Por Belén Medina Pizarro
Antes de estudiar Pintura en la Escuela Nacional Superior Autónoma de Bellas Artes, estudió Trabajo Social en la Universidad Nacional de San Marcos, gracias a lo cual realizó prácticas en un hospital de servicio de salud femenino, experiencia de la que se inspiró para varias obras.
Ha presentado sus proyectos en los espacios culturales Micelia, Ekumen y Lima 247, además de haber ganado el concurso ICPNA Street Art! 2024 junto a Mariana Bonifacio. A inicios de este año, ganó la beca Artus Basel 2025, por lo que viajó a Suiza a fines de febrero para iniciar su residencia en Atelier Mondiale, un programa de intercambio para artistas.

Sofía inició dibujando de manera autodidacta. (Créditos: Julian Salinas)
Un acto de generosidad
Sofia se inició en el arte digital a los 12 años y, a los 13, ya estaba vendiendo sus dibujos en ferias locales. Vendía retratos de cantantes pop, personajes de libros de John Green, animes y dibujos animados que le gustaban. «No encontraba lo que yo quería en Perú, entonces me dio la necesidad de crear arte sobre mis intereses», comentó. Aún así, buscaba llevar dibujos que le llamen la atención a los posibles compradores. «Siempre he tenido la noción de hacer algo muy cercano a la otra persona», explicó.
Asimismo, el internet le dio los medios para difundir y vender su arte a comunidades online, lo cual la ha convertido en una artista con una «visión de un arte más generoso». «La pieza es 50% lo que yo hago y 50% lo que tú sientes y recuerdas», sostuvo Rojas, que disfruta cuando consumidores le agradecen por mostrar a través de su arte algún tema o interés que «tenían en su cabeza tanto tiempo». Alliepori trata de ofrecer una visión más horizontal del arte, ya que acerca a uno a la persona que va a ver sus obras.
«Es importante reconocer que no creas las piezas solo para ti. La obra tiene que estar relacionada al contexto que tengas. Pienso que hay mucho arte que intenta tener un compromiso político, pero se queda únicamente en contenido de propaganda. ¿Por qué? Porque no hay una inserción real o un valor que vaya más allá de decirte si tal cosa es buena o mala».

«Love, live, laugh…» (Óleo sobre lienzo (Créditos: Jose Carlos Flores)

«Ven, baila Peñafiel», óleo sobre lienzo (Créditos: Jose Carlos Flores)
— ¿Cómo te iniciaste en el dibujo? ¿Fue desde pequeña?
Como todo niño, uno experimenta con el dibujo. Ves algo que te gusta, agarras tu cuadrícula y empiezas a copiar. Pero una cosa es aprendes a dibujar y otra es aprender a desenvolverte como artista. Esto no viene únicamente de un espacio tradicional de estudios. Yo creo que he aprendido más de conversaciones con amigos o familiares, donde se nos ocurrieron muchas ideas. Es importante tener intercambios con artistas de otros lados, pero también ha sido muy importante conversas con personas que no les interesa tanto el arte.
— ¿Cómo recibió tu familia la noticia de que te dedicarías al arte profesionalmente?
Como cualquier familia de clase media, no lo reciben tan bien. Yo estudié otra carrera aparte, porque mis papás me decían que debía estudiar «algo de verdad». No lo veo como algo malo, pues fue un proceso muy enriquecedor. El arte es un espacio muy bonito, pero a veces siento que se queda en una burbuja. Es necesario para un artista salir de su círculo y creo que eso me lo ofreció estudiar una carrera como Trabajo Social. Es una labor muy sacrificada, pero muy loable también.
— ¿Por qué crees que ha sido un factor tan enriquecedor en tu proceso?
Me dio las herramientas para pensar el arte desde la investigación artística [rama que vincula el arte como un medio de producción de conocimiento] , que es lo que más he trabajado y me ha ayudado a ganar becas. Pasar de un espacio tan rígido como lo es San Marcos a uno mucho más libre y disperso, como lo es el arte, siento que me ha dado un muy buen balance.
— ¿Cómo fue dejar el trabajo social por Bellas Artes?
Tuve una buena jefa de prácticas. Un día se me acercó y me dijo que tenía un alma muy sensible, porque cada vez que me tocaba llevar un caso, me interpelaba a nivel personal. Entonces, eso me impedía realizar mi trabajo. Quizás mi labor no estaba en ese lado. En el momento lo vi como algo negativo, pero pienso que fue muy necesario. Y así nació mi primer proyecto artístico [interdisciplinario] «No me querías nada». Por un lado tenía mi marco teórico de los cursos Derecho de Familia y Seminario de Género y, por el otro lado, recolectaba imágenes, videos, conversaciones y sonidos de por qué sucede esa violencia. Fue un proceso muy doloroso e intuitivo, pero catártico también. Tuve la oportunidad de presentarlo en el espacio cultural Micelia.
«Aún persiste la idea de que el artista es el hombre y la mujer es la musa».

Proyecto «No me querías nada», inspirado de sus experiencias en el Centro de Atención a Mujeres.
— A partir de eso, ¿cómo fue tu formación en la Escuela de Bellas Artes?
Ha sido muy duro. Creo que lo que más he escuchado en toda mi vida ha sido un no. Sin embargo, en la terquedad de escuchar todo eso y seguir haciendo lo que quieres, ves el camino por el que tienes que ir. Ninguna propuesta artística que ha inventado algo nuevo ha sido aceptada al inicio. Profesores no han recibido bien mi obra al inicio, pero también creo que es parte de lo complejo que es ser una mujer dentro de las artes.
— ¿Cómo se relaciona el género en el arte?
Todavía existe la idea de que como eres mujer, debes ser profesora. No estoy diciendo que ser educador es algo malo, pero, incluso, si eres artista plástica, te dicen que tu salida laboral es ser docente. Es muy triste, porque yo ingresé a la escuela por conocer a tantas artistas mujeres que me inspiraron, como Winnie Minerva, María Abaddón, Kathryn Paucar. Aún así, persiste la noción de que el artista es el hombre y la mujer es la musa.
— ¿Cuáles dirías que han sido las otras dificultades al seguir el camino artístico?
El lado económico, pero te mentiría si te dijera que solo se queda en eso. Creo que todavía presente esta visión del quehacer artístico como algo muy elevado, separado de las actividades cotidianas, cuando los otros trabajos que tengo para financiar mis proyectos terminan siendo parte del proceso creativo y eso está estigmatizado.

Boceto de exploración de la tristeza de mujeres.
— ¿Cómo ha sido el proceso de convocatoria de Artus?
Amigos me enviaron la información de Artus por Instagram, pero no estaba segura de postular, porque había visto el perfil de los años anteriores. Me dije: «Quizás no tenga tantas posibilidades». Pero postulé, presenté el boceto del proyecto «No One Is Ever Gonna Love You Like a 13-Year-Old Does», que es un «turning back» a las cosas que dieron pie al inicio de mi carrera. Es un trabajo que hice con mi hermana, que ahora tiene 14 años, y trata sobre cómo las niñas y mujeres jóvenes generan relaciones parasociales con personajes ficticios. ¿Cómo el generar estas relaciones surgen como una medida alternativa para entender el deseo y el amor? Ahora yo me encuentro en Basel aterrizando el proyecto, que se presentará en una exposición bipersonal en Lima.
Suscríbase ahora para obtener 12 ediciones de Cosas y Casas por solo 185 soles. Además de envío a domicilio gratuito y acceso instantáneo gratuito a las ediciones digitales.