El interior y el exterior se integran sin interrupciones de manera sorprendente en esta casa intervenida por Ana Vega Soyer, quien ha logrado llevar la naturaleza del lugar a la decoración a través de los muebles y objetos.
Por Laura Gonzales / Fotos de Gonzalo Cáceres Dancuart
Una de las particularidades de esta casa está en el tratamiento de los exteriores. Los acabados, piezas y muebles existentes han sido tan pensados y escogidos por la diseñadora Ana Teresa Vega Soyer que el visitante termina creyendo que, desde tiempos inmemoriales, forman parte del paisaje de la sierra de Lima donde se ubica.
La herencia familiar está repartida en el conjunto. En el caso de la terraza, los pisos de mosaicos proceden de una vivienda también de campo de la familia; estos fueron levantados y tal cual llevados e instalados en la nueva propiedad. Para congeniar, el mueble de fierro forjado se pintó del mismo color que el piso.
Es de resaltar la línea que separa el interior del exterior, porque es tan delgada que, a veces, desde fuera, pareciera que aún no se ha pasado el umbral. Y esto sucede porque, entre otras razones, no hay espacio donde deje de respirarse naturaleza viva. Uno de los objetivos de la diseñadora al empezar a desarrollar el proyecto fue que la naturaleza no perdiera el protagonismo sino que, por el contrario, se acrecentara. “Me educaron con la certeza de que la belleza más grande viene de la naturaleza, y ese fue el hilo conductor que dirigió mi trabajo”, dice Vega Soyer. “En todo momento sentí la energía en el entorno y no quise que esta se destruyera, sino que se transformara”.
Por eso, cuando vio los árboles derribados (acción que debía hacerse de todas maneras para habilitar el terreno), pensó en utilizarlos de alguna manera. El resultado: una mesa de comedor, de más de tres metros de largo, cuyo tablero y pedestales son de tronco; mesas de centro y auxiliares, así como otros cortes que hacen las veces de esculturas, mano de obra de pobladores de la localidad.
En realidad, cada uno de los objetos en esta casa tiene una historia propia, como las tres butacas que otrora fueron de un cinema, o los muebles que los propietarios tienen de toda la vida, fieles testigos de un sinfín de eventos y que fueron tapizados. Ambos para los exteriores.
Programa natural
El programa de la casa se inicia con un pasillo descubierto, que recibe la luz natural y que conduce a la sala principal donde reina un librero de apariencia más bien ligera para contrastar con el material de las paredes, que son de concreto armado con pequeños orificios. Una chimenea, frente a ella un sofá, una mesa central con soporte de troncos que fue nivelado con varillas de fierro, dos bergeries y una alfombra de telar a la que la diseñadora le creó el volumen, con sombras de color para emular el relieve, dialogan en este espacio diseñado para la lectura y el relax. Completa el cuadro un jarrón con flores de la zona, las buganvillas, “porque la idea es que sea, en la medida de lo posible, una vivienda autosostenible”, puntualiza Vega Soyer.
El comedor, frente a la sala, se une a la cocina a través de dos puertas que parecen de caballerizas. Se conceptualizó así, pensando en los momentos familiares (abiertas por completo) y en los momentos más sociales (cerradas). En la cocina, todas las paredes están enchapadas con porcelanato blanco, y los pisos, al igual que todos los ambientes de la casa, son de porcelanato tipo madera texturada. La sala de estar, con su picture window, es la que mejor se acomoda para ser disfrutada en esos momentos que queremos embebernos de la naturaleza, pero, a la vez, buscar el placer de leer. El mueble plomo con capitoné (para que siempre se mantenga ordenado) contribuye a lograrlo.
La paleta de colores empleada, en general, pasa por los blancos, negros, grises y tonos madera. En cuanto al estilo, Ana Vega Soyer señala que ha ido por los senderos del ecléctico entendido como el equilibrio, “donde tienes que crear ritmos, movimientos, luces, sombras, etcétera”. Algo que ha logrado en este proyecto, y con creces.
Artículo publicado en la revista CASAS #248