La dramaturga peruana Patricia Romero explora los recuerdos más íntimos de su niñez junto a los pasajes más duros que vivió el país durante la época del terrorismo en Recuerdos con el Sr. Cárdenas, una obra premiada por el VI Concurso de Dramaturgia Peruana “Ponemos tu obra en escena». La obra se presentará hasta el 4 de diciembre en el Centro Cultural de la Universidad de Lima.
Por: María Alejandra López
La obra inicia y un teléfono suena. Al otro lado de la línea, nadie responde. Laura (interpretada por la actriz María del Carmen Sirvas), que ahora bordea un poco más de los treinta años, se niega a contestar. La nostalgia de estar en la casa de sus abuelos la invade por completo. Junto a ella, hay una niña más fuerte, una pequeña Laura, interpretada por las actrices Zoe Arévalo y Luciana Monteverde.
En Recuerdos con el Sr. Cárdenas observamos la secuencia de dos historias que se cuentan en simultáneo. Por un lado, está el pasado de Laura, donde ella es una niña curiosa y feliz que vive bajo la protección de su abuelo, el Sr. Cárdenas; mientras que por otro lado está Laura en la actualidad: una mujer llena de miedos e inseguridades que no consigue olvidar su pasado y tampoco lucha contra él.
Recuerdos que marcan
Patricia Romero se inspiró en algunos pasajes de su niñez y en los momentos más importantes que vivió con su abuelo para escribir esta obra, que ella también dirige. «El punto de partida fue la necesidad que tenía de contar una historia en la que estuviera plasmada lo maravilloso que era mi abuelo, la relación que tuve con él y cómo -de manera indirecta- el terrorismo acabó con su vida. Su hermano y su hija fallecieron en el atentado de Tarata y eso le afectó muchísimo, tanto que no se pudo recuperar jamás», cuenta la dramaturga.
A través de los recuerdos de Laura no solo vemos la complicidad que existe entre ella y su abuelo, con quien sale a pasear y con quien habla de temas tan existenciales como la vida y la muerte, sino también los pasajes que afectaron al Perú durante la época del terrorismo: «Miraflores, ‘el distrito de los pitucos’ del cual soy una orgullosa representante, fue perdiendo la tranquilidad hasta que Tarata se la quitó para siempre. Por lo menos, para los de mi generación», explica Romero.
Y es que la obra juega con varios quiebres que interrumpen la tranquilidad de Laura y su abuelo a lo largo de la historia. Uno de ellos es cuando uno de los criados de la familia Cárdenas, Cirilo, deja su trabajo para unirse a las filas de Sendero Luminoso; mientras que el momento más fuerte surge cuando un coche bomba explota en la calle Tarata y acaba con la vida de dos familiares de Laura. Justamente, en una de las escenas finales de la obra, Laura le pregunta a Cirilo -quien la visita después de salir de la cárcel-: «¿Cómo uno se recupera de esto?», y él le responde, «uno no se recupera jamás, solo se sigue».
A diferencia de otras personas que vivieron los acontecimientos de los años ochenta y noventa, y que lograron reponerse tras el terrorismo, Laura no logró reponerse del dolor de aquellos años. Por ello, su personaje representa a una mujer anclada con los miedos del pasado. «Ha decidido vivir encerrada en la casa de sus abuelos, donde se siente segura, en vez de salir a enfrentar la vida. Ha preferido instalarse en el pasado porque allí se siente más segura», cuenta Romero. Sin embargo, los recuerdos que preserva de su abuelo, también le ayudarán a tomar la decisión de dejar la casa.
Obra autobiográfica
Si bien esta no es la pieza más personal de Romero, fue una de las más difíciles de escribir. «Más allá del contexto histórico, que todos conocemos, decidir qué recuerdos de mi abuelo me ayudaban a contar la historia fue lo más complicado», recuerda. En esta obra, además, la dramaturga trabaja junto a su madre, la actriz Martha Figueroa, quien interpreta a la señora Cárdenas.
A la par de la similitud que tiene Recuerdos con el Sr. Cárdenas con los hechos que Romero vivió, ella también escribió la obra para conectar la historia con aquellos que la vivieron en carne propia: «creo que el que la obra sea basada en acontecimientos reales hace que la historia toque profundamente a quienes han ido a verla», resalta. Justamente, teniendo en cuenta que este 2017 se cumplen 25 años de la captura de Abimael Guzmán, la obra pone sobre el tapete una verdad indiscutible: un país que olvida su historia está condenado a repetirla.