El 4 de febrero, el catedrático de arte y fugaz director del Museo del Prado de Madrid, Francisco Calvo Serraller, describió la trayectoria del Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid en el suplemento cultural del diario “El País”. La calificó como “un acierto pleno en su inicial diseño y configuración, que rindió más frutos de los muchos esperados y que, sin embargo, amenaza con torcerse en su hasta ahora fértil rumbo”.
El declarado deseo del barón Thyssen, hace ya más de dos décadas, era perpetuar en un maravilloso emplazamiento público el formidable legado de la colección artística acopiada por su padre y por él mismo. El Palacio de Villahermosa, en el madrileño Paseo del Prado, a un tiro de piedra del Museo del Prado, cerca de los más lujosos hoteles de la capital y prácticamente colindante con el Congreso de los Diputados, fue la propuesta del gobierno de España para albergarla.
Satisfecho con la propuesta, la contraprestación económica demandada por el barón estaba destinada específicamente a la remodelación del palacio y a compensar a sus herederos legítimos, que quedarían con esta transacción desposeídos de sus derechos sobre la colección.
Cuando el Estado español compró la colección del barón Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza, se puso la guinda a un pastel que se había estado cocinando desde 1988, año en que se firmó un contrato de préstamo para que España acogiera las obras de arte del aristócrata. En 1990 comenzó la remodelación y adecuación del palacio de Villahermosa por parte del arquitecto Rafael Moneo, para convertirlo en el espacio expositivo que se inauguró en octubre de 1992. Y en el verano del año siguiente España adquirió las 775 obras de la Colección Thyssen, que pasaron a formar parte del patrimonio histórico español.
Idas y venidas
Tras la muerte del barón, su viuda, Carmen Cervera, que había recibido como heredera una parte de los bienes artísticos de su marido –legado que ella misma completó iniciando una colección centrada en arte español menor del siglo XIX y comienzos del XX–, ofreció esta segunda colección al Estado, sumándola a la de su difunto marido.
Para dar lugar a esta nueva incorporación, en junio de 1999 se anunció la adquisición de dos edificios adyacentes al palacio de Villahermosa, destinados a la ampliación de la sede madrileña de la Fundación Thyssen-Bornemisza, y la cesión gratuita de la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza durante once años, lo que se ha ido prorrogando desde su vencimiento.
Pero en estos últimos tiempos la baronesa es noticia por advertir, de manera recurrente, sobre la posibilidad de llevarse su colección total o parcialmente (nunca queda claro), con miras a obtener la liquidez que le es necesaria para sobrevivir a sus cuantiosos gastos (tampoco aclara la cantidad perseguida), de no obtener respuesta a su requisitoria (que no se sabe bien en qué consiste).
En 2012, sin protesta que conste por parte del gobierno español, la baronesa Thyssen, alegando “necesidades de liquidez”, sacó del museo y subastó “La esclusa” –obra del inglés John Constable adquirida por el barón Thyssen en Sotheby’s, en 1990, por casi 13 millones de euros– en la casa londinense Christie’s, obteniendo 27,89 millones. Y el mes pasado puso a la venta “Caballos de carreras en un paisaje”, pastel sobre papel de Edgar Degas, una de las dos obras que posee de este impresionista francés, con la que espera conseguir una cantidad similar a la obtenida con “La esclusa”.
Hora de negociar
En 2011 se inauguró el Museo Carmen Thyssen en Málaga, en otro palacio en pleno centro de la ciudad: el de Villalón. El museo alberga unas trescientas obras de uno de los periodos favoritos de la coleccionista: el siglo XIX español. Y en febrero de este año la baronesa anunció la próxima inauguración de un nuevo Museo Carmen Thyssen en Andorra. Pero, como ya mencionamos, la baronesa periódicamente sobresalta a la opinión pública anunciando, exaltada unas veces, ofendida otras, que se lleva su colección de los museos. La última vez fue a fines de enero, cuando aseguró que tiene previsto llevarse fuera de España parte de su colección de cuadros si las negociaciones con el Ministerio de Cultura no llegan a buen puerto.
La amenaza provocó, en un inicio, una displicente respuesta por parte del ministro de Cultura y portavoz del gobierno español, Méndez de Vigo: “Agradecemos mucho a doña Carmen que nos haya prestado esta colección estos años. Ahora la baronesa pedía un cambio. No se trataba de concesiones económicas, sino de condiciones a la hora de vender determinadas obras. Hemos sido generosos en la negociación”. Más tarde, sin embargo, cambiaría el tono al anunciar que se abrían tres meses para negociar con Cervera.
Ante los amagos de la baronesa, sus reclamaciones poco concretas y los anuncios de nuevos museos Carmen Thyssen, como el previsto en Andorra o el ya inaugurado en Málaga, no son pocos quienes, como Calvo Serraller, piensan que en este caso también se debe aplicar la histórica frase del almirante Méndez Núñez que bien refleja el quijotismo español: “España prefiere honra sin barcos que barcos sin honra”.
Por José María López de Letona
Publicado originalmente en la edición impresa de Cosas 617