Inés Wiese ha encontrado en el juego un lenguaje artístico. En entrevista con COSAS, la artista peruana detalla cómo venció el bloqueo creativo, la herencia familiar que la inspira y el enfoque lúdico detrás de su nueva exposición, “Volver a Tierras Niñas”. La muestra se inaugura el sábado 17 de mayo en Ginsberg + Tzu

Por Alejandro Saldaña | Fotos: Lalo Rondón

A Inés Wiese la acosa un fantasma. Pero no, no es uno de esos que el cine se ha encargado de retratar como entes invisibles y transparentes. Se trata en realidad de algo más parecido a una energía o pulsión que siente la artista peruana cada vez que le brota la necesidad urgente de expresar su arte. Esa misma sensación es la que ahora da vida a «Volver a Tierras Niñas», su próxima y más reciente exposición, donde aborda «los ciclos de la vida y la relación íntima que existe entre la vida y la muerte«.

A lo largo de su carrera, Wiese ha madurado tanto a nivel personal como artístico. Entre su historial de pinturas, esculturas y otras piezas como joyas, hay lecciones y anécdotas que la han llevado a convertirse en la autora que es al día de hoy, con una disciplina bastante clara, pero también con una libertad lúdica semejante a la de un niño de cinco años. En conversación con COSAS, Inés nos cuenta un poco más sobre sus obras, métodos y su nueva presentación, que tendrá su inauguración este sábado 17 de mayo en la galería Ginsberg + Tzu.

La bisabuela de Inés es Amalia Puga, una poeta, ensayista y cuentista condecorada con la Orden del Sol. Teresa Brown, su tía abuela, es una pintora autodidacta. Y Carmen Rosa de Losada, la hermana de su madre, una artista de cuyo trabajo se inspira.

La disciplina ante el bloqueo

Hay una constante en la manera de hacer arte para Inés y eso tiene que ver con su método lúdico. Para ella, no hay como tal una planificación de lo que va a ocurrir cuando empieza a crear una pieza, sino que más bien se trata de una pulsión intuitiva. “No parto de un pensamiento racional, sino de una pulsión que busca satisfacerse en la creación de una imagen u objeto”, explica. Esa misma energía es la que la lleva a escoger el material que utilizará en el momento, que puede ser metal, yeso o pintura: «Es como si de pronto te acosara un fantasma y te dijera ‘Esto tiene que salir’ y tú sabes de qué forma tiene que salir».

Aunque la intuición es importante, Wiese también aclara que como artista se requiere obligatoriamente de la disciplina, por lo que se considera «una fiel creyente de las rutinas». La suya, como describe, consiste en levantarse, desayunar, ir a hacer deporte, volver a casa, ducharse, ir su taller, trabajar como mínimo hasta las 5:00 p.m. y volver a casa para cenar. De hecho, la artista recuerda un video del cineasta David Lynch en el que afirmaba que las rutinas daban «un piso muy sólido para ser más atrevido en tu trabajo», por lo que es algo que no falta en su vida.

Asimismo, Inés es consciente de que para los artistas hay momentos donde el arte fluye y otros donde simplemente no; sin embargo, fiel a sus ideas, también piensa que «los días en donde no hay una inspiración, igual hay que ir a trabajar», así uno solo termine barriendo el taller y ordenando las cosas. «Estar en contacto con el espacio creativo, ordenar tus materiales y mirarlos, te saca de ese lugar que no es constructivo», precisa. «Entonces hay que exponerse, hay que romper esa barrera», agrega.

«María» (2025) / “Llegué a mirar un pincel y estaba aterrada, y me dediqué solo a la producción de joyas por unos años”.

Quizá, para algunas personas, el uso de la IA podría ser la solución a un bloque. Al respecto, Wiese se muestra crítica con quienes, como Hayao Miyazaki —el director de Studio Ghibli—, califican la inteligencia artificial de “atentado contra la vida misma”, y afirma en cambio que la IA es “una herramienta más, es como tener un pincel, y la mano que guía el pincel es la que hace la obra de arte”. Eso sí, aunque reconoce haber tenido una experiencia positiva con poemas generados por IA en la galería NOW, subraya que su práctica se basa en lo palpable, por lo que no tiene planes de trasladar sus obras al medio virtual.

En una de sus tantas fricciones personales con el arte, Wiese admite que ha vivido varios bloqueos —tanto grandes como pequeños—, pero hay uno en particular que la llevó a dejar el pincel por unos años y concentrarse en la joyería. En ese entonces, hubo algo que terminó de sacarla del atasco. «Recibí un regalo de 20 lienzos de mi esposo, y me dijo ‘Toma, te estoy regalando esto para que los malogres todos’«, recuerda. «Fue un momento hermoso, porque fue ese último empujón que yo necesitaba. Ya estaba al borde de romper con el bloqueo, y necesitaba que alguien me diga eso: ‘Puedes malograr todo'».

Hoy, Inés vence los bloqueos con disciplina, pues está convencida de que «la madurez en la práctica artística viene de la mano con la madurez personal». En esa misma línea, explica: «Creo que los artistas también tenemos un deber, tenemos un oficio, un quehacer, y en la medida en la que entendemos nuestro trabajo de esta forma, hay que ir al taller bloqueado o no».

A través de los años, Inés ha aprendido a no ser tan dura con su propia obra, puesto que esto es a lo que se dedican los críticos y no los artistas.

Pero esta madurez no siempre ha estado presente, ya que antes solía ser muy dura consigo misma. «Juzgaba mucho mi trabajo y no comprendía que mi rol como artista no era juzgar mi trabajo, sino producirlo«, rememora. «El rol de los críticos es juzgar lo que yo produzco, y mi rol es no privar a los demás de una expresión que es solo mía, que nadie más puede dar», razona.

Volver a Tierras Niñas

En “Volver a Tierras Niñas”, Inés parte de un verso de Gabriela Mistral para plantear un regreso interior y darle nombre a su exposición: “No se debe entender el título de la muestra como un volver en el tiempo, sino como un volver del ser, como a un estado de mayor inocencia”. Para ella, «la palabra ‘volver’ en su calidad de verbo infinitivo indica que la vuelta es constante, no permanente”, dejando claro que su propuesta es regresar interiormente a una mirada limpia, sin buscar reproducir escenas o recuerdos concretos.

La exposición, adelanta la escultora, reúne pinturas al óleo, construcciones en papel aglomerado y cera de abeja, así como piezas en cobre y plata. Esa combinación de medios le permite explorar transparencias y texturas variadas, sin ajustarse a una sola técnica. La pieza “Cada Casa” ejemplifica esa fusión: “es una obra que se acerca más a una instalación… en la que realmente se ha integrado este elemento de la orfebrería, la plata, el trabajo en plata, con la instalación y la escultura”.

«El mago» (2025) / “Alguna vez me han dicho que pinto como si fuera una niña de cinco años, lo cual me alegra muchísimo».

En cuanto al proceso creativo que tuvo Wiese para plasmar todo este proyecto, la artista remarca que en realidad «hay un carácter lúdico súper fuerte» que está presente en las concepciones de todas sus obras. «Al igual que los niños aprenden a entender la vida a través del juego, yo busco a través de mi quehacer artístico poder regresar a este estado en donde yo pueda comprender y aceptar las dinámicas de la vida a través del juego, a través de la pintura, a través de esta dinámica en donde no se piensa demasiado, sino que se piensa después».

Ese mismo carácter lúdico que está presente en la exposición, conecta con un comentario del público que a Inés le llegó hace tiempo. “Alguna vez me han dicho que pinto como si fuera una niña de cinco años, lo cual me alegra muchísimo», recuerda. Para ella, el hecho de involucrarse en una actividad artística es también entrar en un estado donde se puede volver a ser niño temporalmente y eso es algo que resuena con su nuevo trabajo. La artista visual explica que en «Volver a Tierras Niñas» existe «una tensión entre la realidad del sujeto y su deseo por volver a ser niño, no como un niño cronológico, sino en el espíritu».

Una mirada a la escena local

Inés Wiese destaca que en Lima están surgiendo oportunidades valiosas para los artistas jóvenes a las que hay que prestar atención. “Existe la Beca Artus, por ejemplo», comenta en referencia al programa que brinda acceso a becas para residencias artísticas internacionales a artistas peruanos jóvenes. De igual manera, celebra que galerías nuevas como Ginsberg “dan mucho apoyo a los artistas con poca trayectoria”.

Inés tiene una visión positiva sobre el futuro de la escena del arte en nuestro país, a pesar de que todavía hay mucho por hacer.

Además, señala que “hay coleccionistas interesados en obras locales”, lo que demuestra que el público empieza a valorar el arte peruano. Aun así, reconoce que al principio “no alcanza con vender unas cuantas piezas”, sino que hace falta un ingreso estable o una ayuda externa que cubra materiales y tiempo para crear con tranquilidad.

Para ella, la difusión es clave, ya que cada nota en medios o publicación en redes genera más visibilidad: “Que se hable de proyectos, de críticos, de galerías… eso ayuda a que crezca la escena”. Y aunque cree que todavía “falta recorrido”, Wiese confía en que, con más impulso colectivo y espacios para compartir el trabajo, la comunidad artística en Perú avanzará paso a paso hacia un crecimiento sólido.

Obra de Inés Wiese perteneciente a su proyecto «Génesis» (2020)

«Quisiera por tres días ser cáscara de una fruta», pieza expuesta por Inés en 2024.

“Las caras te buscan y te encuentran”, escribe Inés mostrando esta pintura en sus redes sociales.

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