La respuesta a la pregunta del título es no. Pero el intento sí logró grandes cosas. ¡Pásala! Fútbol y Lectura surgió como una respuesta creativa a un problema nacional y cotidiano: los niños no saben leer. No se trata de un problema de analfabetismo, sino de falta de práctica, gusto y el consecuente aprendizaje y desarrollo del pensamiento crítico. Conversamos con Max Rivera, Francesca Ruggiero y Martín Salinas, responsables de la iniciativa, sobre cómo la idea de motivar la lectura a través del fútbol está cambiando la vida de un grupo de niños de Pamplona.
¿Cómo surgió el proyecto?
MR: Con José Devercelli, fundador de Pásala, quien me contactó cuando recién estaba desarrollando la idea, y buscaba un tutor para los chicos. Él había ya trabajado una plan de formación de lectores y quería adaptarlo a temas de fútbol para atraer a los niños. Asumió que así se iba a despertar el interés por la lectura. La propuesta inicial era ir dos veces por semana, tener una hora de entrenamiento de fútbol y otra de lectura.
MS: Esto fue en el 2012. Francesca y yo nos sumamos en el 2014, con un cambio en la metodología.
¿Cómo fue ese primer intento?
MR: Fuimos con dos entrenadoras, que eran futbolistas pero no docentes. El abordaje del fútbol fue más técnico. Habíamos asumido que con el deporte como gancho los niños se iban a interesar por leer, pero no fue así porque no cuentan con un entorno de literacidad previo. La lectura se tenía como algo aburrido, que era usado como un castigo.
¿El tema del fútbol no fue un buen comienzo?
MR: La cercanía al deporte no te garantiza que les va a interesar la lectura. También estábamos trabajando con niñas, la mayoría de las cuales no tenía interés alguno en el fútbol.
¿Cómo empezaron a hacer progresos?
MR: Primero, la zona del colegio está en los márgenes de Lima, tiene entre 15 y 20 años de antigüedad. No hay saneamiento básico, no hay agua ni desagüe. Cuando empezamos acababa de llegar la luz. Los papás trabajan todo el día, y los niños tienen que cumplir roles como trabajar o cuidar de sus hermanos. También hay violencia familiar y social, hay pandillaje. Todo esto plantea un escenario de demanda emocional. No es llegar con historias de fútbol, sino desarrollar un vínculo significativo con los niños.
No es una zona fácil.
FR: No, y la vez Pamplona es impresionante. En un lugar empinado y pobre, el colegio es un monumento en la cima de una montaña. Es enorme, súper bien construido, con dos pabellones unidos por un puente, un comedor. Claramente un espacio seguro y bonito de estar. Es un buen comienzo, subir todo el cerro para llegar a esa fortaleza. Tener un espacio donde los niños sienten esa protección.
¿Cómo se idean las clases?
FR: En Pásala hay un grado de libertad interesante. La lectura no solo es el texto escrito, sino la oportunidad de jugar y explorar. Inventamos canciones y vamos generando métodos que los atraigan.
MR: Hemos abordado periféricamente la lectura. Por ejemplo, los chistes son algo que les encanta, y son un pensamiento a través de las letras que exige que encuentres un sentido más allá del texto directo. Hay un tema de migración, muchos niños descienden de familias andinas donde hay una fuerte presencia de metáforas y adivinanzas, lo cual implica interpretación.
FR: Otro punto importante es nunca decirles qué hacer. Poner reglas es un error común. Los chicos están acostumbrados a eso de la misma forma que están acostumbrados a desobedecer. Son niños que muchas veces no reciben más que órdenes. Lo que hacemos es proponer una dinámica y que ellos digan las cosas que debemos respetar. Al comienzo te dicen cosas que se saben de memoria, como «no ensuciar», luego les preguntas ¿por qué? y conversando la regla deja de ser vertical para también ser suya.
El lado fútbol
¿Cómo es el entrenamiento?
MS: No lo llamaría entrenar porque no hacemos ejercicios sino juegos. Modificamos ciertas reglas para que sea divertido y para fomentar la participación. Los chicos han tenido una socialización a través del fútbol desde mucho antes que las chicas. En las primeras clases adaptamos el juego para que las chicas de arranque se sientan con confianza al estar participando. Por ejemplo, para que un gol se válido, todos deben haber pasado el medio de la cancha. La dinámica hace que todos tengan que participar para poder ganar.
¿Es complicado convencer a las chicas? ¿Tienen ganas de jugar?
MS: Es difícil, pero nuestro objetivo es hacer del juego algo inclusivo. Sucede que el patio está tomado por los chicos, mientras que las chicas suelen sentarse en grupos en los alrededores, lo cual es una forma de exclusión. Ahí es donde dependemos de nuestra capacidad de generar dinámicas inclusivas. Tanto para las chicas como para los chicos que no son muy buenos jugadores.
FR: Hay un juego que es «tres contra tres», porque mientras más pequeños son los niños (nosotros vemos de 9 a 11 años) más pequeños deben ser los equipos. También tenemos una especie de balonmano modificado, lo que beneficia a las chicas, que suelen ser más altas.
MS: Hacemos pequeños partidos para que vayan rotando, para que no se recuesten sobre los más hábiles, como suele pasar. Es llevar el fútbol a una medida común, hacerlo un espacio para formar ciudadanos. El objetivo es que chicas y chicos sepan que tienen una voz en los juegos y en el patio.
¿Cómo se educa a través del fútbol?
MS: En la cancha se generan muchos conflictos. Si salió la pelota del campo, o si algo fue o no fue gol. Entonces utilizamos esos conflictos para conversar.
FR: Enseñamos, por ejemplo, cuándo el juego ya no es juego, cuándo la broma se vuelve hiriente. Ese límite no está del todo claro para los niños, entonces los vamos introduciendo a la lógica de pensar en el otro, de no lastimar y de saber cuándo te debes disculpar y por qué.
Gol final: los resultados
¿Cómo evalúan el desarrollo del programa?
MR: Los evaluamos a principio y a fin del año escolar. No van todos los niños, pero las evaluaciones sí son para todos, así al final podemos comparar resultados entre los niños que se quedaban a Pásala, que funciona como una suerte de asesoría, y los que no.
¿Qué porcentaje de niños asiste y cuáles son las principales razones por las que deciden no quedarse?
FR: De una promoción de 60 niños, vienen unos 30. No van por diferentes motivos, porque viven lejos e irse más tarde implicaría una logística que no es posible para sus padres; porque cuidan a sus hermanos menores y los esperan en casa, por dar un par de ejemplos.
¿Cuál fue su primer buen indicador?
MR: Las madres y docentes nos comentaron un cambio de conducta. Los niños que asistían se volvieron más participativos en clase, más capaces de preguntar y repreguntar. Estaban más atentos y críticos ante la información que recibían. Otro cambio fue que niños y niñas empezaron a jugar juntos en el recreo.
¿Cómo miden resultados cuantitativamente?
MR: La comprensión lectora tiene tres niveles. Primero el básico, el nivel literal, este implica que el niño sepa decodificar el lenguaje. Lo segundo es el nivel diferencial, se refiere a algo que está implícito en el texto, algo que no dice pero que puedes inferir: si alguien necesita un paraguas es porque está lloviendo o va a llover. Finalmente, está el nivel crítico, donde le pedimos al niño que tome una postura ante lo que ha leído.
FR: Ahí tratamos además de medir su desarrollo moral, su aprendizaje como ciudadanos que entienden y resuelven conflictos según principios.
MS: Creamos una prueba para ello, para que nos señalen lo bueno, malo, justo e injusto. Les planteamos seis conflictos y les pedimos que tomen una posición y expongan sus razones.
¿Cuáles han sido los resultados?
MR: En comprensión lectora evaluamos los niveles diferencial y crítico, y los resultados han sido constantemente positivos.
MS: En el 2016 los resultados en lectura fueron favorables incluso en niños que había empezado el año por debajo del promedio del salón.
Por Alejandra Nieto
Fotos cortesía de Pásala.