«Es así como mueren los países. Sin mucha inteligencia, pero con excesivo sentimentalismo y victimización. Ese camino parece depararle a Chile, Perú y Colombia, las estrellas de la región».
Por Andrés Romaña
Latinoamérica es el caso de la eterna oportunidad; una región rica, llena de metales preciosos, petróleo, islas paradisíacas, entre muchas otras características que la hacen única. Sin embargo, es la promesa que nunca llega a ser cumplida.
Las victorias de Boric en Chile y de Castillo en Perú, así como la muy probable victoria de Gustavo Petro en Colombia, demuestran que hay veces en las que los países abandonan todo tipo de racionalidad con respecto a su situación política y económica. Veces en las que los ciudadanos se ensimisman tanto en los problemas nacionales que olvidan los aspectos positivos y logros que tienen sus países.
Es como si existiese una depresión generalizada en la sociedad que la empuja al abismo con tal de acabar con el sufrimiento llamado crisis política, corrupción, inseguridad…, a pensar: ‘no importa nada, cambiemos todo a cualquier costo’.
Es así como países que, con todos los problemas que puedan tener, se encontraban en mejor situación que la mayoría de sus pares latinoamericanos. Por ejemplo, en Chile, país con una pobreza del 10,8%, con una cobertura del 100% de agua potable en zonas urbanas y con un PBI per cápita de más de 13 mil dólares, la población decidió incendiar el país en 2019 y cambiar la Constitución que, según ellos, había generado “pobreza y desigualdad” en el país más desarrollado de la región.
A pesar de que la constituyente resultó una decepción para los ingenuos que romantizaron la destrucción de 2019, votaron por Gabriel Boric, un político radical de izquierda que ha sido idealizado por los progresistas tanto chilenos como peruanos por ser joven. En poco tiempo la historia demostrará que de nada sirve la juventud si es que esta está atada a ideas nefastas que generaron pobreza y autoritarismo en todas partes donde fueron aplicadas.
Así como Chile, Perú y Colombia parecen ir por la misma senda de retroceso y pesimismo. Es la misma senda que recorrió Venezuela en 1998, cuando los electores decidieron omitir el hecho que eran un país rico y eligieron a un ‘salvador’ autoritario para que acabe con los políticos tradicionales y la corrupción, sin importarles que sus otras promesas significaban el fin de Venezuela como república.
Es así como mueren los países. Sin mucha inteligencia, pero con excesivo sentimentalismo y victimización. Ese camino parece depararle a Chile, Perú y Colombia, las estrellas de la región. Tal vez en unos años, los tres países sean menos ‘desiguales’ pero definitivamente más pobre, con más hambre, y más corrupción y autoritarismo. Será ahí cuando se extrañe al malvado ‘neoliberalismo’.
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