«El presidente Castillo demostró no solo no estar preparado para gobernar un país, sino que nunca tuvo la intención de aprender. Desde el primer día de su mandato se rodeó de personas sumamente cuestionadas. Desde guerrilleros y filoterroristas hasta denunciados por violencia familiar».
Por Andrés Romaña
Ante las cuestionables reuniones del presidente Castillo en una casa de Breña con políticos, empresarios y otras personalidades, la admisión de la moción de vacancia parece ser inminente. Diversas bancadas que veían con zozobra una eventual vacancia, comienzan a replantear su postura luego de que el mandatario, en vez de dar explicaciones claras sobre sus acciones, se victimizara y asegurara que las reuniones que tenía en Breña eran de carácter personal.
Sin embargo, aún hay congresistas como Susel Paredes, quien aseguró que el presidente podrá ser un delincuente, pero que aquello no lo convierte en un incapaz moral permanente. Lo cierto es que la permanencia de Pedro Castillo en la presidencia es cada vez más improbable, siendo él mismo su principal verdugo.
A lo largo de los cuatro meses de gobierno, el presidente Castillo demostró no solo no estar preparado para gobernar un país, sino que nunca tuvo la intención de aprender. Desde el primer día de su mandato se rodeó de personas sumamente cuestionadas. Desde guerrilleros y filoterroristas hasta denunciados por violencia familiar. Asimismo, en cuatro meses, el actual gobierno acostumbró al país a presenciar escándalos sumamente graves todas las semanas, sin dar ninguna explicación a los medios ni a la ciudadanía.
Además, en materia económica, el presidente y los ministros anunciaban en medios de comunicación que serían respetuosos de la propiedad privada y que promoverían las inversiones, sin embargo, no dudaban en anunciar el aumento de impuestos o el cierre de minas, generando más incertidumbre en el sector privado y el aumento del dólar. A ello se suma que el presidente acudía a una casa en Breña a altas horas de la noche para sostener reuniones que no quedaron registradas, como sí hubiese sucedido si se daban en Palacio de Gobierno. Aquello parece ser la gota que derramará el vaso cuando el Congreso decida admitir o no la moción de vacancia.
Tal vez el presidente pueda ganar tiempo haciendo concesiones a bancadas opositoras, pero no significa que al final no será vacado, debido a que su modo de gobernar es la mezcla de silencio con escándalo, lo cual tiene al Perú en una crisis económica y política constante. Y si bien el Congreso puede perdonar al presidente de ser vacado esta vez, la población se hartará de los constantes escándalos y del deterioro de la economía, causada en gran parte por las declaraciones del presidente y sus ministros. Cuando eso suceda –y falta poco-, no habrá concesión alguna que el mandatario podrá hacer al Congreso para evitar la vacancia.
El presidente Castillo, de admitirse la moción de vacancia, deberá acudir al Congreso a dar las explicaciones al país que no ha dado en sus cuatro meses de gobierno, y deberá ser el parlamento el que decida si, tras aquellas explicaciones, el presidente Castillo deberá continuar en el cargo. Sin embargo, Castillo debería evitar que el país pase nuevamente por una experiencia traumática y presentar su renuncia al cargo que demostró nunca haber estado capacitado para ejercer.
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