Angus Laurie –arquitecto, urbanista, profesor de diseño urbano y columnista de “El Comercio”– reflexiona sobre los proyectos de infraestructura vial del alcalde de Lima, quien, en vez de proponer un plan innovador para ordenar el caótico trasporte urbano, pretende construir dieciocho pasos a desnivel que, lejos de resolver el problema del tráfico, lo podría empeorar.
Por Luis Felipe Gamarra / Retrato de Josip Curich
Cada vez que el urbanista canadiense Angus Laurie enfrenta un proyecto arquitectónico, como director de Llama Urban Design, busca que este aporte a la calle en el que estará ubicado. Y, si se trata de un espacio urbano, trata de favorecer al peatón. Está convencido –y cita decenas de ejemplos para respaldar sus argumentos– de que las metrópolis más ordenadas, en las que los vecinos están más felices, son las que poseen grandes espacios públicos, amplias áreas verdes y sistemas de transporte ordenados, tres componentes que el proyecto edil del alcalde de Lima, Luis Castañeda, parece desdeñar. Le preguntamos a Laurie qué será de la capital si se llegan a construir los dieciocho pasos a desnivel que propone Castañeda en los principales cruces de la ciudad, talando decenas de árboles en el camino. Nos preguntamos, sobre todo, si Lima será recuperable.
–¿Qué significan estos proyectos en términos de impacto urbano?
–Significa, en un contexto más amplio, alterar el tejido urbano, compuesto por calles y bulevares. El caso emblemático es el de Balconcillo, en La Victoria, una calle en la que es posible caminar por la pista y hacer vida de barrio. Pero, como Castañeda quiere construir un viaducto, todo eso se va a perder. La avenida Salaverry es otro caso: se van a partir los límites de los distritos, fragmentando más la ciudad. En estos proyectos, de boca de las autoridades de la municipalidad, se sabe que están dispuestos a talar más de 230 árboles si es necesario. Hablamos de cedros de ochenta años de edad, irreemplazables, que le quitarán a la avenida su carácter y su personalidad.
–Imaginemos un futuro en el que el alcalde de Lima ha construido sus dieciocho pasos a desnivel, así como viaductos en calles como las de Balconcillo. ¿El día que llegue otro alcalde con una visión de sostenibilidad, podrá revertir este proceso de deterioro urbano, o es irreversible?
–Es una gran interrogante. En el fondo, todo es reversible, como pasa en Londres, Nueva York, Madrid o Río de Janeiro, donde los viaductos y los pasos a desnivel se han convertido en espacios públicos para las personas o se han transformado en áreas públicas. Pero el costo de oportunidad es enorme. El paso a desnivel de 28 de Julio costó 75 millones de dólares. Con el costo de dieciocho de esos, arreglas todo el transporte. Lo más grave es que se van a gastar más de 1300 millones y todo será para peor. Sin contar que se van a perder áreas verdes y ciclovías importantes.
–Cuando le preguntaron a la autoridad que vela por los proyectos de inversión en la Municipalidad de Lima sobre la tala de árboles, esta respondió que se deberá esperar a ver qué dicen los estudios. Esa no es la respuesta de una gestión con vocación por las áreas verdes.
–Para tener más claro el tema basta mirar los TDR (Términos de Referencia) en el portal de obras púbicas del Estado. No se están solicitando estudios de factibilidad para ver qué opciones existen para mejorar las intersecciones promoviendo beneficios para el ciudadano. Se está solicitando puntualmente determinar la factibilidad de los pasos a desnivel. Es decir, no se están buscando soluciones, sino que se plantea el by-pass como única solución.
–¿Por qué tenemos un alcalde que va contra todas las tendencias y nadie dice nada?
–Por un lado, es un tema de presupuesto. La plata que maneja la Municipalidad para estas obras viene de Emape, que es la entidad que hace las pistas y carreteras. Por otro lado, es un problema de falta de expertos en planificación. Desde 1983, no egresan planificadores urbanos de las universidades. A falta de planificadores, la planificación está en manos de expertos en tráfico. Finalmente, es un asunto aspiracional. La gente quiere tener carro. Hoy, el 15% de los viajes en Lima se hacen en auto particular. Cuando ese porcentaje llegue a 25%, como en México o Sao Paulo, va a ser más difícil enfrentar el problema. Esas ciudades, con metro y un sistema de transporte público, están sufriendo. Imagina qué será de Lima, que no posee un sistema integrado.
–Por lo visto, Manuel Velarde, el alcalde de San Isidro, parece ser el único con ganas de hacerle frente al proyecto del alcalde, porque ninguna otra autoridad se ha pronunciado.
–Hubo una votación en la que se convocó a todos los alcaldes de Lima para ver el caso de Balconcillo, pero participaron unos pocos. Fue terrible. Los únicos que votaron en contra fueron los alcaldes de San Isidro, el Rímac y Villa María del Triunfo. Ellos tres, sumados al alcalde de San Borja, podrían ser los alcaldes de Medellín o de Bogotá. Tienen ideas del siglo XXI. Los demás, incluyendo al alcalde de Lima, están peor que los alcaldes de Miami o Detroit de los años setenta.
–Pero la gente apoya estas obras. ¿Crees que mañana, que salga otro alcalde en San Isidro, los espacios públicos que le ganó Velarde al automóvil se conviertan otra vez en estacionamientos?
–Espero que no. Pero recordemos el caso de Bogotá, donde al alcalde Enrique Peñalosa trataron de revocarlo porque sacaba estacionamientos, mejoraba las veredas y las ciclovías, y no hacía pistas, como Velarde. En Curitiba, la gente quería linchar al alcalde Jaime Lerner porque, con mano dura, cerró calles solo para los buses. Fueron cambios dramáticos en ambos casos, que se hicieron en dos o tres años. Cuando la gente vio la transformación, los reeligieron. El alcalde de San Borja, que le pone énfasis a los espacios públicos, ha sido electo tres veces. Hoy, que la gente ve que el by-pass de 28 de Julio –que le quitó a Lima la posibilidad de tener un gran parque– no resuelve nada, deberíamos darnos cuenta de que otros dieciocho no resolverán el problema. Eso espero.
Artículo publicado en la revista CASAS #240