La experiencia turística en el Cusco (y en todo el mundo) ha cambiado. Para lo que queda de 2020 y buena parte del próximo año, el turismo será doméstico y rural. Luego de un encierro tan duro, los viajeros buscan actividades al aire libre, excursiones, experiencias únicas y hoteles con todos los protocolos de seguridad. COSAS viajó a nuestro destino más importante para ver qué ofrecen hoy la Ciudad Imperial y sus alrededores.
Por Isabel Miró Quesada
¿Cómo se encuentra el Cusco después de los meses más difíciles de la cuarentena? Lo primero que uno nota al llegar a la ciudad es la falta de turistas. Es desconcertante. Resulta inevitable pensar en cuánto ha afectado a la economía de la ciudad la desaparición del turismo internacional. Se ve, por ejemplo, en el incremento de pequeños stands informales de venta artesanal. Pero, pensándolo de una manera un poco más frívola, también es una delicia poder recorrer una de las ciudades más turísticas del mundo sin esa densidad de visitantes foráneos.
Es como volver al Cusco de principios de los noventa, solo que con todas las opciones de lujo (hoteles, restaurantes…) que ahora existen. ¿Cuánto de esto se ha reactivado? En el sector de lujo, bastante. Chicha, de Gastón Acurio, está operando, lo mismo que Cicciolina, aunque reinventado. El tren Hiram Bingham fue uno de los primeros servicios en implementar los protocolos de seguridad y, desde su reapertura, todos los días lleva a un grupo limitado de turistas a Machu Picchu. ¡Qué fantástico es poder ver Machu Picchu con un aforo de tan solo 600 personas al día, frente a los varios miles que llegó a recibir en su pico!
En Machu Picchu se puede almorzar en el restaurante Tampu, que también ha vuelto a operar. Es imprescindible reservar la visita a Machu Picchu por adelantado (con semanas, incluso, de antelación). No obstante, para los peruanos, no habrá mejor momento que ahora para visitar atracciones turísticas como esta.
Eduardo Doig, experto en turismo y representante de Venturia, que trabaja con los hoteles del grupo Libertador, explica que “aunque no lo creas, muchos peruanos no conocen todavía atractivos como Sacsayhuamán o el mismo Machu Picchu, pero este es el mejor momento para hacerlo, por la poca densidad de visitantes. Además, cobra cada vez más importancia una serie de lugares ‘nuevos’, porque últimamente estamos con estas ganas de alejarnos de las multitudes, de poder visitar lugares que no solamente tengan mucha historia, sino que también sean muy ricos en términos escénicos, donde puedas tomar fotos espectaculares y puedas también tener experiencias de aventuras sumamente bonitas.
Han aparecido lugares como otra montaña de colores, similar a Vinicunca, que es la montaña arcoíris y ya es superconocida. Esta otra pequeña montaña arcoíris se llama Calcollo, y aún no se ha popularizado. Se encuentra a dos horas de Cusco. Se puede combinar la visita con otro atractivo muy especial y no tan conocido, que se llama Q’eswachaka, y es un puente inca. También, cerca de Cusco, está la laguna de Piuray, donde se puede hacer káyak o paddleboard. Y luego tener un pícnic de lujo, hecho en horno de barro, con una vista espectacular frente a una laguna”.
“El turismo tradicional”, afirma Doig, “antes iba a tres iglesias y luego pasaba a un museo, pero esto ya no es lo que se busca. No quiero decir que no vaya a existir público para eso, pero, bajo las condiciones actuales, las cosas están cambiando, y también la forma como hacemos los viajes. Creo que esta es una oportunidad única para recorrer parajes naturales sin cruzarte con otros grupos turísticos”. El Valle Sagrado, a menos de 3000 metros de altura, ya ofrece experiencias de bicicleta, rafting, káyak y caminatas. A través de Venturia, uno puede acceder a ebikes semimotorizadas, que hacen la tarea mucho más fácil. También se puede salir a caminar con llamas y vicuñas o ir a visitar un cultivo de papas nativas de diversos coloridos (que incluye sembrar y cosechar algunas especies).
El turismo de lujo hoy en día implicar recibir una experiencia única, que normalmente trae consigo cierto grado de inmersión con la población local, un intercambio que se hace más auténtico en momentos como el actual, en el que no hay turismo internacional. “Actualmente, cuando uno hace algunas excursiones, por ejemplo, cuando estás en el Valle Sagrado y visitas un domingo Písac, ocasionalmente puedes acercarte y ver que están dando la misa en quechua. Hay bastantes detalles bonitos que, dependiendo de los intereses que tengas, puedes alinear, ya sea para tours religiosos, de deporte o para experiencias artísticas”, asegura Doig.
En varias zonas del Cusco, en diversas comunidades y zonas como Chinchero, por ejemplo, existen talleres de textilería que hoy se pueden visitar para experimentar todo ese proceso como un matiz de tu viaje o, incluso, como el foco de tu viaje, de tal manera que puedas tener una sesión para ver todo el proceso de elaboración de tintes, del teñido en sí y cómo se elabora el hilado.
La seguridad
Hace poco, el Perú obtuvo la certificación internacional de Safe Travels y Cusco la acaba de recibir como ciudad. Lo mismo ha ocurrido con el Valle Sagrado como subárea. A nivel de los hoteles, los de lujo han sido los primeros en aplicar los protocolos de sanidad. ¿Cómo es viajar al Cusco, hoy, cuando se visita un hotel de lujo como el Palacio del Inka? El viajero es esperado en la puerta exterior del aeropuerto (es imposible ingresar, por los protocolos) y se le desinfecta antes de subir al vehículo que lo llevará al hotel.
Todo el equipo del hotel usa mascarillas y protectores faciales. Hasta los snacks de bienvenida vienen debidamente embolsados. Al momento de ingresar al hotel, se realiza una segunda desinfección del pasajero, quien luego procederá a hacer el check-in sin tener que tocar nada. Todo es virtual. De hecho, habrá que bajarse el aplicativo del hotel para poder leer la carta de comida, pues no están permitidos los menús o los minibars.
Es interesante ver cómo se lleva a cabo ahora el servicio a la habitación. Es casi un ritual. Luego de revisar el menú en la aplicación y hacer el pedido por teléfono, llega un mesero que monta una bolsa de papel kraft con el contenido del pedido en una banqueta a dos metros de la puerta de la habitación. Acto seguido, procede a desinfectar todos los artículos, que además están debidamente empacados. Los cubiertos son descartables (recomendamos llevar cubiertos propios de casa), así como los platos, como lo requiere el protocolo, pero están hechos de muy buen material reciclable y no resulta fastidioso en lo más mínimo. Es solo otra de esas curiosidades de esta “nueva normalidad”.
No operan, por ley, los bares (incluidos los de los hoteles) ni los spas. Pero, por ejemplo, en el caso del Palacio del Inka, hay degustaciones de vino en el gran patio del siglo XVI del hotel, que originalmente fue un santuario inca, posteriormente propiedad de Francisco Pizarro y luego de su hermano Gonzalo.