A pocos días de las elecciones presidenciales, el candidato Rafael López Aliaga se confiesa con COSAS y revela algunos pasajes de su vida privada y política que hasta hoy habían permanecido ocultos para el electorado peruano.
Por Mariano Olivera La Rosa
Durante la última semana previa a las elecciones, los candidatos no paran; apenas duermen. Viven frenéticamente, como un músico en plena gira, en busca de los votos que pueden llevarlos al triunfo. Rafael López Aliaga no es la excepción. Ni por asomo. Nadie sospecharía que, al lado de un pequeño parque frente al cual transitan los ciclistas y se escucha el canto de los pájaros; a pocos metros del océano Pacífico y del busto del primer premio Nobel de la Paz, Henry Dunant, el candidato de Renovación Popular está a mil por hora, recién desembarcado del Toyota Camry que lo moviliza por la ciudad. ¿Qué secretos le quedan por confesar?
Me interesa saber más sobre tu vida antes de hacerte empresario; antes de ganar tu primer millón.
Tengo miles de amigos; cultivo muchísimo la amistad; no soy una persona huraña. Pero ahora estoy en otro rol, pues. En este momento he aceptado el reto de dedicar mi tiempo al cien por ciento a mi país. Creo que pocos peruanos lo han hecho: dejar sus negocios, su vida personal, la playa… Yo he dejado todo para dedicarme al cien por ciento a la campaña. Y mira cómo estoy terminando, sin voz, agotado… Está viniendo un médico ahorita; estoy descompensado.
Siendo multimillonario, veo que no vives rodeado de lujos. ¿En qué gastas tu plata, al margen de las inversiones?
Los lujos no me dan alegría. Tener un reloj caro o un auto del año no me hace más feliz. Mi felicidad está en algo superior a mí, en el mismo Dios, en ayudar a la gente… ¿Por qué acumular como loquito? Eso nunca te va a dar felicidad. Veo un hospital caminando, un colegio, una iglesia, una escuela rural… y digo: “¡caramba!, ahí está mi plata, pues, ¿no?”. Me moriré, pero mi obra va a quedar. Acá he podido comprarme bancos, yates, lo que me diera la gana. Sé lo que es la vida de una persona que se llena de cosas. Es triste, es una persona muy infeliz, porque es egoísta.
Antes de los 19 años —cuando optó por el celibato―, ¿llegaste a enamorarte; sufriste por amor?
Claro, he dejado un amor humano por un amor divino. No es que haya sufrido.
¿Te costó terminar la relación?
Siempre expresas el afecto, ¿no? Es una persona con la cual me hubiera casado, pero, bueno, me tocó, pues, una misión mayor. Lo conversé; “hasta acá llegamos”. Entendió mi vocación; se daba cuenta… Pero es personal, no es un tema para todo el mundo. Yo tengo un regalo, estoy feliz con la decisión que he tomado, y cada vez soy más feliz. Es una vocación de mucha alegría, el celibato, la entrega a Dios… Aunque se rían; es mi opción.
¿Sientes que se han burlado de ti?
Sí, claro; qué no han dicho. Es parte de la política, pero yo soy transparente, te digo lo que soy, no oculto nada.
Confesaste que, incluso, en tres ocasiones entraron chicas a tu hotel; que intentaron seducirte…
A mi oficina entraron “periodistas” que ya, en un momento, se ofrecieron. O hay gente que se pone un menú para ver qué escoges… Hay que tirárselo por la cara. Sí me ha pasado, pero si estás con tu comunión diaria, con rosario diario, tienes la fortaleza para poner las cosas en su sitio, ¿no?
Ser presidente del Perú, políticamente, implica una suerte de paternidad. ¿En algún punto de tu vida te provocó ser papá?
Te puedo decir que tengo muchísima gente con la que he compartido mi experiencia religiosa, espiritual, y que es muy feliz ahora. Un montón de gente que puede ser hijo del espíritu, que es un tema mucho más potente que ser hijo carnal. A mí me da risa que no tengo un hijo, tengo miles. Es gente que está pendiente de mí ahorita, por ejemplo. Vieron en el debate que Porky moría. Me llegaron tres mil (mensajes de) WhatsApp. “¿Qué paso? ¿Estás bien?”.
Vi el debate. Parecía que en cualquier momento ibas a colapsar o a desmayarte.
Eso fue lo que me dijo el médico: “mejor retírese, se puede desmayar”. Abusé de mis fuerzas; pensé que iba a llegar bien, pero no.
¿Piensas que el debate te restó puntos?
Para nada. Date cuenta de que el 90% de la gente lo escuchó por radio. La gente quiere propuestas, que fue lo que hice. Puse ochenta propuestas.
Terminado el debate, ¿les diste la mano a los demás candidatos?
Para mí la política no puede ser… Aunque difiera sobre lo que piensan, son seres humanos. A un ser humano se le respeta. Hasta a Guzmán le di la mano.
Aquí, al lado, veo dos cartas que recibiste (del Opus Dei) cuando fallecieron tus padres. ¿Llevaste el dolor por dentro o eres de las personas que lo exterioriza?
Cuando murió mi mamá (en 2011), lloré mucho, casi cuatro horas. Hasta que una sobrina me dijo: “reacciona, pues. Siempre has dicho que la fuerza que te envía Dios es superior al dolor. A tu mamá ya la tienes dentro”. Me hizo reaccionar. Fue el peor día de mi vida.
¿De qué falleció?
De Alzheimer. Felizmente me reconoció hasta el último día. Lo que me dolió fue que no estuve cuando murió. Me fui a Ayacucho a presentar un plan de gobierno y, a las seis de la mañana del día en que estaba regresando, la enfermera me llama y me dice: “su mamá se está muriendo, le están bajando las pulsaciones”. Me destrozó. Antes de irme, le dije: “mamá, me voy un día a Ayacucho”. Era muy cachosa, muy bromista, una mujer alegre. “Anda vete, pues”, me dijo… “Pero anda a trabajar”. Esas últimas palabras son las que me marcaron, el mensaje de la mamá, y soy chambero, pues; cuando me meto en algo, me meto a matar, a sacarme el ancho.
En el supuesto negado de que no llegaras a ser presidente, ¿te mantendrías en política?
Creo que en política, cuando te metes, ya no sales. Más al nivel que me he metido, ya tengo una obligación con el país. He hablado claro, estoy contento con lo que he hecho.
¿Qué les dirías a los que desconfían de que cumplas tus promesas electorales? Lo de expulsar a Odebrecht el mismo 28 de julio, por ejemplo, o viajar ese mismo día a Estados Unidos para traer vacunas.
Yo no soy político, soy empresario; lo que digo, lo hago. Si no, no hubiera llegado hasta donde he llegado. Soy multimillonario, lo digo con todas sus letras, pero a punta de trabajo, de tener palabra. Si te metes al mundo empresarial, al financiero, y no tienes palabra, estás muerto al día siguiente. Mi palabra vale más que mi firma. Pregunta donde quieras. Tengo a los bancos encima, “señor López Aliaga, en qué va a invertir, para financiarlo”, me dicen. “Todavía no”, les digo. “Te voy a avisar”… Pero plata no me falta.
Como cancha.
No tanto como cancha, porque ahí parece que fuera fácil, ¿no? Es dinero (ganado) con muchísimo respeto; todos los bancos del mundo me respetan. Donde me meto, hago lo mejor. No me gusta la mediocridad.
¿Has ido alguna vez a terapia? ¿Al psicólogo, al psiquiatra?
No, para nada. Es que cuando tienes una vida interior de cuarenta años, en la que has ido creciendo en el alma… La mejor terapia es tener el alma llena de Dios. Pelearla todos los días y levantarse… No me da la vida, no tengo tiempo.
En su momento, Jaime Bayly le preguntó a Lourdes Flores si era virgen y ella respondió “qué te importa”. ¿Tú qué dirías si te preguntaran si eres casto?
Que es mi vida personal; yo no me meto en la cama de nadie.
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