El ilustrador de la controvertida portada de la revista h conversó con nosotros sobre los inicios de su trabajo, su pasión por el dibujo y los proyectos que tiene a futuro.
Por: María Alejandra López
Miguel Det llega a la entrevista y continúa dibujando en la mesa. Una libreta y su lápiz, según me cuenta, son los únicos elementos que necesita cuando sale de casa. Él no utiliza un smartphone para comunicarse y menos para entrar a Internet. Dice que prefiere observar a su alrededor cuando camina por la calle y que esa es una cualidad que se ha perdido con el paso de los años. Aquí una conversación sin celulares de por medio con Miguel Vidal Salas, ‘Miguel Det’.
Leí que tu alias artístico tiene una historia detrás…
Sí, mi nombre legal es Miguel Vidal Salas, pero debido a mi carácter apacible me decían “muerto” en el colegio. Además, eso coincidió con que me gustara un grupo llamado Death durante mi adolescencia. Así apareció “Det”.
¿Cuándo empezaste a dibujar?
¡Desde que tengo memoria! Mi papá trabajaba en el Senati y solía engrapar los restos de papel que había en su trabajo para hacer libretas. Yo solía dibujar juguetes en las libretas y cortarlos. Siempre he dibujado… si veía algo por la televisión también reproducía a los personajes en papel.
Tu pasión siempre fue dibujar… pero decidiste estudiar Biología. ¿Qué pasó?
Ese era un sueño familiar, ya que mi familia era bastante tradicional. Debías ser abogado, médico, arquitecto o militar. Y yo elegí, sin pensarlo mucho, la carrera de biología. Siempre me interesaron los animales y su conducta.
¿Dejaste la carrera?
La dejé llevando algunos cursos de octavo ciclo. Me gustaba la biología. No era bueno con los cálculos y las fórmulas, pero sí con los dibujos de tejidos. Hacía dibujos buenos “artísticamente”, pero no buenos en un sentido científico.
¿Cuándo empezaste a dibujar de una manera más profesional?
Siempre ganaba los concursos de dibujo o pintura en el colegio y mi papá, que se sentía muy orgulloso, lo compartía con toda la familia. Yo era “el sobrino que dibujaba”. Uno de mis primeros trabajos fue para un primo que sacó un libro sobre un levantamiento en Áncash, lo más cercano a lo que vendría a ser mi ocupación. También, cuando era pequeño había una librería cerca a mi casa y ellos me pidieron que dibuje el emblema de algunas empresas para sus sellos de jebe.
También has trabajado en Somos, ¿cierto?
En el año 96, un amigo me avisó que una profesora suya, necesitaba un ilustrador para un libro suyo. Así conocí a Rocío Silva Santisteban. Ella fue la que me avisó que había un puesto de dibujante en Somos y me presentó a Fernando Ampuero. A él le gustó mi trabajo.
¿Cómo descubres la estética de las crónicas de Huamán Poma de Ayala, que es bastante recurrente en tu trabajo?
Descubrí ese estilo en una hoja dibujada por Carlos Tovar que presentaba personajes del gobierno de Belaunde. Si bien ya conocía las crónicas de Huamán Poma, y me parecía un estilo bastante interesante, recién con el dibujo de Tovar tomé en consideración las inmensas posibilidades pedagógicas de su estilo. Las gráficas son muy interesantes porque transmiten un matiz crítico, ya que Huamán Poma las hacía como una crítica al sistema colonial.
Portada en polémica
La última portada de revista h fue bastante criticada por el modo en el que retrataste a Paolo Guerrero y Radamel Falcao, ¿por qué decidiste dibujarlos de esa forma?
¡Me dijeron chileno sodomita! Y un amigo me dijo “estás ofendiendo a la nación peruana porque te ensañas con el Perú”, dando por sentado que la camiseta de un equipo de fútbol representa el Perú y dando por sentado que esa escena solo es ofensiva por ser homosexual.
¿Tuviste esa intención?
No soy mucho de ver fútbol, pero lo que vi en los últimos cinco minutos de ese partido fue a futbolistas pasándose la pelota de esquina a esquina y esperando que termine el tiempo. Era como una negociación. Y pensé, “aquí hay algo interesante para retratar”: la complicidad entre Paolo Guerrero y Radamel Falcao al hacer un acuerdo para finalizar el partido. Lo de Falcao y Guerrero me recordó «El Beso» de Klimt. Esa pintura me sugirió la postura de los personajes y cierto erotismo en su complicidad.
Muchas personas que se dedican a la ilustración, especialmente aquellos que hacen caricatura política, suelen verse afectados por sus posturas a través del dibujo. ¿La ilustración da ciertas licencias?
Cuando trabajé en El Otorongo me di cuenta que a muchos políticos e instituciones podían molestarles varias caricaturas. Pero como todo humorista, a través de la exageración trato de mostrar la versión más real y verdadera de los personajes. No la verdad de los hechos positivos, sino sugerir lo que se esconde tras hechos positivos.
Este año realizaste tu primera muestra individual en Sala Luis Miró Quesada Garland, una exposición que resumió treinta años de trayectoria. ¿Por qué esperaste tanto tiempo?
Yo esperaba tener una exposición memorable post mortem: estaba seguro de que no podría llenar una sala ni tenía interés de hacerlo. Hasta que un amigo, Alfredo Villar –el curador de la muestra-, visitó mi casa, vio mis dibujos y me dijo “esto está como para una exposición”. Cuando ya todo estaba armado en la pared, recién me pareció una gran idea. Creo que fue muy bueno exponer esos dibujos.
¿Eres autodidacta?
Sí, y siempre llevo mi lápiz y mi libreta. Voy tomando apuntes en cualquier parte. Algo que aprendí gracias a biología es a tener una mayor capacidad de observación y más paciencia.
¿Qué proyectos tienes a futuro?
Tengo un proyecto para dibujar “Redoble por rancas” de Manuel Scorza, y el proyecto de ilustrar “En octubre no hay milagros” de Oswaldo Reynoso. Finalmente, junto a una colega historietista, Agueda Noriega, estoy trabajando un libro de José María Eguren y una historieta sobre la masacre de los penales en el año 86.