El escritor boliviano Edmundo Paz Soldán estuvo en Lima para presentar su último libro. Se trata de una antología personal de cuentos titulada Tiburón. Conversamos con él sobre esta nueva selección de sus relatos, su paso por la ciencia ficción y su regreso al realismo.  

¿Cómo surgió el proyecto de lanzar una antología personal de cuentos?

La idea fue armar un proyecto para que estos cuentos circularan en editoriales independientes. Ya ha salido en México y ahora con Animal de Invierno aquí en el Perú. Comencé a escribir cuentos en 1986 y ya han pasado 30 años desde ese entonces. Existen otras antologías de mis cuentos, pero cada antologador le ha dado su estilo. Pensé que era un buen momento para hacerlo yo mismo y ver qué podía quedar.

¿Cuál fue tu criterio para elegir los cuentos?

La única regla que me dieron es que el límite sea 200 páginas. Eso me obligó a ser más selectivo.

¿Y en cuanto a temática?

En ese caso, traté de buscar cuentos que representaran todas mis etapas. Quería, además, que haya una fluidez al leer. Entre mis primeros cuentos, que eran historias muy cortas, y los últimos, que abordan la ciencia ficción, traté de que prevalezcan los de corte más clásico.

¿Qué ventajas tiene trabajar con una editorial independiente?

Tienes mucha más cercanía con el editor. En una editorial grande, que maneja un catálogo más amplio y mayor número de autores, a veces es difícil tener toda la atención que uno cree que se merece un libro. En cambio, con una independiente hay un trabajo de diálogo y feedback entre escritor y editor. Yo he publicado toda mi vida en editoriales como Alfaguara o Random, no tengo ninguna campaña en contra de ellos.

En el caso de alcance de lectores, ¿son públicos distintos?

Creo que incluso las editoriales independientes tienen otro tipo de lectores. Son personas que desconfían de las editoriales grandes, que piensan que si publicas en una grande, eres un autor comercial. Lo cual, obviamente, no es cierto. Cada vez sigo más el modelo de César Aira, que tiene obras en editoriales grandes y también en independientes. Los libros deben circular en diferentes niveles, con diferentes lectores y en diferentes espacios.

«Tiburón» es un esfuerzo en conjunto de la editorial independiente Animal de Invierno y el Fondo Editorial de la Universidad César Vallejo

¿Existe cierta predilección por los cuentos, la poesía y la no ficción en estas editoriales más pequeñas?

Sí, creo que las editoriales grandes privilegian y apuestan por la novela. Cuando publican libros de cuentos, son de autores del catálogo que ya están muy consolidados. Su prioridad, su enfoque, son las novelas. Eso ha hecho que haya un buen espacio para publicar cuentos en editoriales independientes.

En los últimos años, has publicado no solo cuentos, sino una novela sobre ciencia ficción. Incluso has llegado a afirmar que “la ciencia ficción es el nuevo realismo”. ¿Esto es más un deseo tuyo o ya es una realidad?

Si no lo es, lo va a ser pronto. Hay varios tipos de ciencia ficción. Hay uno que es cada vez más popular en el cine y que en literatura se llama la «ópera espacial». Pero hay otro tipo que es mucho más cercano que habla sobre un futuro más próximo y que está cerca de llegar. Tiene que ver mucho con una especie de extrapolación y radicalización de tendencias que ya están en el presente. Son cosas que van a ocurrir dentro de 5 o 10 años, no dentro de 100. Ese es el tipo de ficción que me gusta. La que dice que si estás todo el día pegado a tu celular, en cierta forma ya te has vuelto un cyborg. Buena parte de nuestra memoria se la hemos encomendado al celular. Ya no memorizamos números telefónicos o direcciones porque hay un GPS que nos lleva de un lugar a otro. Eso, que era el territorio de la ciencia ficción, ya no lo es tanto. Estamos programando máquinas, pero también las máquinas nos están programando. Todo eso se puede trabajar desde la ciencia ficción, pero al mismo tiempo es hablar del paisaje de nuestro tiempo, hablar de literatura realista.

¿Se puede, entonces, hacer crítica social desde la ciencia ficción?

Hay un tipo de ciencia ficción mucho más política, que aparenta hablar del futuro, pero en realidad está haciendo una crítica social de su tiempo. Si piensas en 1984 de Orwell, en realidad está hablando de los totalitarismos y no solo de ese año. Hay un doble juego de la ciencia ficción: aparenta estar hablando de las estrellas, pero su temática está muy enraizada en la Tierra.

¿Por qué la ciencia ficción es un género, a menudo, subestimado?

Siempre ha habido cierta desconfianza con los temas populares. Por un lado, hay una conexión muy fuerte entre ventas de libros y calidad literaria elevada. Eso le ha pasado al policial, al fantástico, a la ciencia ficción. De otro lado, en cuanto a las culpas de la ciencia ficción, creo que muchas veces una novela privilegia mucho la trama y no hay tanto trabajo con la escritura. Eso a veces hace que se vea confinada a un guetto. Pero hay otro tipo de ciencia ficción, sobre todo el de las décadas del 1960 y 1970, que trabajó el lenguaje, que te hace ver que otra ciencia ficción es posible, donde no hay una desconexión entre la calidad literaria y el hecho de que sea un género popular.

Para escribir Iris, tu novela de ciencia ficción, leíste a José María Arguedas. ¿Por qué fue útil esta lectura?

Enseño a Arguedas en la universidad donde trabajo. Lo que estaba buscando era el choque entre dos culturas y esa mezcla que se produce a través del lenguaje. Cuando escribí Iris, quise que el lenguaje reflejara ese encuentro violento y comencé a buscar autores latinoamericanos que hayan explorado ese choque: Roa Bastos con el guaraní y José María Arguedas con el quechua.

Después de cinco años de hacer ciencia ficción, ¿volverás al realismo con una nueva novela?

Sí, es cierto. Acabo de terminar una novela que va a salir el próximo mes. Se llama Los días de la peste y es una historia ambientada en una cárcel y contada en clave realista. Aunque, después de cinco años de hacer ciencia ficción, me han dicho que mi realismo ya no es el de antes (risas).

Por André Agurto