Conversar con Alejandra Abusada es acostumbrarse a verla con el móvil en medio de eternas coordinaciones a través de mensajes de texto o de voz. “¿Por qué parece que todo el día estás tramitando algo?”, le preguntan sus amigos. De hecho, no parece, sino que eso hace. Además de trabajar como psicóloga casi 40 horas semanales en una clínica local, Alejandra dirige el proyecto social Mami Linda. “Hago magia con el tiempo”, afirma, risueña, cuando habla del sinfín de actividades que desempeña para llevar ayuda psicológica a un grupo de mujeres de San Juan de Lurigancho y de Cañete.
“Tengo que reunirme con representantes comunales, organizar a los voluntarios que irán a los talleres, coordinar qué transporte los llevará, conocer los temas que vamos a desarrollar”, explica. Y es que el voluntariado Mami Linda, fundado en el 2015, se trata de talleres dirigidos, en su mayoría, por psicólogos que ofrecen herramientas a madres solteras que son el pilar del hogar (en el caso de San Juan) o de terapias que buscan aliviar el dolor de mujeres que han perdido familiares o bienes materiales tras los huaycos por el Niño Costero (en el caso del grupo de Cañete).
“La mayoría de voluntariados llevan solo ayuda material. Pero se hace muy poco por la salud mental”, indica Alejandra. La joven psicóloga, de apenas 24 años, comenzó este proyecto por sí misma mientras hacía su tesis, convencida de que “el ser humano debe tener una salud integral” (es decir, biológica, psicológica y social).
Es por ello que en los talleres que imparte Mami Linda, los psicólogos a cargo pueden desarrollar, por ejemplo, terapias de duelo como también ofrecer consejos para madres que tengan hijos hasta los seis años. “Al comienzo, hice un focus group para saber qué temas les gustaría escuchar y los resultados fueron nutrición, medicina familiar, enfermedades y control de emociones”, recuerda Alejandra.
Voluntarios
Alejandra Abusada habla con emoción de Mami Linda. Sin embargo, no es la primera vez que participa de un voluntariado. Desde los 19 años, se ha sumado a diversos programas de ayuda social y dedica parte o todo su tiempo a asistir a los demás. Esta es la primera vez, empero, que lidera un grupo como este.
“Mi proyecto no es triste. No busco que digan ‘qué pena’”, asegura. “Pena me daría no hacer nada”, añade. Así como Alejandra, hay un conjunto de personas que la ayuda en esta aventura. “Nos da satisfacción cuando una madre nos dice simplemente ‘gracias por tu tiempo, por venir’”, comenta.
Para aquellos interesados en participar de Mami Linda (de preferencia profesionales de la salud), pueden comunicarse con ella. “Que me llamen. Yo contesto el celular 24/7”, bromea.
Financiación
El proyecto Mami Linda funciona gracias a las ganas y a la financiación de Alejandra y el grupo de voluntarios que la siguen. Sin embargo, la meta a largo plazo es llevarlo a nivel nacional después de consolidarse en los dos lugares que están ahora. Para ello, están en busca de empresas o personas que quieran financiar Mami Linda. “Necesitamos proyectores, transporte y cosas tan simples como papelógrafos y colores”, explica. En resumen, gente como ella y los demás voluntarios que apuesten por el proyecto.
«Las mamás que atendemos están emocionadas porque el proyecto está creciendo. En Cañete son 80 madres y en San Juan de Lurigancho, 35», dice, orgullosa. «Quiero que la gente cree conciencia de lo importante que es el bienestar emocional y que hay personas que no lo tienen», afirma Alejandra, convencida de que con su aporte va a cambiar vidas.
Por André Agurto