El artista José Luis Carranza (Lima, 1981) no recuerda si Historia Natural es su décimo tercera o décimo cuarta muestra individual. Lo que sí rememora, en cambio, es que muchas de las obras de esta serie, donde una fauna violenta y amenazante vive en los lienzos, provienen de las memorias que guarda de su niñez. Las piezas de pequeño y mediano formato hechas en tinta china y óleo, respectivamente, están expuestas desde hoy hasta el 17 de junio en la galería Yvonne Sanguineti, en Barranco.

Materia

Cuando los años pasan, la niñez se convierte en un territorio fértil para rescatar experiencias. Carranza recuerda que desde niño su mundo estuvo muy ligado a las ciencias naturales, a mirar el mundo desde la perspectiva científica. Por el lado de su padre, la anatomía, y por el de su madre, la taxidermia. Fue ella quien, precisamente, le enseñó el ejercicio de disecar animales. “Cuando se moría alguno de los que teníamos en casa, ayudaba a mamá a preservar el cuerpo y a hallar las maneras correctas para que lo que estaba muerto, se acerque de alguna manera a la vida”, explica.

José Luis Carranza

José Luis Carranza. 2017. «Nacimiento del fuego». Óleo sobre tela. 150x150cm

El artista sigue haciéndolo, pero ahora a través de la pintura y la tinta. Las aves y reptiles representados en Historia Natural, captados por su pincel en su momento más violento, son tal vez los mismos y únicos animales que su madre le dejaba criar. “Mamá tenía un jardín espléndido y no iba a permitir que un mamífero mayor le destroce las flores o los helechos que tenía”, indica entre risas.

Ahora que las aves y reptiles están solo en los lienzos, el artista puede disfrutar de la solitaria compañía de un gato. “De alguna u otra forma, el mamífero mayor llegó a mi vida”, acota.

Carranza. «Varano». Tinta sobre papel 24 x 32 cm

Proceso creativo de Historia Natural

Todo empieza con una imagen. Una especie de fotografía mental llena de colores, luces y personajes. Lo complicado viene luego: tratar de plasmar en el lienzo lo que solo está en su mente. “La torpeza de las manos son un filtro terrible entre esos dos elementos”, se queja el pintor. Para superar esa dificultad, Carranza trabaja a diario en alguno de sus dos talleres: obras de pequeño y mediano formato en uno, las grandes en el otro.

José Luis Carranza

José Luis Carranza. «Despues de la lluvia». Óleo sobre tela. 70 x 170 cm 2017

Y lo hace en jornadas de dos o de dieciséis horas, dependiendo de la intensidad que ponga, pero sobretodo de la angustia del momento. “Pintar no me entusiasma, ni me divierte, ni me alegra la vida”, confiesa. Todo lo contrario. “La pintura no me abre un camino de luz, sino más bien de oscuridades e incertidumbres”, indica. De cómo controle esa angustia en el proceso creativo dependen las horas que le dedica a sus cuadros en el día.

Carranza. «Ave». Tinta sobre papel 24 x 32 cm

“La escena que aparece en mi cabeza se va trasladando poco a poco a la tela. Lógicamente, con modificaciones, correcciones, arrepentimientos y a veces hasta destrucciones”, revela el autor, que admite en alguna ocasión haber destruido una serie completa.

Después, la búsqueda de la perfección y ultimar los detalles. ¿De qué depende que una obra suya pase el filtro del abandono o la destrucción? “Si los personajes no tienen una anatomía errónea o una expresión estúpida, que es lo que más me aterroriza, puedo sentirme mejor”, apunta. “Pero no triunfal”.

Por André Agurto