La calidad espacial, la correcta materialidad y la funcionalidad no tienen por qué estar ausentes en una obra pública. Una prueba de ello son Plaza Biblioteca Sur y Plaza Cultural Norte, en La Molina, que no son arquitecturas rígidas sino modificables tanto en la espacialidad como en el uso interior.
Por Laura Gonzales Sánchez / Fotos de Ramiro del Carpio
“La arquitectura es el testigo insobornable de la historia, porque no se puede hablar de un gran edificio sin reconocer en él el testigo de una época, su cultura, su sociedad, sus intenciones”, decía Octavio Paz. Una reflexión que debería cobrar mayor fuerza cuando de obras públicas se trata, porque estas –se supone– son gestionadas por funcionarios cuyo principio es velar por el bienestar social. En nuestro medio, en la mayoría de los casos, no es así. Es vox pópuli que la arquitectura pública está venida a menos, y lo poco que se diseña no es lo mejor para los usuarios ni llega en el momento preciso. A esto añadimos que la mayoría de los proyectos se quedan en el intento por cuestiones políticas: no resisten otra administración, sea por conveniencia o por indecisión de los funcionarios de turno. Por eso, cuando una obra supera todas estas trabas, llama la atención.
Diseñada por el arquitecto Óscar González Moix, Plaza Biblioteca Sur es el resultado de la mejora continua de un proceso que fue largo entre la Municipalidad de La Molina y su comunidad, con el objetivo de viabilizar iniciativas culturales para el distrito. “El encargo llegó con ciertos acuerdos tomados por los vecinos, que respetamos en todo momento, y algunos bosquejos iniciales plasmados en el perfil inicial. Con dedicación y entusiasmo desarrollamos el concepto inicial de este proyecto que aporta valor en todos los sentidos, lo presentamos a las autoridades y vecinos y obtuvimos su aprobación. Luego lo pusimos en marcha dentro de los procesos habituales”, cuenta González Moix, recordando el año 2009. Meses despues se presentó un caso similar y se activó Plaza Cultural Norte.
Ambos proyectos comenzaron en la administración edil de Luis Dibós y el actual alcalde Juan Carlos Zurek decidió continuarlos. Después de realizar algunos ajustes con la comunidad, que se plasmaron en los expedientes técnicos, se ejecutaron las obras.
Atemporal y participativo
“Para que funcionen correctamente los usos y espacios, hemos tenido que adaptar a nuestra idiosincrasia las experiencias obtenidas por los referentes culturales de otros países de la región, principalmente Colombia”, puntualiza González Moix.
El carácter de las dos obras es participativo. Según el arquitecto, esto ha permitido que los vecinos, los usuarios, se apropien de los espacios porque se sienten parte de estos y los cuiden como si fuera su casa. El sentimiento de pertenencia está presente en todo momento.
Otra de las características de las dos edificaciones es la flexibilidad de sus ambientes. “Constantemente, los usuarios están proponiendo diferentes actividades y usos”, dice González Moix .“Nosotros habíamos previsto que esto podía pasar, y para ello pensamos en una arquitectura flexible, que permita en el tiempo absorber los cambios. Fue importante transmitirles las ventajas que esto conlleva”.
En el caso de Plaza Cultural Norte, en los jardines se practica tai chi. En Plaza Biblioteca Sur, probablemente, un grupo de jóvenes estudiantes con dotes musicales del colegio Newton desarrollará un programa de ayuda social. Talleres musicales con un componente de solidaridad que se suman a los otros talleres artísticos, culturales, recreativos ya existentes.
Otro importante componente de estos proyectos es la inclusión. Se ha internalizado la idiosincrasia de la gente, sus necesidades, sus referentes, etcétera. Y, basados en estos conocimientos, se han diseñado los programas.
La edificación de Plaza Cultural Norte y Plaza Biblioteca Sur, con sus parques colindantes, ha provocado que la gente se vuelque a estos espacios y se integre con los vecinos locales y de otras urbanizaciones. Se ha generado un paisaje social: no el paisaje de los árboles sino el de la gente en comunión. “El distrito de La Molina tiene mucha obra pública, pero, de alguna manera, estos dos proyectos han marcado un nuevo rumbo, una identidad colectiva; y esta es una acción que debería replicarse”, finaliza González Moix.
Este artículo fue publicado en la revista CASAS #249