Renato Cisneros ha llegado al Perú para presentar su más reciente novela. Se titula Dejarás la tierra, obra que puede leerse como una precuela de La distancia que nos separa, que logró vender más de 30 mil ejemplares.
A pocos días de volver a Madrid, donde vive con su pareja y a la espera de su primera hija, conversamos con el escritor sobre su nueva publicación, el periodismo y sus nuevos proyectos literarios.
Con La distancia que nos separa llegaste a muchos lectores, la novela tuvo buena acogida de la crítica e incluso fue finalista de un concurso literario (Bienal de Novela Mario Vargas Llosa). ¿Qué emociones afloran al publicar esta nueva novela?
Tal vez sea expectativa. Siempre hay inseguridad, inquietud. Escribí dos novelas juveniles (Raro y Nunca confíes en mí) pensando en Internet, como pasatiempo. Tuvieron lectores, agotaron su tiraje, pero pasaron desapercibidas para la crítica. Con La distancia que nos separa ocurrió casi lo contrario. Sé perfectamente lo que pasa con uno cuando hay elogios; también cuando hay malos comentarios.
Sin embargo, el hecho de ser papá dentro de poco hace que uno dimensione algunas cosas. Si este año no fuera padre, el gran evento para mí sería el lanzamiento de esta novela. Pero, al no ser así, siento que todas mis inquietudes están en el nacimiento de mi hija, que es una experiencia que voy a vivir por primera vez.
¿De qué manera influye el haber escrito e investigado sobre tu padre en lo que será tu rol como papá primerizo?
Sinceramente, creo que en nada. Uno es un padre teórico hasta que es padre en ejercicio. Uno piensa que será más progresista, más comunicativo, más sensible, pero creo que en la práctica la paternidad saca de ti materiales que no sabías que tenías adentro. Lo que sé hasta ahora es que un hijo tiene algo de laboratorio literario. De esa relación pueden salir algunas cosas que podrían compartirse en el futuro.
¿Cómo qué?
Estoy escribiendo un diario de paternidad. No sé si lo voy a compartir en libro, pero sí me parece interesante llevar un diario de las transformaciones psicológicas y emocionales de alguien que está a punto de convertirse en padre a los 40 años, que es una edad bisagra entre la última juventud y la adultez en serio.
LA VIDA EN MADRID Y OTROS PROYECTOS
¿Cómo enfrentas el pasar de vivir en Lima, donde eres casi asediado por los lectores, a vivir en Madrid, ciudad en la que, según tus propias palabras, caminas en el anonimato?
Es saludable porque me ubica o me quita cualquier presunción de vanidad. Es un ejercicio sano para no perder de vista las cosas realmente importantes. Me encanta encontrarme con los lectores aquí, pero también me gusta caminar por mi barrio y que nadie me conozca.
¿Fue necesario alejarte del Perú para escribir?
Yo no me fui para escribir. Escribí La distancia… en el Perú y seguro habría escrito este libro también. No soy ese tipo de autor que puede escribir a pesar del ruido (de los amigos, de los colegas, de la familia, de las expectativas). Sin embargo, me hace bien estar lejos, en una ciudad donde nadie me conoce. Le hace bien a mi escritura.
¿Y alejarse del periodismo fue una necesidad?
En algún momento estaba cansado del periodismo, de estar todos los días metido en las noticias donde se revelaban todas las miserias de la política, pero tampoco es algo que haya dejado de hacer del todo. Escribo columnas, cada vez menos periodísticas, pero ya no volvería a una redacción a pasar 12 o 14 horas. Lo hice por 11 años, fue una locura y también lo disfruté. Me gustaría regresar a esa locura, pero para escribir sobre ella, sobre esos años en El Comercio. En el Perú hay una tradición sobre las redacciones periodísticas llevadas a la literatura (Conversación en la Catedral, Los últimos días de la prensa, Contarlo Todo, Lobos solitarios). Es un mundo muy rico.
Otro proyecto literario que has mencionado ha sido una novela que sucedería en el año 2000 y que comprende tu trabajo en el Congreso con una congresista fujimorista…
Fue Martha Hildebrandt. El año 2000 está lleno de hechos que no hemos terminado de digerir del todo. Sí, me gustaría escribir sobre la experiencia en el periódico y sobre la experiencia en el Congreso. No sé si son el mismo libro, pero sí tengo una inquietud literaria sobre esos años en los que nos pasaron tantas cosas, tanto a mí como al país. Me gusta pensar en narradores cuyas vidas se ven afectadas por el gran acontecer nacional, cómo este se inmiscuye en las vidas privadas de la gente, a pesar de que quieras vivir de espaldas a ella.
EN CORTO: BLOGGER, POETA Y ENTREVISTADO
Fuiste uno de los primeros bloggers. ¿Cómo ves ahora el resurgimiento de los blogs?
El blog ha vuelto acompañado de la moda, que es lo que le ha permitido sobrevivir. La verdad es que ya no los consulto, ya no los leo, y probablemente me esté perdiendo de cosas interesantes que estén pasando allí. Con el paso del tiempo vas priorizando otras cosas. Prefiero leer sobre el papel y cada vez menos en la computadora.
Empezaste escribiendo poesía y llegaste a publicar tres libros. ¿Por qué dejaste de hacerlo?
Lo dejé de hacer cuando empecé en periodismo. No sé si fue una reacción natural. Trato siempre de leerla. Por alguna razón, no he vuelto a escribirla y me he sentido más cómodo con la prosa. Sin embargo, siempre intento que las novelas tengan un ritmo, una melodía, de buscar las palabras justas para cada experiencia.
¿Qué es más agotador, hacer entrevistas o ser entrevistado?
Ofrecer entrevistas, por supuesto. A veces provoca inventar historias falsas del libro que has escrito solo para decir algo distinto. Por un lado, es agotador hablar sobre algo que has hecho, considerando que es un material con el que ya no estás conectado porque lo terminaste de escribir hace tiempo. Si es que tengo un libro en la cabeza, es el que estoy pensando en escribir. Pero también lo disfruto porque cuando digo cosas sobre las que he escrito, me doy cuenta de que hay temas que, si no verbalizo, quizás nunca termine de exteriorizar. Hay cosas de la novela que antes de escribirla no sabía y ahora sí. Además, me permite comunicarme con los lectores, que es en realidad donde viven los libros.
Por André Agurto