Depresión, ansiedad, alcoholismo y trastornos de la niñez y la adolescencia son los principales problemas de salud mental que padecen los peruanos. Se calcula que un miembro de cada familia en el país tiene un trastorno mental, y aún no sabemos las repercusiones de la pandemia. Cabe preguntarse si el lugar que ocupa entre las prioridades de la salud pública nacional es proporcional a su gravedad.
Por Ricardo Sarria Fotos Nicole Bergman
El 8 de setiembre de 2019 amaneció con la noticia del suicidio de Patricia Villafuerte (24). Los canales y los diarios se centraron en los detalles más aciagos: que el hecho había sucedido en un patrullero, que la joven ya había intentado suicidarse previamente en el Parque del Amor y que el arma utilizada (un fusil de tres kilos, cargado y rastrillado) había sido arrebatado –en un descuido– a dos suboficiales que a los pocos días serían separados de la institución por haber actuado de “manera negligente”. El suicidio de Patricia Villafuerte, como el de Álvaro Rosales, joven de 22 años que se quitó la vida en la estación de Angamos en febrero pasado, forman parte de los 385 suicidios anuales que hay en el Perú, y han significado, cada uno de ellos, un caso más para la sección “Policiales”. Pero el drama no es solo humano, sino que revela un profundo problema en el sistema de salud público peruano.
Así estamos
Cerca de un cuarto de la población total del Perú tiene algún tipo de trastorno mental y el 80% de este no recibe tratamiento. Hasta 2012, en el Perú no existía ninguna normativa de alto rango en salud mental. Hasta ese año, se priorizaba la atención bajo el modelo manicomial en los hospitales psiquiátricos, con internamientos largos e institucionalizando a personas con padecimientos mentales, transgrediendo sus derechos humanos. Esto alejó a los peruanos de los centro de salud mental y llevó al resto a satanizar a los problemas de este tipo.
El Ministerio de Salud (Minsa) asegura que en el Perú hay 152 Centros de Salud Mental Comunitarios implementados, a través de los que brindan atención ambulatoria. Sin embargo, la falta de psiquiatras es la principal necesidad a ser cubierta. Actualmente, el Minsa cuenta con programas y planes de intervención, como los de familias fuertes, prevención del consumo de sustancias, prevención del suicidio, habilidades sociales, prevención y control de la violencia, para personas con trastornos del espectro autista, con demencia, y prometen seguir implementando nuevos programas para más personas.
Con respecto a la situación de la salud mental producto de la pandemia, Yuri Cutipé, director ejecutivo de Salud Mental del Minsa, declara que se viene implementando a nivel nacional dos normas técnicas de salud mental durante el COVID-19. La línea 113 (opción 5 para población general y opción 3 para personal de salud) ofrece atención de las personas en crisis emocional. El canal se ha reforzado con profesionales voluntarios de diversas instituciones, “de modo que el 90% de las llamadas diarias viene siendo atendido”, asegura el especialista. Además, destaca que los Centros de Salud Mental Comunitaria que existen en todo el país y los Hospitales Psiquiátricos de Lima vienen atendiendo, a través de sus plataformas telefónicas, a los usuarios, y que, para asegurar la continuidad del tratamiento con medicamentos, “el Minsa ha dispuesto el expendio de psicofármacos con receta fotografiada y remitida por WhatsApp tanto en farmacias y boticas públicas y privadas”.
En las próximas semanas y meses se tendrá una mayor demanda de personas con daños en salud mental, y por ello el Minsa ha previsto la implementación de 47 nuevos Centros de Salud Mental Comunitarios y el fortalecimiento de los 152 existentes desde el mes de julio, entre otros servicios de salud mental, a decir de Cutipé. “En los hospitales, vienen interviniendo los equipos de soporte psicosocial. También tenemos un equipo de apoyo vía telefónica para familiares de fallecidos, para hacer lo posible por conectarlos con algún tipo de ayuda social o de salud si la requieren. Todo esto lo venimos desarrollando con las dificultades propias de enfrentar una enorme epidemia”, confiesa.
Consultado sobre la trágica epidemia feminicida que afecta hace varios años al país y que al 9 de mayo había dejado 12 feminicidios, 226 violaciones y más de 3500 detenidos por violencia familiar (reportados) cometidos solo durante la cuarentena, el director ejecutivo de Salud Mental del Ministerio de Salud manifiesta que “es importante saber que estos crímenes no son causados por personas con padecimientos mentales, sino por hombres machistas con características psicopáticas que, al ver frustrada su pretensión de ser propietarios de las mujeres y perder control y poder sobre ellas, terminan matándolas. Es un problema estructural, ideológico y social muy serio, pero no un problema de salud mental”. Es una aclaración necesaria.
El propósito de Israel
Israel Torres es contador de profesión y, junto con Gabriel Villanueva y Arturo Noriega, uno de los fundadores de Kalma, asociación sin fines de lucro que brinda apoyo a las personas que sufren diferentes trastornos en temas especializados de ansiedad, depresión, TLP y problemas asociados. “La pandemia ha disparado la problemática de la ansiedad, la depresión y el estrés. La incertidumbre ha elevado los niveles de nerviosismo, confusión, culpa, miedo y hasta problemas de convivencia. Hay gente que ya no soporta convivir 24/7 con una persona. Estas condiciones no son normales al ser humano, pero esta situación nos obliga a vivir así”, asevera Torres. Agrega que la hipocondría, obsesión por la limpieza y los TOC se han disparado: “Sin embargo, quienes más nos preocupan son los niños, porque son quienes están absorbiendo todas estas conductas nuevas que, con el desarrollo, pueden devenir en un trastorno de ansiedad”.
“Actualmente, vivimos en un mundo en el que todo lo que es medible genera estrés. ¿Por qué? Porque el tiempo se mide y genera estrés: te hace plantearte preguntas y situaciones como ‘ya estoy envejeciendo’. Del dinero, ni hablar: evidentemente es algo medible que genera estrés”, continúa.
Para Israel Torres, el gran problema de la violencia reside en la cultura machista y en el estrés en el que la mayoría vive. “Si queremos un cambio, debemos enfocarnos en las aulas: cambiar una generación es la solución. Debemos dejar de enfocarnos solamente en los cursos que nos llevaban a generar dinero y darle más importancia a aquellos que nos ayudan a construir valores. Por otro lado, están los medios. A mí, mi psicóloga me ha prohibido ver noticias, pues, si estas cargan a cualquiera, imagínate cómo lo hacen con las personas que sufrimos de ansiedad y depresión. Es mil veces más preocupante saber que hay peligros latentes en el mundo y que no los puedes controlar”.