A la restauración de la casona de 1923 del arquitecto polaco Ricardo de Jaxa Malachowski, realizada por Augusto de Cossio, siguió un interiorismo de búsqueda y mezcla, a cargo de Augusta Pastor. El resultado es un nuevo hotel boutique en Barranco con mucho que contar.
Por Rebeca Vaisman / Fotos de Víctor Idrogo
En 1920, Rosalía Zignano de Botto adquirió una parte del extenso terreno que Juana Josefa Valdeavellano de Tweddle poseía en el balneario de Barranco, en lo que había sido el fundo El Pacayar del diplomático, periodista y escritor Juan Francisco Pazos Varela. Tres años después de hacerse con el lote, en 1923, el arquitecto polaco Ricardo de Jaxa Malachowski fue contratado para levantar ahí dos “casas de campo” muy parecidas entre sí, con techos de tejas, fachadas decoradas y un torreón entre ambos edificios. Estos funcionaron como un solo lote hasta comienzos de la década del cuarenta, cuando fueron desmembrados. En 1987, la casa principal fue declarada Monumento Nacional por su valor arquitectónico, por ser obra del famoso arquitecto y por guardar parte importante de la historia del distrito y de la ciudad.
Eso es lo que revela la ficha del Ministerio de Cultura sobre la casona en la calle Carlos Zegarra. No son muchos más los datos que se tienen sobre la casa original. Apenas algunas fotos, pero ningún plano. Cuando la cadena de hoteles Ananay convocó a Augusto de Cossio para que se encargue de su restauración y acondicionamiento a fin de montar el hotel boutique Villa Barranco, el joven arquitecto la encontró en un estado bastante deteriorado. Él ya había participado en otros importantes rescates, como el del Teatro Municipal, el de MATE y el del Hotel B. “Este proyecto, como casa barranquina, resultó bastante especial porque tiene mucha ornamentación, una fachada con elementos escultóricos como el friso con los mosaicos, y recuperar todo eso fue un reto”, asegura De Cossio. Se sumaron también ciertas particularidades constructivas, como el hecho de que, a diferencia de otras casonas de la época, que tenían techo pastelero que daba protección ante la humedad, a esta casa solo la resguardaban tejas que habían ido cayéndose con el tiempo.
Explica De Cossio que se desarmaron los muros de adobe del primer piso y se reforzaron con columnas de madera para luego rearmarse, siguiendo técnicas tradicionales y poniéndoles un acabado final con yeso para su consolidación. En el segundo nivel también se retiró el revestimiento, que estaba muy dañado, y se volvieron a construir las paredes. Entre estos dos pisos y los exteriores de la casa, el arquitecto creó las nueve habitaciones que componen el hotel boutique. Se recuperaron las tejas de arcilla que quedaban y se hicieron nuevas siguiendo su molde, copiando, incluso, el sello de la marca francesa. Un detalle importante era recuperar el colorido diseño de mosaicos que adornaban una de las torres superiores: las pocas piezas originales se desmontaron y se restauraron una por una en un taller. Para completar las partes faltantes se hicieron nuevas piezas de vidrio y se repusieron juntas siguiendo el patrón original, una vez que las nuevas molduras habían sido instaladas.
El torreón de De Jaxa Malachowski ya no existía, solo quedaban los cimientos y el rastro de las escaleras. Sin poder contar con planos, Augusto de Cossio se basó en las fotos halladas en las fichas del Ministerio de Cultura y en la foto aérea de 1940 que halló en el archivo de las Fuerzas Armadas, para reconstruirlo por completo y devolver, así, una pieza importante a la historia de la casona.
El corazón de la casa
La arquitecta Augusta Pastor se unió al proyecto para colaborar con la elección de acabados y encargarse del interiorismo. “Se dibujaron algunos planos y se plasmaron algunas ideas, pero el interiorismo fue definiéndose al momento, con lo que se iba encontrando y viendo cómo quedaba mejor en el lugar”, explica Pastor. La arquitecta no llegó con un estilo o una idea fija de lo que estaba buscando, y dejó que la casa se lo fuera pidiendo. Sin embargo, tenía claro que todo estilo arquitectónico es flexible, y aún más, que esa debía ser la premisa de este proyecto: “Por ser una casona de esta naturaleza, no hubiera quedado bien optar solo por muebles antiguos”, precisa Pastor. “En la mezcla con piezas modernas y contemporáneas está el éxito. Además, era importante que la casa no parezca un palacete italiano”. Las habitaciones se caracterizan por tener hermosas piezas antiguas recuperadas, y también mucho mobiliario y accesorios más actuales y limpios. Hay un espíritu muy “cachinero”, a decir de la arquitecta. De hecho, la parte más importante del proyecto de interiorismo ha estado en la búsqueda de objetos que tomó un año y medio. Aun así, faltan algunos detalles, revela Pastor. El espacio sabrá esperarla. Esta casa entiende el valor del tiempo.
Artículo publicado en la revista CASAS #247