En medio del desierto de Paracas, el arquitecto Javier Artadi ha diseñado una casa que se funde con la naturaleza, pero que no abandona su humanidad. Una propuesta que expresa contemplación y descanso en medio de dos mundos: uno artificial y otro natural.
Por Stefano de Marzo / Fotos de Elsa A. Ramírez
La racionalidad de los ángulos de esta casa corta en dos el universo. Por un lado, el condominio que la acoge. Y por otro lado, la inmensidad del desierto de Paracas. Esta dualidad está presente en los dos bloques, uno encima del otro, que componen la casa.
Para el arquitecto Javier Artadi, la idea afloró debido al contexto en que se encontraba. “Su singular ubicación define una doble relación de la casa con el lugar: por un lado, con el propio condominio, un oasis construido por el hombre (agua, verde, sombra, arquitectura) y, por otro, con el vasto desierto al cual se abre pasando las fronteras de la propiedad”, comenta.
El volumen superior de la casa ha buscado, al estar dispuesto en perpendicular encima del otro, liberar la parte alta del de abajo. Esto, según Artadi, ha permitido un mayor registro visual del desierto desde la segunda planta, a la vez que generó la sombra necesaria que requería la terraza en el primer piso.
Las formas del diseño dan una impresión, en apariencia, sencilla. Sin embargo, el proceso de creación de la casa, a pesar de su privilegiada ubicación, no estuvo exento de desafíos.
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Existen vientos en la zona que, con dirección sur, arrastran polvo y arena hacia lo que se les ponga al frente. No por nada el lugar se llama Paracas.
Para enfrentar el impacto de los vientos, Artadi comenta que la casa se planteó más abierta hacia el norte.
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Es decir, hacia la terraza, la piscina y la sala comedor.
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En los lados que da hacia el sur, las aberturas, comenta el arquitecto, son más pequeñas y controladas. Si bien las ventanas y mamparas han sido elaboradas bajo un sistema hermético, la idea libera a las áreas sociales de la incontrolable naturaleza del desierto.
Retiro existencial
Por dentro, la historia es otra, casi como un submundo en medio de la vastedad de Paracas. Los diferentes ambientes que componen la casa han sido diseñados en función de su uso, así como de su relación con el exterior. Por ejemplo, el dormitorio principal se abre a una vista panorámica del desierto, un lienzo hiperrealista de la reserva. El comedor, por otro lado, se ofrece a las áreas verdes del condominio. La sala, hundida sobre el nivel de la superficie, se disfruta con una chimenea, un planteamiento calculado para los meses invernales.
Así como el exterior connota dualidad, Artadi comenta que el programa ha sido también dividido en dos. Las dos formas de conectar con su ubicación (con el oasis artificial y con el desierto) resultaron en tener la sala, comedor, terraza con piscina, servicios y dormitorios en el primer piso. Y el cuarto principal, así como un ambiente de esparcimiento multiuso conectado a la terraza superior, en la segunda planta. Para Artadi, los ambientes más importantes de la casa son las dos terrazas. “La de abajo, abierta hacia el condominio y, la de arriba, abierta hacia el desierto”, comenta para reflejar nuevamente la dualidad omnipresente.
En cuestión de materiales, el arquitecto no oculta su atracción por lo funcional. “Como en todo mi trabajo, me interesa el uso medido de texturas y acabados”, señala Artadi. “Prefiero pocos materiales y que sean duraderos. En general, esta visión ayuda a comprender mejor la idea principal del proyecto, además de asignarle a la obra terminada una proyección de permanencia en el tiempo”.
El arquitecto redondea su idea con dos situaciones. Una social y de descanso, en el primer nivel. Y otra existencial y contemplativa, en el segundo. “Un espacio que nos recuerda que somos habitantes de un desierto único, el desierto de la costa peruana”, finaliza.
Artículo publicado en la revista CASAS #242