Los diseñadores Amaro Casanova y Edward Venero comparten un departamento en San Isidro lleno de color y de arte, donde cada ambiente se va formando a partir de sus diferencias y gustos muy particulares.
Por Rebeca Vaisman / Fotos de Gonzalo Cáceres Dancuart
Fue Amaro Casanova quien encontró el departamento. Ver el letrero fue una casualidad. El edificio reformado de los años setenta tiene espacios regulares, amplios, y en el departamento todas las habitaciones (excepto la cocina) poseen ventanas de pared a pared: un verdadero lujo. Sin embargo, fue el mueble de la sala de estar el que lo terminó de convencer: “Como maniático que soy, solo pensé en cajones donde organizar los botones por colores”, confiesa Amaro entre risas. El interiorista y diseñador de modas y su pareja, el diseñador y profesor de la Facultad de Arte de la Universidad Católica Edward Venero, viven en ese departamento desde hace tres años. Llegaron con muebles, objetos y arte con los que ya habían convivido. “Todo se ha ido sumando. La idea de llegar a un lugar y cambiar todo no me gusta, porque siento que renuncias un poco a tu historia”, continúa Casanova. Por supuesto que el nuevo espacio reclamó ciertas novedades, como el sofá de cinco cuerpos que mandaron a hacer para responder a las dimensiones de la sala, y que tuvieron que elevar e introducir por la ventana del departamento.
Para explicar su forma de habitar el espacio, Edward Venero cree que es mejor empezar por los puntos de desencuentro. Las diferencias. Amaro, por ejemplo, necesita tener en su hogar un espacio para trabajar: un lugar donde recibir a sus clientas y donde probarles la ropa. Edward, en cambio, no resiste llevar trabajo a casa. Es más, si necesita resolver algún problema de trabajo un sábado, prefiere ir un rato a su oficina en la universidad. “Para mí, cuanta menos gente esté en casa y cuanto más íntimo sea el espacio, solo para los dos, es mejor”, señala el diseñador. Amaro, por el contrario, se considera una persona extremadamente social, a quien le encanta recibir y atender a invitados. “Es a partir de todas estas diferencias que vamos llegando a puntos de encuentro”, explica Edward. Estas concesiones no solo determinan las rutinas hogareñas, sino también el diseño de los propios espacios.
En la mezcla está el gusto
El arte y el diseño son importantes para ambos: los espacios deben expresar conceptos y reflejar intereses. Los dos también son amantes de los objetos y del coleccionismo. Pero cada uno tiene búsquedas propias, e incluso en esta área compartida la convivencia ha demostrado ser un aprendizaje para ambos. “A mí me encantan los objetos extremadamente kitsch, y cuanto más plásticos y falsos se vean es mejor”, se ríe Edward. El plástico producía horror en Amaro. “Y yo le explicaba que no pasa nada con que sea de plástico, lo importante es que nos guste”, continúa Edward. “Además, la idea del juguete como objeto decorativo me interesa mucho”, agrega el diseñador. A juzgar por la sala y la colección de perros de plástico, Amaro terminó por convencerse. Y él hizo lo propio: Venero no era muy fanático de tener plantas en casa, algo que para Casanova es imprescindible. A fuerza de hacer grandes arreglos florales (casi puestas en escena, con jarrones y vasijas de cristal), y sembrar plantas grandes que invaden el espacio de verde, Edward se ha convertido en el encargado de regarlas y limpiarlas.
“Me gusta mezclar cosas, soy muy ‘cachinero’, y quizás algunos espacios pueden resultar un poco extravagantes, pero están hechos con elementos básicos, no me interesa ser pretencioso”, dice por su parte Amaro. “La elegancia no es nuestra principal búsqueda”. Si en algo han estado siempre de acuerdo es en su atracción por el color. A Edward le gustan colores poco convencionales, como el rosado, y Amaro tiene una fijación con el morado y el violeta. Colores que son típicamente difíciles de combinar y que generalmente se usan solo a manera de énfasis, y que en cambio ellos combinan con patrones atrevidos, con el verde de las abundantes plantas que siempre los rodean, y con los colores y materiales de sus objetos queridos. “Nosotros no tenemos miedo”, responde la pareja. “Mientras más mezclemos, mejor”.
Artículo publicado en la revista CASAS #248