Por Consuelo Pareja, columnista invitada. Foto: Ana Castañeda

 

Hasta mediados de marzo, nuestra forma de diversión era masiva: salíamos a la calle a pesar del tráfico para llegar a un evento cuyo éxito se medía por el número de asistentes. Los auspicios llegaban por el impacto que causaba a más personas. Hoy ese modo de vida es historia. Nos estamos quedando en casa sin protestar, pues el temor puede más. Algunos estamos descubriendo el verdadero tiempo libre, sin el famoso “hay que” de todos los días y sin llenarnos de actividades, muchas veces superfluas e inútiles. Es así que estamos aprendiendo a darnos el lujo de la soledad, palabra hasta ahora mal entendida, pues también se le tenía temor, y que ahora se puede disfrutar, inclusive en compañía del otro.

La pregunta que aún no sabemos responder es cómo será nuestro modo de vida al regresar a la Tierra desde el planeta COVID-19.

Voy a ensayar algunos escenarios, porque creo que podemos prepararnos para no caer en el mismo ritmo, en los mismos vacíos sociales a los que estábamos acostumbrados.

Podríamos pensar en una vida social más ética, ya que el confinamiento nos ha obligado a mirar “con ojos de ver” la vida del otro. Serán tantos los afectados por el pos COVID-19 –muchos de ellos cercanos– que no vamos a poder voltear la cara y no mirar.

Ojalá aprendamos a respetar como lo hacen las sociedades más avanzadas, en las que se valora el trabajo manual como un servicio técnico reglamentado.

La vida social con fundamento nos va a mostrar los nuevos it sociales, van a ser los líderes de nuestros grupos de apoyo –llámense chats, Zoom, House Party, Skype– aquellas personas que durante esta pandemia hayan demostrado empatía, sensibilidad y hayan contagiado a los grupos a apoyar, a comprometerse. Que han utilizado su tiempo ayudando a los más necesitados, logrando que los amigos reaccionen y apoyen. Ellos son los verdaderos influencers.

En lo cultural también hay una nueva oportunidad de crecimiento, en especial por la cantidad de información libremente disponible para los seguidores de las redes sociales, que se cuentan por millones. Lo que antes era para grupos pequeños, ahora está al alcance de todos y curiosamente desde tu trinchera te sientes más conectada con el mundo. Nunca hemos estado tan globalizados, y nuestra percepción de la cultura está ampliándose.

En lo económico, vemos cambios que, pienso, llegaron para quedarse. El delivery que era más capricho que necesidad ahora es parte de nuestra canasta básica, y la ventaja es que detrás de cada uno de ellos hay una historia personal de resiliencia, de innovación y de adaptación, que nos da un valor agregado. Como un productor de champiñones que ha recurrido al boca a boca para poder salvar su cargamento, o la peluquera que envía la fórmula secreta para teñir las canas, o el joven emprendedor que se quedó con un stock de vinos premiados y que los ofrece a precios únicos.

Hemos dejado de ser el centro del mundo por el hecho de que podíamos adquirir lo que deseábamos; ahora valoramos el servicio que hay detrás, como los jóvenes en Londres que envían dinero a su restaurante favorito para apoyar a los trabajadores. Eso es una vida social con fundamento, pues se preparan para el new way of life. Por cierto, ya hay soluciones a la vista para poder ir a comer a los restaurantes con distancia social: se están creando espacios separados con micas entre las mesas, para que los comensales disfruten sin riesgos.

“Dar hasta que duela”. La frase de Teresa de Calcuta hoy cobra mucho más sentido, pues hay dolor y angustia en todos. Creo que podremos disfrutar nuevamente de los diversos eventos, desfiles y distintas celebraciones sociales con el plus de un fin benéfico. Hay ejemplos magníficos y no debemos dejar de apoyarlos, como El Rastrillo-Nuevo Futuro, Fundación Oli, Misión Huascarán, Fundación ANAR, Asociación de Emergencia Ayacucho, Las Pulgas, Asociación Las Bienaventuranzas del Padre Omar, Operación Mato Grosso, entre otros que ya existen y muchos más que se generarán a la luz de esta dura etapa que todos estamos viviendo. El ritmo de vida será más mesurado y solidario.