a la vez, diseñar básicamente un almacén”.
Dramatismo arquitectónico
Según sus creadores, The Broad gira en torno a la idea del velo y la bóveda. El exterior –el velo– está compuesto por dos mil quinientos paneles de fibra de vidrio, reforzados con concreto sobre una estructura de acero. La fachada se levanta por las esquinas, en un gesto de seducción arquitectónica, para recibir al visitante. En el interior, se encuentra la bóveda de concreto que alberga la colección. Hay que atravesarla para llegar al espacio expositivo, en el tercer piso, donde está una galería de diez mil metros cuadrados libres de columnas. En el descenso para salir de nuevo a la calle, hay varias vistas del depósito y los archivos.
“A diferencia de muchos edificios como el Walt Disney Concert Hall, donde la fachada es el evento arquitectónico principal, el vestíbulo de The Broad también es un evento arquitectónico”, señaló tras la inauguración el periodista especializado Joseph Giovannini. “Los visitantes están condicionados tanto por la fachada como por el vestíbulo para sentir que están entrando en un recinto especial que proporciona una experiencia especial. El diseño suspende la incredulidad”.
“No soy tan presuntuosa como para decir que hemos hecho un ícono, y nunca fue esa la intención”, ha declarado Elizabeth Diller. “Es un edificio. Un edificio con ciertas cualidades que nos hacen sentirnos orgullosos. Hay una considerable cantidad de experimentación: lo diseñamos sin columnas, con tragaluces, y está la dinámica poética del velo exterior y la bóveda. Espero que esto sea apreciado por otras personas”.
Fotos: cortesía de The Broad y Diller Scofidio + Renfro