Tras la exitosa publicación de “El loco de Dios en el fin del mundo”, Javier Cercas visitó Lima, donde participó de la FIL. En entrevista con COSAS, repasa su ruta literaria, defiende la voz del escritor en la política y celebra el legado intelectual de América Latina
Por Belén Medina Pizarro
“No soy un escritor español, soy un escritor en español”, dice Javier Cercas, y con ello resume una visión literaria que lo hermana más con Borges, Cortázar o Mario Vargas Llosa que con sus contemporáneos peninsulares. Celebrado novelista, ha escrito «El monarca de las sombras» (2017), «Anatomía de un instante» (2009) y «Soldados de Salamina» (2001) — obra que fue elogiada por nuestro premio Nobel, J.M Coetzee, Doris Lessing, Kenzaburo Oé y más—.
En 2023 fue elegido por el Vaticano para que visitar la Santa Sede, conversar con el Papa Francisco y acompañarlo durante su viaje a Mongolia. Pese a considerarse ateo, Cercas aceptó la propuesta, y producto de esa experiencia publicó en abril de 2025 «El loco de Dios en el fin del mundo», el mismo mes en el que murió el sumo pontífice.
De paso por Lima, el autor conversó con COSAS para reflexionar sobre los caminos inesperados de su obra, el legado político de la Iglesia, su nostalgia de Dios y la responsabilidad cívica del escritor.

Cercas se presentó en la FIL el 19 y 20 de julio.
Escribir “El loco de Dios en el fin del mundo” te ha cambiado profundamente, ¿cómo ves ahora a la religión y a ti mismo?
Mi visión de la religión, del cristianismo, del Vaticano, de mí mismo, todo ha cambiado. Un español me dijo que en España — y creo que esto vale para la mayoría de países católicos — la gente va siempre detrás de los curas. Para obedecerlos o para matarlos. Yo también iba detrás de ellos para matarlos. Simbólicamente, claro. El principal esfuerzo de este libro fue negarme a esas dos posturas. Tratar a los curas de tú a tú para intentar entenderlos. Lo más importante que yo hice para este libro fue limpiarme de prejuicios. Si haces ese esfuerzo, todo es una sorpresa. Ese es el mayor cambio para mí.
Has mencionado que consideras que el Papa Francisco y el Papa León XIV son anticlericales, ¿exactamente qué significa esto? Podría sonar contradictorio que los pontífices sean anticlericales.
El discurso religioso de la Iglesia queda a menudo enterrado por el discurso político. Es una paradoja tremenda, porque los papas apenas tienen poder político. Pueden tener influencia, pero no poder efectivo. El Papa León XIV salió al balcón de la Basílica de San Pedro gritando casi tres veces ¡Basta de guerras! ¿Cuántas se acabaron? Ni una. Casi solo se menciona la política cuando se habla de los papas en los medios generales, lo cual significa que el discurso religioso, en el cual sí tienen influencia y poder, queda enterrado.
Que el Papa Francisco era anticlerical, sin la menor duda, y este también lo es. ¿En qué sentido? Para el Papa Francisco en concreto, aunque el Papa León XIV también lo comparte, el clericalismo es el cáncer de la Iglesia. El clericalismo es la idea perversa de que el sacerdote está por encima de los fieles. Él decía que el sacerdote tiene que estar por delante de los fieles, para guiarlos; en medio, porque forma parte de ellos; y detrás, para ayudar a los que no pueden seguir, pero nunca por encima. Desde estar por encima proceden gran parte de los males de la Iglesia.
Mencionas que la visión de Francisco es regresar a la Iglesia de Cristo. Aunque falte mucho por recorrer, ¿cómo te imaginas que sería esa Iglesia en la actualidad?
El Papa Benedicto XVI, que era un muy buen teólogo, en alguna ocasión habló de una Iglesia mucho más pequeña y militante. Eso se acercaría mucho más a la Iglesia de Cristo. Más pequeña, menos opulenta y más comprometida. En definitiva, la respuesta sería una Iglesia en la cual todos sus miembros fueran, a su modo, misioneros. Gente implicada en la justicia social, con los pobres y muy militante. Gente a la que la podrías distinguir casi enseguida por su manera de comportarse y por su dedicación a las causas perdidas.

La novela se publicó en abril de 2025, apenas unas semanas antes del fallecimiento del Papa Francisco.
Tanto en “Soldados de Salamina” como en “El loco de Dios en el fin del mundo” el narrador lleva su nombre, ¿cómo se diferencia Javier Cercas narrador del Javier Cercas real?
Depende del libro. Hay más proximidad entre Javier Cercas real y Javier Cercas de “El loco de Dios en el fin del mundo” al menos superficialmente, pues tiene la misma mujer, la misma vida, y lo que le ocurre me ocurrió a mí también.. En cambio, en “Soldados de Salamina”, ese Javier Cercas es muy alejado de mí, pues él era periodista, se le había muerto su padre, tenía una novia pitonisa, etc. Los hechos externos de ese Javier Cercas están muy lejos de los míos, lo cual no quiere decir que no fuera profundamente yo. Ese Javier Cercas era una máscara que yo usaba para decir aquello que quería decir. La máscara nos oculta, pero también nos revela. El Javier Cercas de “El loco de Dios en el fin del mundo” tampoco soy exactamente yo. Él es una variante de mí mismo y, a medida que avanza el libro, siente una nostalgia de Dios que es suya solamente.
Han pasado casi 25 años desde la publicación de “Soldados de Salamina”, ¿cómo ha evolucionado su escritura a lo largo de su trayectoria?
Espero que haya ido mejor. He intentado no repetirme. He ido por caminos que nunca hubiese creído que recorrería y eso me hace feliz. Nunca imaginé que escribiera un libro como el último. Lo que más me gusta quizás es eso: cada libro es inesperado. Un libro que no es una aventura no es un buen libro. Un libro tiene que cambiar de cierto modo la vida. La literatura es placer, pero también es conocimiento. Ha sido una permanente sorpresa.
¿Cuáles han sido esos caminos?
Cada libro ha sido una sorpresa. ¿Quién me iba a decir a mí que escribiría sobre el legado de la Guerra Civil? ¿Quién me iba a decir que iba a escribir sobre la guerra de Vietnam? Si hace 25 años me hubieras dicho que yo iba a escribir un libro sobre la religión, hubiese dicho que estás loco. Todo ha sido muy inesperado y dedicarme de lleno a la literatura me ha permitido eso. Nunca he pensado en que mis libros tuvieran éxito. Lo que importa es que un libro sea bueno.

Javier Cercas y Julio del Valle, rector de la PUCP, durante la ceremonia de honoris causa. (Crédito: PUCP)
Mantuviste una amistad con Mario Vargas Llosa, ¿cuál crees que es el legado del premio Nobel?
El legado de un escritor son sus libros y Mario Vargas Llosa escribió grandes libros. Eso en realidad es lo esencial. Todo lo demás es anecdótico. Podríamos hablar de que fue un escritor conocido en todo el ámbito de la lengua, de lo que significó para el Boom, pero eso en el fondo no tiene importancia. El legado de Vargas Llosa se llama “La ciudad de los perros”, “La Casa Verde” y “Conversaciones en la Catedral”.
¿Por qué en este momento no hay un fenómeno literario latinoamericano como el Boom u otros movimientos?
Es que hay momentos excepcionales en la historia y la repercusión que tuvieron esos grandes escritores fue enorme. La segunda mitad del siglo XIX fue la del descubrimiento de la gran literatura rusa para occidente. Tólstoi, Dostoyevsky, Turguénev, Chéjov Antes había grandes escritores rusos, pero aquel momento fue tremendo y quizás un grupo de escritores tan grandes como esos al mismo tiempo no ha vuelto a ocurrir.
Lo que define a la segunda mitad del siglo XX es la aparición de una pléyade de escritores [latinoamericanos] muy grandes, que tiene una enorme repercusión no solo en la narrativa en español, sino también en la literatura universal. Por primera vez, desde Cervantes, la narrativa en español vuelve a ocupar el centro del canon universal. Es verdad que hubo una operación del lanzamiento publicitario, un agente literario, la Revolución Cubana. Había factores externos, pero no se puede obviar a las obras de los autores. Esto no fue una operación artificial, como dicen algunos escritores mediocres y celosos. Hay que asumir que fue un momento excepcional.
«Yo no soy un escritor español, soy un escritor en español. Los autores de mi lengua que fueron determinantes en mi educación de escritor no fueron los españoles, fueron Vargas Llosa, García Márquez, Cabrera Infante, Cortázar, Borges, etc».
Igual lo que voy a decir queda mal, pero se ha asentado el hecho de que América Latina es importante —literaria e intelectualmente— para nosotros, los europeos, y para el mundo. Eso ya es así; lo cambió todo. Y también la idea de que el escritor ya no es un escritor de su país, sino de su lengua. Yo no soy un escritor español, soy un escritor en español. Los autores de mi lengua que fueron determinantes en mi educación de escritor no fueron los españoles, fueron Vargas Llosa, García Márquez, Cabrera Infante, Cortázar, Borges, etc.
Hay una frase genial, de Hugh Thomas, que dice “Quien solo conoce España, no conoce España”. También se podría decir, “Quien solo conoce el Perú no conoce el Perú”. Yo vengo aquí y reconozco cosas inmediatamente, mías y de España. Entonces, esto forma parte de mi cultura y tradición inmediata.
A diferencia de otras literaturas, lo particular de la hispanoamericana es que sea tan amplia.
Tenemos la suerte de contar con una lengua inmensa. Esa es nuestra mayor riqueza, sin la menor duda y tiene un futuro inmenso. Si nosotros los escritores no obramos en consecuencia, y no venimos aquí y vosotros no vais allí y no hay una comunicación fluida, pues estamos perdidos. Es una cuestión casi de responsabilidad cívica.
Sus novelas narran relatos atravesados por la historia y la política, ¿es posible hablar de literatura y no referirse a la política?
Para la carrera de un escritor es malo hablar de política. El ejemplo claro es Mario Vargas Llosa: cuando opinas de forma tan directa como él, te juzgan más por tus ideas que por tus libros. [Millan] Kundera decía que intervenir en política puede ser letal para un escritor, sobre todo en tiempos conflictivos, porque lo mejor que tiene para decir ya está en sus novelas.
Lo mejor que tenía que decir Vargas Llosa lo decían sus novelas. Como yo y como cualquier novelista. Los escritores somos escritores, pero también ciudadanos, con la misma responsabilidad que los demás. La política y la democracia no solo es cosa de los políticos. Por lo tanto, los novelistas también tenemos que intervenir. ¿Sería mejor para nuestra cuenta corriente no intervenir? Sin la más mínima duda. Pero para mí, lo esencial es la literatura.
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