Moda, alimentación, residencia y educación de los hijos: así se prepara Lilia Paredes, y su familia, para su mudanza a Palacio de Gobierno a dos días del cambio de mando.
Por Franklin Briceño para el Los Angeles Times
La familia del presidente electo de Perú, Pedro Castillo, empacaba maletas en su casa ubicada en el corazón rural de los Andes para mudarse a Lima y posiblemente vivir en el palacio presidencial de la capital a pocos días de la juramentación del nuevo mandatario el 28 de julio.
Lilia Paredes, la esposa de Castillo, limpiaba su casa de adobe de dos plantas en Anguía, el tercer distrito más pobre del país, ordenaba las camisas de su marido, cocinaba, seleccionaba algunos platos y cucharas, pero también recibía a campesinos que llegaban a despedirse de aldeas cercanas.
La residencia de los Castillo: «nosotros no somos reyes para vivir en un palacio»
A diferencia de todos los expresidentes de los últimos 40 años, los Castillo no tienen casa en Lima. La señora Paredes dijo a The Associated Press que aún no está decidida sobre si vivirán en la residencia presidencial neobarroca porque necesita acordarlo con su marido, pero es lo más probable (Nota de editor: Desde entonces se ha confirmado que sí vivirán en Palacio de Gobierno).
“No tenemos ninguna propiedad en Lima”, comentó una noche reciente en su patio cubierto por la niebla. “Somos gente de provincia y casi siempre el provinciano tiene que pasar años para tener una propiedad capitalina”, añadió mientras se frotaba las manos debido al frío del invierno andino. “Si me dicen que viva en otro lugar, también sería igual, nosotros no somos reyes para vivir en un palacio, nosotros vamos a trabajar”, comentó la también profesora rural de 48 años.
Castillo, de 51 años, fue proclamado mandatario el lunes 19 de julio, un mes y medio después de las elecciones del 6 de junio.
El lunes 19, tras la designación presidencial, la señora Paredes comenzó a empaquetar la ropa de la familia, incluyendo la de sus hijos Arnold, de 16 años y Alondra, de nueve. También de Yenifer, de 25, quien es la hermana menor de la próxima primera dama, pero que fue criada como hija mayor, luego que la madre de ambas murió a causa de cáncer uterino cuando Yenifer tenía poco más de un año.
El padre se comprometió con otra mujer y la futura primera dama —segunda de siete hermanos— y su hermana mayor Lelis, se convirtieron en “padre y madre” del resto de huérfanos. Ocurrió en la década de 1990 y por un breve periodo Lilia Paredes se alejó de la Iglesia del Nazareno, una rama cristiana evangélica surgida en 1895 en California, y que está presente en los Andes desde hace más de un siglo y a la que ya habían pertenecido sus abuelos.
¿Quién vestirá a Lilia Paredes?
Algunos medios locales han difundido que el 28 de julio, día de la juramentación presidencial, la futura primera dama iba a usar un vestido de alta costura diseñado por un modista de Lima. Paredes negó esa opción. Por el contrario, escogió a Lupe de la Cruz, costurera de un pueblo cercano a Chugur, para que le confeccionara dos trajes. “Me gusta lo sencillo… A mi esposo le gusta lo que yo visto y a mí me gusta lo que él viste”, dijo.
Un domingo reciente, Paredes visitó a De la Cruz llevando dos cortes de tela de lanilla de tonos café y verde. La costurera le mostró una revista de modas y la próxima primera dama escogió los modelos de dos trajes discretos. “No le gustan adornos, ni los colores escandalosos”, comentó días después De la Cruz, mientras cosía las vestimentas de mayor importancia en su carrera acompañada de su madre, de 86 años, y un perro pequeño en su taller sin letreros ni avisos, atestado de telas, tijeras, agujas, hilos y reglas.
La dieta de la Primera Dama
La próxima primera dama comentó que también llevará algunas bolsas con alimentos de su dieta campesina como arvejas, frijoles, harina de maíz tierno —llamada localmente chochoca— y un poco de queso que ellos mismos fabrican en casa luego de ordeñar a sus vacas por la madrugada. “El queso es lo que más nos gusta, siempre lo comemos en nuestros desayunos”, dijo Yenifer.
En otro grupo de paquetes, la familia ha empacado los materiales de estudio de sus hijos menores de edad. “Llevaremos lo necesario, lo que es más útil para nosotros en la ciudad”, dijo Paredes en la biblioteca de su casa. Se observaban varias enciclopedias para escolares de educación primaria, libros de economía y la novela “Un mundo para Julius” de Alfredo Bryce.
Aunque tampoco lo han decidido porque su marido está ocupado por completo afinando su gabinete ministerial, a Paredes le gustaría que sus hijos menores de edad asistan a una universidad y un colegio estatal, un servicio que afirma es un reto por mejorar en los próximos cinco años. Dice que Arnold busca estudiar ingeniería civil porque le agradan las matemáticas. “Alondrita seguirá estudiando en una escuela pública, pero me gustaría que sea en una de monjitas”, dijo Paredes. Si eso ocurre, será la primera vez en décadas que los hijos un presidente en ejercicio usen la educación pública en un país donde los poderosos prefieren la educación privada.
Dejando Chugur
Su casa de adobe de dos plantas —que la construyó en más de 20 años— quedará al cuidado de la hermana mayor de la futura primera dama. En las últimas semanas han llegado a su puerta para despedirse o felicitarlos una innumerable cantidad de personas que la pareja presidencial conoce por décadas.
María Medina, una madre de familia cuya hija Zaira Banda, de 12 años, fue alumna de Pedro Castillo en la escuela rural donde el expresidente enseñó por casi un cuarto de siglo, recibió una llamada del mismo futuro mandatario un día reciente. “Me dijo: quisiera que venga por favor a la juramentación a Lima”, relató Medina, una mujer descalza e iletrada mientras tomaba un descanso en la fabricación de quesos en su casa de adobes en la aldea San Luis de Puña.
Recurriendo a la fé
La última noche antes de partir a Lima, la futura primera dama y su familia asistieron a un culto en la iglesia del Nazareno que está ubicada a pocos metros de su casa. El pastor Víctor Cieza invitó a decenas de pastores de otras iglesias evangélicas de las aldeas circundantes.
La iglesia de paredes amarillas y techo de zinc se llenó de vecinos ataviados con sombreros y ponchos de lana, similares a los que usa Pedro Castillo. También asistieron varios niños. Cantaron acompañados de una guitarra; otros reflexionaron sobre la vanidad y la importancia de la humildad.
Al finalizar la ceremonia, Lilia Paredes pidió la palabra y dijo “todos nos conocen, nunca nos vamos a olvidar de donde somos y donde tenemos que volver porque los cargos no son para siempre”.