Los personajes caen mal. Al menos al inicio. Pero así pasa en verdad. Muchos de los personajes principales pueden resultar incómodos e incluso insoportables. Ahí radica el espíritu de una serie que desde su propio título pide, por favor, gustarle a alguien: es sincera de principio a fin. Por eso, es difícil catalogar Please Like Me (que se encuentra íntegra en Netflix) como buena o mala, o recomendable o prescindible. Es mejor que decir que se trata de una serie genuina y con personalidad. Y eso, claro, es algo muy difícil de hallar.
Su creador, el australiano Josh Thomas, es un comediante de stand up muy conocido en su país. Tiene el gran mérito de ser la persona más joven en ganar el RAW Comedy Award en el Melbourne International Comedy Festival. Lo consiguió en 2005 con solo 17 años. Quizás por eso la cadena ABC2 le dio luz verde para realizar un programa basado en un show homónimo de su autoría. De esa manera estrenó en 2013, con nada más que 25 años, seis episodios a través de una señal que, en un inicio, tenía dudas sobre transmitir un producto con temática gay. Porque sí: Thomas es homosexual y la serie es bastante autobiográfica.
Please Like Me y la honestidad como valor narrativo
Lo que le otorga bastante originalidad al programa es el hecho, por ejemplo, de que el creador (que también hace de guionista) sea el protagonista. O que uno de sus mejores amigos en la vida real, Thomas Ward, haga de su mejor amigo en la serie. Y que además intervenga también en la escritura de los guiones. Todo suma en esta ficción a la que le sobra cercanía y verosimilitud.
La honestidad le da fuerza. Como ya dijimos, algunos personajes caen mal. El autor pinta su entorno sin demasiados arreglos. No tiene miedo de exponer sus defectos. No duda cuando debe exhibir los problemas psiquiátricos de su mamá o las dudas de sus amigos. Esa sinceridad, en el fondo, es un acto de valentía. Porque ser así de transparente en una obra que roza la autoficción necesita de coraje. Ese carácter osado es el que primero reta al público y después lo enamora. Porque Please Like Me quiere gustarle al público. Pero quiere gustarle tal y como es.
Tanta personalidad tiene la serie que, aunque fue creada por un comediante, uno de sus productores ejecutivos prefiere calificarla como un drama. Y muchos episodios le dan la razón. Bastante.
El momento es ahora
Un protagonista silencioso de la serie es el presente. En lugar de convertirse en gags o en una suma de pretextos simples, la actualidad lleva la trama y viste algunos de los momentos más emotivos de la serie. Porque si hay shows que luego podrán ser usados como retratos de un momento, Please Like Me es uno de ellos.
Lo contemporáneo puede estar en los detalles. Puede aparecer cuando se usan dating apps como Grinder. O puede emocionar cuando se interpreta el tema de una cantante actual. También puede relucir en una queja contra el patriarcado. Como detonante o como artilugio sentimental, el presente tiene una importancia vital.
Pero también se nota en algo mucho más amplio. Aunque hay personajes mayores, como la madre y el padre del protagonista, gran parte del elenco está conformado por jóvenes. De la misma manera en la que hacen otras series (la icónica Girls o la magistral Master of None), Please Like Me mira de cerca las relaciones. Sobre todo las amorosas. Y en las acciones de sus protagonistas, una banda de millennials, podemos reconocer varios síntomas de nuestros tiempos.
Yo te amo yo tampoco
En ningún momento se siente que la búsqueda del amor ideal, tópico recurrente de programas pasados (llámense Friends o How I Met Your Mother), sea el centro de la serie. Al contrario, somos testigos de cómo Josh y sus amigos sabotean sus relaciones una y otra vez. Todo de una manera tan absurda pero tan real que resulta inevitable reconocerse en ellos. La estabilidad y perdurabilidad que buscaban personajes como Ross o Ted, no parecen estar dentro de los intereses de estos jóvenes australianos. Es más, hasta cierto punto parece haber un grado de consciencia sobre la fugacidad de las relaciones amorosas contemporáneas.
Ninguno de ellos se esfuerza por retener a alguien. De hecho, no buscan tener a alguien. Al ser conscientes de lo volátil que pueden ser sus romances, eligen vivir sus amores pasajeros sin forzarlos. Sus esfuerzos no parecen concentrados en mantener una relación perfecta, sino en estar bien ellos mismos.
Gustar. Gustarle a otros. Gustarse ellos mismos. Ese es el eje de la serie. Y ya lo dijo Saramago: «gustar es probablemente la mejor manera de tener, tener debe ser la peor manera de gustar».
Por Omar Mejía Yóplac