Mávila Huertas lleva más de la mitad de su vida dedicada a construir una intensa carrera periodística. Con esa misma intensidad y a solo días de cumplir 50 años, recibió el reto de conducir el buque insignia periodístico de América Televisión: “Cuarto Poder”. “Cuando empecé, por ser mujer, no me daban comisiones de alto riesgo o casos complejos. Hoy, todos los dominicales son conducidos por mujeres”, reflexiona la periodista sobre una profesión de largo aliento que afronta “con cautela y humildad”. En medio del éxito televisivo, Huertas encuentra un espacio para hablar de retos, críticas y presiones, del “poco valorado” uso del psicólogo para enfrentarlas y, también, de aprendizajes y sacrificios.
Por Diego Chirinos Cané Fotos Rafo Iparraguirre
Desde hace tres décadas, de forma casi ininterrumpida, Mávila Huertas ingresa todas las noches a la casa de los peruanos a través de América Televisión (América TV). Durante la convulsa época de los años noventa , lo hizo como reportera de “Primera Plana”, el entonces noticiero nocturno estelar del mismo canal al que, luego de un no menos agitado alejamiento –a causa del caos político que supuso el final del gobierno de Alberto Fujimori–, regresó para conducir bajo el nombre de “América Noticias”.
“Me arrepiento de no haberme alejado de América TV cuando estaba dirigido por la familia Crousillat, antes del momento en el que decidí decir ‘adiós’”, cuenta hoy la periodista sobre esa pausa. Huertas volvió de aquella “lección aprendida” para dar un paso al frente: se convirtió en la cara del noticiero de América TV durante quince años y, tras contribuir a la consolidación de distintos espacios de Canal N, construyó el programa “20/17” (hoy “20/21”) junto con “un equipo de excelencia”. “20/17” no solo elevó la valla dejada por el emblemático “La Hora N”, de lunes a viernes en el prime time noticioso de la señal de cable. El intenso trabajo realizado llevó a Huertas a ser catalogada como la periodista más influyente de la prensa televisiva por la Encuesta del Poder de la revista “Semana Económica”.
Hoy, tras ocupar ese lugar durante los últimos dos años, Huertas se enfrenta a un nuevo desafío: tomar las riendas de la conducción en el buque insignia periodístico de América TV, “Cuarto Poder”. “Sentí la pegada”, confiesa, sobre su primer programa. Y es que los viernes, al acabar su labor en “20/21” y “América Noticias”, solía emprender una religiosa desconexión que, por ahora, deberá dejar en pausa.
¿Cómo y cuándo te enteraste de que serías la nueva conductora de “Cuarto Poder”?
La invitación vino por Clara Elvira Ospina [directora periodística de América TV y Canal N]. Por supuesto, la tomé con sorpresa. Pensé: “¿Qué pasa con Canal N?”. Porque he trabajado y puesto todo mi empeño en sacar adelante un programa político con mucha intensidad (“20/21”). Pero conversamos sobre la posibilidad de mantenerlo y me planteó relevarme del noticiero para atender los dos compromisos.
Le agradecí mucho, porque lo tomé como una demostración de confianza en mi trabajo y un reto personal; un paso más en una carrera que empezó hace treinta años. Para mí, era una manera de reafirmar que América TV había sido mi casa tanto tiempo, sin que yo me diera cuenta. Al mismo tiempo, sentí una responsabilidad enorme de asumir un reto porque, aun cuando tengo el programa en Canal N, esto significa un paso hacia delante. Se trata de un espacio estelar en el programa más importante de la parrilla noticiosa de América TV.
¿Qué diferencias buscarás aportar a un programa con tantos años en pantalla? ¿Qué oportunidades de mejora veías, como televidente, todos los domingos?
No parto de la idea de que haya algo que mejorar. Lo veo como “¿de qué manera puedo aportar a este equipo que me está abriendo las puertas y dándome la oportunidad de crecer?”. De ninguna manera pretendo aquí dar lecciones de nada, ni sentir que antes fue peor y ahora es mejor. Yo llego a un programa líder, me sumo a ese liderazgo y a un equipo de primera.
Entonces, de lo que se trata es precisamente de formar parte de ese equipo, aportar a partir de la experiencia y de los años recorridos en televisión; voy, de verdad, con mucha humildad. Es un programa con liderazgo y con el reto que plantean estos tiempos. Son retos nuevos, por estar frente a una campaña electoral que, sin duda, siempre pone vallas y un segundo año de pandemia.
¿Cómo harás para separar el trabajo entre el ciclo diario y el dominical, que sin duda tiene una dinámica y una adrenalina diferentes?
Esto refuerza lo que desarrollábamos antes. Lo que uno ve en pantalla es el resultado del trabajo de mucha gente, de muchas personas. Cada programa tiene un ADN propio y yo soy una pequeña parte de ese ADN. “20/21” es un programa en el que los protagonistas son los entrevistados. A mí me toca presentarlos, escudriñarlos, revelarlos y mostrarlos al público; de pronto, si es que hay contradicciones, sacarlas a la luz.
En el caso de “Cuarto Poder”, los protagonistas del programa son los reporteros y sus historias. A mí me tocará estar a la altura de presentar y captar la atención del televidente para esas historias y, cuando me siente a entrevistar, hacer las entrevistas que corresponden para complementar ese ADN. Pero, en principio, creo que las diferencias están planteadas desde ya.
En el último tramo del año pasado, surgieron ciertos cuestionamientos hacia el trato que se les dio en “Cuarto Poder” a entrevistados como el exministro del Interior Rubén Vargas y el expresidente Martín Vizcarra, más allá de la contundencia de las acusaciones contra este último. ¿Cómo viviste esas críticas?
Es bien complicado que contentes a todos. Eso es algo que hay que aprender cuando trabajas en televisión. Uno trata de hacer lo mejor con las herramientas que posee. Yo, la verdad, no voy a pronunciarme sobre el desempeño de ninguno de mis colegas; para mí, es una norma de vida. Respeto el trabajo de todos, más allá de que sean o no amigos míos, como Augusto Thorndike. Mal haría en darte una opinión sobre si estuvo bien o mal, porque ¿quién soy yo para juzgarlo? Ese veredicto lo da el público y la respuesta la recibimos con su lealtad frente al programa; escuchando, por supuesto, todas las opiniones, haciendo autocrítica, pero siempre a la interna… Y tratando de corregir nuestros errores, cuando reconocemos que los hemos cometido; y tratando de fortalecer el rigor.
A los periodistas se les suele preguntar mucho por sus éxitos, pero se habla poco de sus fracasos. ¿Cuáles fueron los que más te marcaron?
Uno aprende mucho más de los fracasos que de los éxitos y aciertos. Siempre he creído que el periodismo es una carrera de largo aliento, en la que hay que ir con mucha cautela. Por ejemplo, me arrepiento de no haberme alejado de América TV cuando estuvo dirigido por la familia Crousillat, antes del momento en el que decidí decir “adiós”. Esa es una lección aprendida. Tenía una carrera como reportera, estaba muy contenta de estar en un canal donde tenía las facilidades para hacer mi trabajo, pero, mirando hacia atrás, digo: “Debí irme antes”. O, no sé, hay otras situaciones como esa, en las que uno dice “caramba, debí revisar con mayor acuciosidad esto”.
Lecciones de vida
Huertas muestra, todas las noches, su tenacidad frente a cámaras. Sin embargo, no es ajena al impacto de las críticas, a veces implacables e hirientes, disparadas desde las redes sociales y cierto sector de la opinión pública. “Cuando empecé a hacer el programa [en Canal N] y cambié de rol para tener una participación más activa, de verdad leía todo. Al final del día, terminaba absolutamente desmoralizada, con el ánimo en el piso”, reconoce. Su terapeuta –al cual llegó mientras sobrellevaba la enfermedad de su padre– fue clave para aprender a convivir con esa crítica, a veces nociva, de un país polarizado y cuidar, sobre todo, sus “diálogos internos”.
Cuando uno está tan expuesto profesionalmente, experimenta presiones de diversos lados. ¿Cómo llevas esas presiones?
Yo tengo que dormir tranquila conmigo y saber que di lo mejor cada día. Tampoco me puedo creer el halago, porque tengo que siempre tener un cable a tierra y son mis directores, en muchos casos; la gente que me ve en el ‘switcher’, en la producción, mi familia, amigos o colegas con más experiencia, cuyos consejos y recomendaciones también atiendo.
Uno es muy autocrítico y, al contrario, el reto siempre es cómo hacer para todos los días salir sonriente, con ánimo, mirando las cosas con el vaso medio lleno y no medio vacío. Porque siento que en el Perú estamos muy partidos, muy polarizados… Las cosas no son blancas o negras. Y ahí nos equivocamos, si pretendemos llevar a la prensa o presionarla u obligarla a que tome partido; no es nuestro rol hacer política. Nuestro rol es contar la verdad, aproximarnos a ella, construir una agenda propositiva.
Hace meses, respondiste a un cuestionario de COSAS con la siguiente frase: “Me apena que haya una exagerada devoción por la juventud y la belleza física”. Y trabajas precisamente en un ambiente, como el televisivo, que, por momentos, lleva al extremo esa devoción. ¿Cómo convives con ello?
Es una buena pregunta, cuando acabo de cumplir 50 años (ríe). Uno tiene que cuidar la manera en la que ingresa a los hogares; hay un tema de respeto. No se trata de salir desgreñada, ni vestida de manera inapropiada, porque soy una invitada a los hogares que me abren sus puertas cuando sintonizan un programa que yo presento. A lo que me refería [con la frase] es a que, en general, es increíble la cantidad de aplicaciones que hay para cambiar tu físico antes de publicar una fotografía.
Me preocupa el impacto que ese afán puede tener en la juventud, en la falta de aceptación con uno mismo, en la frustración y en los problemas que puede generar en chicas muy jóvenes: desde falta de autoestima hasta problemas alimenticios, o insatisfacción personal y depresión. Lo alentador es que con esa corriente convive una un poco más nueva, que está apuntando a rescatar la belleza natural y es en ella donde yo me quiero ubicar.
¿Has experimentado alguna situación que refleje esta exagerada devoción a la que aludes?
Bueno, como adolescente, por supuesto. Pero con los años aprendes a decir “caramba, yo soy así” y a quererte. Y empiezas a desarrollar diálogos interiores, quizá porque vas encontrando que tu seguridad ya no radica en tu aspecto físico exterior sino en esa fuerza interior que tienes y, sobre todo, en convertirte en una buena persona. Más allá de una persona bella, en una persona con ideales, sueños, con objetivos…
Hablamos de críticas, presiones y de estas taras sociales… ¿Necesitaste recurrir alguna vez al psicólogo?
No una, muchísimas veces. Esa es una historia interesante, porque yo me aproximé al terapeuta cuando mi padre fue diagnosticado con cáncer. No había tenido una pérdida grande en mi vida y me informan, un día, que mi padre tenía un cáncer para el que no había tratamiento posible. Entonces, me aproximo a la psicología, consulto con un terapeuta para prepararme, para saber ser fuerte y poder vincularme con mi padre de la mejor manera posible, para no transmitirle mi angustia ni mi desesperación.
Entonces, dije: “¿Cómo hago yo, que no sé lidiar
con esta experiencia que no he tenido antes, para contribuir con mis hermanos y con mi madre en este momento tan difícil?”. Y, cuando converso con el terapeuta, también le planteo cosas acerca de mi trabajo. Un día, de repente, le digo: “Imagínese, doctor, que hoy, además de haber tenido que llevar a mi padre, una amiga me envía que han publicado un meme mío. ¿Cómo lo manejo?”. Y me di cuenta de que era una herramienta, a veces, poco valorada.
Sobre todo en una sociedad prejuiciosa, en la cual todavía se cree que debemos “tener un problema” para acudir a psicólogos o terapeutas…
Así como no necesitas tener ninguna enfermedad para empezar a hacer ejercicio, deporte o comer bien, tampoco necesitas tener ningún problema para hablar con tu terapeuta y compartir tus sentimientos. Hay una frase de mi terapeuta que me cambió la vida: “Mucho cuidado con tus diálogos internos, ¿qué es lo que te dices todos los días antes de salir a trabajar, a la calle o cuando te despiertas y te miras al espejo por primera vez en la mañana?”.
A partir de esa frase, empecé a rodearme de gente con pensamiento positivo, me alejé de los rumores, de la pérdida de tiempo en los chismes, comentarios negativos y destructivos.
Hice todo un replanteamiento, y debo confesar que fue algo realmente sanador, con lo que convivo. No veo a mi terapeuta con la misma frecuencia que cuando enfrentaba esta tragedia –mi padre se fue hace diez años–, pero mi relación es de más de diez años consultándolo. A veces, estresada, no veo la salida; entonces, hablar con alguien que te diga “mira, estás tan abrumado que no viste esta puerta” te ayuda a ver que sí había una salida ante los problemas.
¿Esto también te permite estar preparada para cuestionamientos que podrían venir, a raíz de tu reciente relación sentimental –con Luis Miguel Castilla, exministro de Economía e investigado por el caso Gasoducto Sur Peruano– cuando en “Cuarto Poder” se aborden los casos de Odebrecht vinculados al gobierno de Ollanta Humala?
Confío en que, al final, la verdad va a ser la que se va a imponer y la justicia va a llegar a esa verdad. Tengo esa esperanza, mucha confianza en el sistema de justicia del país y soy muy respetuosa de los procesos. Creo que sí, estoy expuesta, pero, al mismo tiempo, soy lo suficientemente profesional y madura para encarar esa situación.
Sagasti y la decepción de Vizcarra
En la conducción de “Cuarto Poder”, Huertas también deberá encarar un panorama político en constante crisis, con un endeble gobierno de transición del presidente Francisco Sagasti y una incierta elección presidencial sobre la cual prefiere no adelantar pronósticos. “Es muy difícil. Ni hablar, no te voy a decir a estas alturas. No voy a pisar el palito”, dice, sonriente. De pronto, esa cautela electoral se transforma en firmeza al hablar del innecesario afán de deslinde del Partido Morado con el gobierno y del expresidente Martín Vizcarra, al cual, ahora, suma a la interminable lista de decepciones de la política peruana.
Al asumir el gobierno el presidente Francisco Sagasti, dijiste que necesitaría “maña política”. ¿La tuvo?
Creo que el tiempo que tiene es muy poco para que la haya adquirido. Además, tiene otro problema: él ha sido o es militante de un partido político en carrera. Eso, aun cuando él haga todo el esfuerzo por separarlo, es imposible que esté desligado de la manera en la que se le percibe. Entonces, por mucho que lo declare, lo que haga el presidente –bien o mal– va a tener una repercusión en la agrupación política en la que militaba activamente hasta antes de sentarse en el sillón presidencial.
¿Es un error del Partido Morado esta búsqueda constante por deslindar del gobierno?
Hasta cierto punto, sí. Porque, finalmente, si lo que queremos es fortalecer los partidos políticos, lo lógico es que cualquier presidente que tengamos, hoy o en el futuro, forme parte de un partido. Ojalá los presidentes y congresistas formaran parte de partidos organizados, coherentes, que tengan una agenda sostenida en el tiempo. Y que no sea, más bien, un ómnibus que lleve individuos al Parlamento o al gobierno; que haya coherencia con lo que hacen y piensan. Y que los ciudadanos puedan, de alguna manera, predecir por dónde van a ir las decisiones.
Así fuese un gobierno de transición, ¿qué tendría de malo? El tema es cómo manejo el pertenecer a un partido y cómo manejo ejercer la presidencia. Tengo que saber estar en ese lugar, pero eso no significa que tenga que estar deslindando todos los días.
Hace poco definiste a Keiko Fujimori como una decepción.
Creo que es una decepción, sobre todo, para su electorado. Tiene dos elecciones que se le escaparon de las manos y la actuación que tuvo la bancada de Fuerza Popular fue una de las que provocó la crisis que hemos sufrido durante estos cinco años. Cuando se elige a [Pedro Pablo] Kuczynski (PPK), se empieza a precipitar la crisis; cuando, con visiones similares de lo que debería ser el manejo económico del país, el Ejecutivo de PPK y el Congreso, en manos de Fuerza Popular, nunca pudieron sentarse a dialogar. Teniendo una mayoría abrumadora en el Parlamento, nos detuvimos en la bronca electoral. Eso es algo que el país no ha perdonado. Le ha costado a la candidata de Fuerza Popular un deterioro en las preferencias e incluso en su bolsón [de votos] más sólido.
¿Y cómo calificarías a Martín Vizcarra?
Martín Vizcarra es un presidente que la historia todavía va a tener que analizar. Es innegable que supo conectar con la población en un inicio, aprovechar muy bien el mal desempeño de la mayoría en el Parlamento. Pero lamentablemente no supo llegar al final con esa misma coherencia. Su candidatura al Congreso es, sin duda, una manera de eludir las investigaciones y los hallazgos de la prensa y de la Fiscalía, que lo aquejaron en los últimos meses de gobierno. También es una incoherencia con lo que predicó. Ha demostrado que era más político tradicional de lo que él mismo nos estuvo contando mucho tiempo.
¿Fue otra decepción?
Es que vivimos de decepción en decepción…
¿El cuestionable comportamiento de Vizcarra –con acciones como la defensa de la peligrosa ivermectina o la candidatura a un Congreso que le daría la inmunidad parlamentaria que siempre cuestionó– es reciente o siempre estuvo ahí y no quisimos verlo?
Sin duda, estuvo ahí. Pero Vizcarra era un misterio para muchos cuando asumió la presidencia. Era embajador del Perú en Canadá cuando ocurrió todo lo que ocurrió; era un misterio y, por lo menos para los limeños, era un signo de interrogación. El propio partido [Peruanos por el Kambio] que llevó a esa plancha presidencial dijo que habían buscado un equilibrio y que el señor era la cuota provinciana. Si eso era lo que decía el partido, que finalmente es responsable de haberlo colocado como vicepresidente y de ponerlo en la presidencia, ¿por qué vas a responsabilizar a la población de no haber visto lo que era una responsabilidad del partido? Escucho a los ex ‘ppkausas’ decir “Vizcarra, tal”, pero, ¿cómo llegó a ser vicepresidente? ¿No fue alzando el brazo de Kuczynski en una campaña? Los partidos tienen responsabilidades; que no le echen la culpa a la prensa.
Se habló mucho de una supuesta defensa cerrada a Vizcarra desde un sector de la prensa. ¿La prensa tiene cuota de responsabilidad en lo que hoy sucede con Vizcarra?
No era una defensa a Vizcarra y ahí sí quiero ser contundente. Nunca fue una defensa de Vizcarra, nunca. Era una preocupación absolutamente lógica, porque mira lo que estamos viendo hoy. Finalmente, ¿la ministra de Salud no es la señora [Pilar] Mazzetti? ¿El gobierno del señor Sagasti no ha tenido la misma preocupación de quienes decíamos que la vacancia iba por el lado de romper un trabajo que se estaba haciendo, con errores o aciertos, pero que finalmente ya tenía una conducción de la pandemia sobre la que se podía ir mejorando? La preocupación aquí era por la inestabilidad, por nuevamente ir a lo desconocido, en medio de una situación en la que todos los días lamentamos más muertes de las que quisiéramos o hubiéramos imaginado.
Se decía que el señor Vizcarra sea investigado al final de su mandato, como corresponde, por la oportunidad en la que llegaron los cuestionamientos, por el momento. Mávila atraviesa los últimos minutos de esta entrevista tal como empezó: hablando de retos y desafíos. “Mientras tenga más sueños que metas alcanzadas, seré feliz”, señala con la intensidad característica de su carrera. Esos treinta años tan intensos en los cuales decidió darle al periodismo un rol protagónico en su vida.
“Yo no tengo hijos, Diego. Es parte de los sacrificios personales que hice; postergué mucho la maternidad y, luego, pensé muchas veces si todavía debería o no ser mamá. Pero entendí que había elegido cada paso en mi vida. En esos diálogos internos en los que a veces me suelo refugiar, la decisión de no tener hijos está tomada. Ha sido una elección de vida también”, concluye, con la convicción y la tranquilidad de una mujer que tuvo la fortuna de tomar sus propias decisiones.
Agradecimientos: Maquillaje y peinado: Balbony Estilistas